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Publicada porSamuel Roldán Espinoza Modificado hace 8 años
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…de toda temporada de aflicción y sufrimiento, cuando la mano de Dios parecía pesada o aun injusta, se aprendieron nuevas lecciones para vivir, se descubrieron nuevos recursos de valor, y finalmente en forma ineludible, vino la convicción de que Dios “se mueve en forma misteriosa para hacer Sus maravillas” …de toda temporada de aflicción y sufrimiento, cuando la mano de Dios parecía pesada o aun injusta, se aprendieron nuevas lecciones para vivir, se descubrieron nuevos recursos de valor, y finalmente en forma ineludible, vino la convicción de que Dios “se mueve en forma misteriosa para hacer Sus maravillas” DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, Pag. 122 DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, Pag. 122
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Después de perder mi carrera, mi familia y la salud, todavía no me convencía de que mi manera de vivir necesitaba una revisión. Creía que estaba destinada a morir sola y que lo merecía. En la cima de mi desesperación, mi niñito de corta edad se enfermó gravemente con una rara enfermedad. Los esfuerzos de los doctores fueron infructuosos. Yo redoblé mis esfuerzos para amortiguar mis sentimientos pero el alcohol ya había dejado de surtir efecto. Quedé sola mirando fijamente a los ojos de Dios, suplicando su ayuda. A los pocos días, por una extraña encadenación de coincidencias, tuve mi primer contacto con A.A. y desde entonces he permanecido sobria. Mi hijo vive y está mejorando. Todo el episodio me convenció de mi impotencia y de lo inmanejable que era mi vida. Hoy mi hijo y yo estamos agradecidos a Dios por su intervención. Después de perder mi carrera, mi familia y la salud, todavía no me convencía de que mi manera de vivir necesitaba una revisión. Creía que estaba destinada a morir sola y que lo merecía. En la cima de mi desesperación, mi niñito de corta edad se enfermó gravemente con una rara enfermedad. Los esfuerzos de los doctores fueron infructuosos. Yo redoblé mis esfuerzos para amortiguar mis sentimientos pero el alcohol ya había dejado de surtir efecto. Quedé sola mirando fijamente a los ojos de Dios, suplicando su ayuda. A los pocos días, por una extraña encadenación de coincidencias, tuve mi primer contacto con A.A. y desde entonces he permanecido sobria. Mi hijo vive y está mejorando. Todo el episodio me convenció de mi impotencia y de lo inmanejable que era mi vida. Hoy mi hijo y yo estamos agradecidos a Dios por su intervención.
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