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Publicada porMaría Dolores Páez Cuenca Modificado hace 9 años
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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DEL TÁCHIRA UNIDAD DE ADMISIÓN CURSO PROPEDÉUTICO LENGUAJE EJERCICIO DE LECTURA Prof.ª Arex Aragón Prof. Víctor Ramírez Prof. Ender Andrade
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A continuación podrás practicar lo que has aprendido sobre las recomendaciones al momento de leer. Para ello, te ofrecemos un cuento del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Éste tiene la particularidad de venir acompañado por la lectura que su mismo autor hace del texto. Por ello, si lo prefieres, puedes usar unos audífonos para que sigas la lectura. Ahora, dale clic al mause y déjate envolver por esta experiencia.
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El hombre más viejo del mundo Era verano, era el tiempo de la subienda de los peces, y hacía ciento veinticinco veranos que don Francisco Barriosnuevo estaba allí. --El es un comeaños -dijo la vecina-. Más viejo que las tortugas. La vecina raspaba a cuchillo las escamas de un pescado. Don Francisco bebía un jugo de guayaba. Gustavo, el periodista que había venido de lejos, le hacía preguntas al oído. Mundo quieto, aire quieto. En el pueblo de Majagual, un caserío perdido en los pantanos, todos los demás estaban durmiendo la siesta. El periodista le preguntó por su primer amor. Tuvo que repetir la pregunta varias veces, primer amor, primer amor, primer amor. El matusalén se empujaba la oreja con la mano: --¿Cómo? ¿Cómo dice? Y por fin: --Ah, sí. Balanceándose en la mecedora, frunció las cejas, cerró los ojos: --Mi primer amor... El periodista esperó. Esperó mientras viajaba la memoria, destartalado barquito, y la memoria tropezaba, se hundía, se perdía. Era una navegación de más de un siglo, y en las aguas de la memoria había mucho barro, mucha piedra, mucha niebla. Don Francisco iba en busca de su primera vez, y la cara se le contraía como un puño. El periodista desvió la mirada, cuando descubrió que las lágrimas estaban mojando los surcos de esa cara estrujada. Y entonces don Francisco clavó en la tierra su bastón de cañabrava y empuñando el bastón se alzó de su asiento, se irguió como gallo y gritó: ¡Isabel!, gritó: --¡Isabeeeeeeeeel!
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Ahora bien, intentemos parafrasear el texto. La historia cuenta la vida de Francisco Barriosnuevo, un anciano del pueblo de Majagual, el interrogado por Gustavo, un periodista que venía de muy lejos. La entrevista al parecer seguía un curso normal hasta que Gustavo le preguntó a aquel por su primer amor. En ese momento el anciano hace un gran esfuerzo para recordar a esa mujer. Este proceso de evocación lo estremece de tal modo que, parándose con el brío de sus tiempos mejores, el anciano recuerda y grita el nombre de esa mujer: Isabel. La historia cuenta la vida de Francisco Barriosnuevo, un anciano del pueblo de Majagual, el cual es interrogado por Gustavo, un periodista que venía de muy lejos. La entrevista al parecer seguía un curso normal hasta que Gustavo le preguntó a aquel por su primer amor. En ese momento el anciano hace un gran esfuerzo para recordar a esa mujer. Este proceso de evocación lo estremece de tal modo que, parándose con el brío de sus tiempos mejores, el anciano recuerda y grita el nombre de esa mujer: Isabel. Del texto podríamos inferir que aquel ya había sido un amor olvidado y superado para don Francisco, pues sólo la pregunta del periodista es el detonante de aquel nuevo caudal de sentimientos que produce en el anciano tener que acordarse de aquella mujer. “Don Francisco iba en busca de su primera vez, y la cara se le contraía como un puño”. También se infiere que aquella mujer, muy probablemente, fue un amor truncado por algún obstáculo. A lo mejor ése fue un amor contrariado o no correspondido. Eso se podría afirmar por las lágrimas del anciano y el grito desgarrador que emite al pronunciar el nombre de ella. “gritó: ¡Isabel!, gritó: --¡Isabeeeeeeeeel!” También se manifiesta en el cuento la vida muy sufrida de don Francisco. “en las aguas de la memoria había mucho barro, mucha piedra, mucha niebla”.
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Por último, del cuento se concluiría que el recuerdo del primer amor puede ser tan intenso para algunos que es capaz de traspasar las barreras degenerativas que la edad implanta en el cuerpo y en la mente. Gracias a los recuerdos, don Francisco no sólo tiene el aliento para gritar aquel nombre tan sentido de mujer, sino incluso le otorga las fuerza juveniles necesarias para levantarse de su silla y erguirse “como un gallo”.
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