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11º Dom. T. O. Ciclo C Perdón que nace del amor  LA DESMESURA DEL AMOR, NACE DEL PERDÓN. La experiencia de perdón está en la base de la fe de David, Pablo.

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1 11º Dom. T. O. Ciclo C Perdón que nace del amor  LA DESMESURA DEL AMOR, NACE DEL PERDÓN. La experiencia de perdón está en la base de la fe de David, Pablo y la mujer pecadora anónima. Los tres se sienten desbordados ante un amor incondicional que les hace superar sus situaciones de infidelidad, pecado, debilidad, lejanía de Dios… Puedo fijarme en los protagonistas del Evangelio. Lo primero que sobresale es el contraste entre la actitud de Simón y Jesús. Simón se sorprende, se escandaliza, murmura, desprecia, critica… ante el comportamiento extraño de la mujer y contrario a toda norma establecida. La reacción de Jesús es de acogida y comprensión. Se deja tocar por una mujer, y además pecadora (para la mentalidad judía es sinónimo que convertirse él también en alguien impuro). Deja que exprese ante él la profundidad de su amor. Frente a la intransigencia y los juicios del fariseo, Jesús adopta una actitud de misericordia. E incluso le hace ver su falta de las más elementales reglas de hospitalidad que sí ha mostrado la mujer. En el centro está la mujer. No dice nada, pero hace mucho. Su forma de hablar es a través de gestos: llora, riega/seca, besa, unge. Expresa de forma plástica su profundo agradecimiento. ¿Qué puedo aprender de estos tres personajes? ¿Cuándo soy como Simón que juzgo y condeno sin tener presente la realidad de la persona? ¿O no soy capaz de reconocer con humildad mi culpa y mi pecado, viéndolo sólo en los demás? ¿Cuándo soy como Jesús, acogiendo, mostrando misericordia, dando una nueva oportunidad? ¿Cuándo soy como la mujer reconociendo mis debilidades, descubriendo el incondicional amor de Dios y agradeciendo la grandeza del perdón? ¿Qué gestos de amor expresan mi experiencia de sentirme amado por Dios?  ATREVERME A MIRAR DE OTRA MANERA. Donde el fariseo ve una mujer pecadora, Jesús ve una persona necesitada de amor, reconciliación y paz. Donde el fariseo ve desvergüenza, Jesús ve gestos de cariño, arrepentimiento y agradecimiento. Donde Simón ve una mujer indigna, Jesús ve a una persona digna de toda consideración cuyas actitudes son todo un ejemplo. Donde el fariseo se distancia, se y se aleja, Jesús se deja tocar y se muestra cercano con ella. Jesús me invita a mirar de otra manera. Más allá de la apariencia y la superficie, hay una profundidad que no se me puede escapar. Toda persona es digna de ser escuchada sin sentirse condenada y rechazada, acogida en su dolor, en su debilidad, en sus faltas… Puedo revisar mis actitudes ante personas, grupos, sectores de la sociedad a los que miro con prejuicios y tal vez les niego el derecho a acercarse a Dios, a excluirles de mi trato porque les considero “indignos”. Jesús relativizó muchas barreras sociales y religiosas de su tiempo ¿Puede estar pidiéndonos hoy a nosotros algo parecido?  EL ENCUENTRO CON JESÚS LO CAMBIA TODO. La humildad de reconocer mi debilidad me capacita para amar. Encontrarme con Jesús me lleva a relativizar todo lo demás, que empezará a girar en torno a lo que es fundamental. La experiencia profunda del perdón ensancha mi actitud para amar. Cuando me siento agraciado, no puedo dejar de ser agradecido. Cuando no me siento juzgado, rechazo o excluido eso me llevará a hacer yo lo mismo. Cuando entré en tu casa tú no me ofreciste agua para los pies; ella, en cambio, me los ha regado con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo largo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, ha ungido hasta mis pies con perfume caro. Y si pasamos a otras cosas... Tú me invitaste y me has dejado plantado; ella se invitó y me ha acompañado. Tú has estado mirando de reojo; ella, con ternura y amor desbordado a través de sus húmedos ojos llorosos. Tú, en tu fuero interno, has murmurado de ella y de mí sin reparo; ella me ha amado como sabe y me place ser amado. Tú has sido bien tacaño y hasta taimado; ella, agradecida con sus gestos humanos. Tú te has escandalizado; ella ha recuperado su dignidad perdida y se ha salvado... El banquete ha terminado. No te sorprendas. Dios quiere personas nuevas. [F.U.] Salomé Arricibita. Sin defensas https://youtu.be/b2WU7N9aU84 Perdón, Señor….  porque nos cuesta reconocer nuestras debilidades y fallos.  por nuestra superficialidad y los prejuicios con que miramos.  por no sentirnos agradecidos por lo que recibimos de quienes viven a nuestro lado.  por nuestros enfrentamientos, indiferencias y rechazos. Haznos, Señor, mensajeros de la misericordia… -acogiendo al que se ha equivocado. -perdonando toda ofensa y pecado, -denunciando a quienes se aprovechan de la fragilidad de cualquier ser humano. -siendo agentes de reconciliación, no excluyendo, sino integrando. -reconociendo todo lo negativo que en nosotros debe ser perdonado. -abriendo nuestra mente a otras miradas a las que no estamos acostumbrados, -siendo testigos del Amor que tú nos has comunicado. ¿Quién se ve limpio de pecado ante la mirada de Dios? Nuestras piedras arrojadizas se caen de vergüenza y confusión. Gracias, Señor, por tu mirada y tu palabra de perdón que no me humilla, me enaltece y siento lo que es ser hijo de Dios [B. V.] Gracias, Señor, porque no te cansas de amar, porque siempre estás dispuesto a acoger y perdonar, porque aunque me aleje de ti, siempre me das una nueva oportunidad, porque no me dejas solo en la adversidad y me das fortaleza y confianza para poder avanzar. Haz que el sentirme perdonado me capacite para la misericordia con los demás, tenga una mirada más comprensiva y no juzgue con severidad. Borra en mí toda tentación de condenar y rechazar, de perder todo signo de cariño y de humanidad, de creerme superior y despreciar de hacerme duro e insensible, de no reconocer mis fallos ni ver lo que tengo que cambiar, de sentirme con derechos y cumplir las normas sin más, de quedarme en la apariencia y la superficialidad. Ayúdame a comprender que cuando me reconozco débil se ensancha mi capacidad para amar.

2 Lectura del segundo libro de Samuel (12,7- 10.13): En aquellos días, Natán dijo a David: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."» David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.» Salmo 31,1-2.5.7.11 R/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. R/. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. R/. Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero. R/.

3 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (2,16.19-21): Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36–8,3): En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, s e puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»

4 Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: «Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.» Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.


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