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Domingo I de Adviento Año A
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor.
En ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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Desead la paz a Jerusalén: “vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.”
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “la paz contigo
Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “la paz contigo.” Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
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Lectio Al iniciar hoy el Adviento y comenzar un nuevo año litúrgico, tomando ahora el “Año A”, la liturgia nos regala un domingo más el salmo 121, esta vez entero. Ya explicamos el domingo pasado que el salmo 121 es un salmo de peregrinación, y así lo tomamos al iniciar el camino del Adviento, que simboliza tanto nuestro peregrinaje por esta vida anhelando la venida del Hijo del hombre en su Gloria, como también el peregrinaje como preparación a la Navidad que ya se avecina. Este salmo describe –como ya hemos dicho- la ciudad santa, Jerusalén, como centro religioso, político y judicial de Israel. Pero también es un canto y deseo ardiente de paz. Si leyéramos el salmo en su original hebreo percibiríamos, al escucharlo, un murmullo que parece decir “Shalom” (=“paz”) porque el autor juega con los sonidos de esta palabra. Otro apunte interesante sobre el texto es que donde nosotros decimos “te deseo todo bien” el original, traducido literalmente, suena más incisivo: “buscaré el bien para ti.”
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Meditatio El salmo de hoy es como un eco precioso a la lectura de Isaías. En ella se nos invita a subir al monte del Señor, a la Casa del Dios de Jacob, y el salmo responde: ¡Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la Casa del Señor”!. Se nos dice que de Sión saldrá la ley, y cantamos a Jerusalén porque en ella están los tribunales de justicia. Isaías profetiza: “no se adiestrarán para la guerra”, y nosotros respondemos: “desead la paz a Jerusalén” y “la paz contigo”. Pero, para responder de corazón y no sólo con los labios es necesario que nos demos cuenta del momento en que vivimos (2ª lectura), y que estemos vigilantes, en vela (Evangelio).
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Oratio Señor, hoy me ha impactado la expresión: “buscaré el bien para ti”. Acostumbrada a rezar: “te deseo todo bien” me he dado cuenta que muchas veces deseo, sí, el bien para los demás, pero no me esfuerzo en ponerlo por obra, no “provoco” ese bien para el hermano, me contento con no oponerme a él. Señor, en este Adviento que hoy comienza ayúdame, de la mano de Santa María (a quien la lectura eclesial le ha aplicado este salmo por haber sido verdadera morada de Dios durante nueve meses) a buscar y esforzarme por el bien, la paz, la salud y la alegría (todo eso es “shalom”) de mis hermanos.
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Contemplatio Paz, paz, paz… susurra este salmo, como las olas del mar encerradas en una caracola murmuran la inmensidad… Pero hoy mi contemplación me la ataja el Señor: “¡Vamos, hay que bajar del monte!. La paz, el bien, se desean buscándolos en el día a día, en el hermano con el que te codeas… De todas formas, llévate contigo “la caracola”, el salmo 121. Te vendrá bien para perseverar y no olvidar tu contemplación de paz.”
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Actio Que sea instrumento de paz donde quiera que me halle, viviendo vigilante y en espera activa del Príncipe de la Paz.
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