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29. LA PERSONA Y LA SOCIEDAD

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Presentación del tema: "29. LA PERSONA Y LA SOCIEDAD"— Transcripción de la presentación:

1 29. LA PERSONA Y LA SOCIEDAD

2 1. El fin último y la dignidad de la persona humana
a) Dios, causa primera de todo lo creado, es también el último fin. Todas las criaturas tienen como fin dar gloria a Dios. Las criaturas irracionales tienden al último fin de un modo necesario

3 Pero el hombre, en virtud de su alma y de sus potencias espirituales de entendimiento y de voluntad, está dotado de libertad y debe dirigirse libremente hacia Dios. Ha sido creado para conocer y amar a Dios, y en este conocimiento y en este amor —que será pleno en la gloria— encuentra su felicidad.

4 b) Dios ha querido destinar al hombre gratuitamente a un fin sobrenatural, que es la visión beatífica: ver a Dios cara a cara, participando de la vida íntima de la Santísima Trinidad. Para dirigirse a este fin el hombre necesita la gracia, que eleva la naturaleza humana.

5 c) El hombre, herido en su naturaleza por el pecado original, está sujeto al error e inclinado al mal, aunque conserva el deseo del bien. Para conducirnos al fin sobrenatural, Dios nos concede su ayuda mediante la ley y la gracia.

6 Ilumina el camino revelando la ley moral que se había oscurecido en el corazón del hombre; y nos da la fuerza para recorrerlo mediante la gracia sobrenatural, que no sólo eleva sino que sana nuestra naturaleza. Estos dones nos los ha alcanzado Cristo.

7 d) La persona humana es la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma.
No es solamente algo, sino alguien. Por eso, nunca se puede considerar a las personas como simples medios para un fin.

8 2. Carácter social de la persona
A) El hombre está llamado a manifestar la imagen de Dios. Pero Dios es unidad en la Trinidad: es unidad en la comunión. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo —un solo Dios en la unidad de la divinidad— existen como personas por las inescrutables relaciones divinas.

9 De ahí que ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también existir en relación a otro, a los demás. Decir que el hombre ha sido creado a imagen de este Dios quiere decir también que el hombre está llamado a existir «para» los demás, a convertirse en un don; esto es, que está llamado a existir

10 no sólo «con» los demás o «junto» a los demás, sino «para» los demás, lo que implica servir, amar.
Así crece en la persona la imagen de Dios, que "es Amor" (I Ioann 4,16). Sólo así la persona humana puede alcanzar su propia plenitud.

11 B) Todas las personas poseen una misma naturaleza, y un mismo origen, han sido redimidos por Cristo y llamados a participar en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una misma dignidad. Junto a esta igualdad hay también diferencias entre unos y otros.

12 Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de «talentos» particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten. C) "La persona humana necesita la vida social.

13 Esta no constituye para ella algo sobreañadido sino una exigencia de su naturaleza.
Por el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación. La libertad humana se envilece cuando el hombre, cediendo a una vida demasiado fácil, se encierra como en una dorada soledad.

14 3. La sociedad A) La vocación del hombre a manifestar la imagen de Dios es personal, pero concierne también a la vida social. En efecto, todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios.

15 Existe cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el amor. Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas.

16 Existe cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el amor. B) Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas.

17 Algunas sociedades, como la familia y la sociedad civil, corresponden más inmediatamente a la naturaleza del hombre y le son necesarias. La creación de sociedades de libre iniciativa responde a una tendencia natural de la persona a la socialización; es un medio para desarrollar sus cualidades que, como tal, se ha de favorecer.

18 C) Cada sociedad se define por su fin y tiene sus reglas específicas, pero el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana. Al mismo tiempo, cada persona tiene deberes para con las comunidades de que forma parte y está obligada a respetar a las autoridades encargadas del bien común de las mismas.

19 D) Principio de subsidiariedad
Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común.

20 E) A causa de los pecados de los hombres, se llegan a generar en la sociedad estructuras injustas o estructuras de pecado. Se llaman de este modo porque hacen más difícil la práctica de la virtud y más fáciles los pecados personales —contra la justicia, la caridad, la castidad, etc.—, y se oponen en sí mismas al recto orden de la sociedad.

21 Pueden ser costumbres inmorales generalizadas (como la corrupción de funcionarios públicos), o de leyes injustas (como las leyes sobre el aborto), etc. Estas estructuras de pecado deben ser eliminadas y sustituidas por estructuras justas. Es una tarea que corresponde especialmente a los fieles laicos, que están llamados a santificar el mundo desde dentro. Divorcio

22 Para que haya estructuras justas ha de haber hombres justos.
La santidad de los fieles promueve en la sociedad terrena un nivel de vida más humano. El empeño por vivir con coherencia las normas de moral profesional, además de ser condición necesaria para santificar el trabajo

23 profesional, es un medio de capital importancia para cristianizar las relaciones profesionales y la entera sociedad desde dentro.

24 4. La autoridad a) Toda comunidad humana necesita de una autoridad que la gobierne. Esta tiene su fundamento en la naturaleza humana. Es necesaria para la unidad de la sociedad. Su misión consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad.

25 La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios (cfr. Rom 13,1).
Pero la determinación del régimen y la designación de los gobernantes han de dejarse a la libre voluntad de los ciudadanos. En cuanto a los sistemas políticos,

26 la Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas, y les permite elegir y controlar a sus gobernantes. La ordenación democrática del Estado es parte del bien común.

27 Pero el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve: fundamentales e imprescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos inviolables. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo.

28 La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral.
No debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común. Debe practicar la justicia distributiva, evitando el favoritismo y todo interés personal contrario al bien común.

29 La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los gobernantes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia.

30 Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Act 5,29).
e) Si la autoridad pública puede, a veces, renunciar a reprimir aquello que provocaría, en caso de estar prohibido, un daño más grave, sin embargo nunca puede legitimar, como derecho de los individuos

31 —aunque éstos fueran la mayoría de los miembros de la sociedad—, la ofensa infligida a
otras personas mediante la negación de un derecho suyo tan funda-mental como el de la vida.

32 5. El bien común Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de cada uno está necesariamente relacionado con el bien común. El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas.

33 Por bien común se debe entender el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección. El bien común comporta tres elementos esenciales:

34  respetar a la persona y a su libertad: el bien de la persona —y, por tanto, el bien común— no es sólo de orden material sino también espiritual; procurar el bienestar social y el desarrollo humano integral; promover la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo.

35 d) El ámbito del bien común no es sólo la ciudad o el país.
Existe un bien común universal. Para promoverlo se requiere una organización de la comunidad de naciones.

36 6. Participación en la vida pública
a) Participar en la promoción del bien común, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, es un "deber inherente a la dignidad de la persona humana. Nadie se debe conformar con una ética meramente individualista.

37 b) Esta participación se realiza, ante todo, por medio del cumplimiento responsable de los propios deberes familiares y profesionales y de las obligaciones de justicia legal (como, por ejemplo, el pago de impuestos). También se realiza mediante la práctica de las virtudes, especialmente de la solidaridad.

38 C) Además, los ciudadanos deben cuanto sea posible tomar parte activa en la vida pública.
La iniciativa de los fieles laicos es particularmente necesaria para lograr "que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas impregnen las realidades sociales, políticas y económicas.

39 No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de los fieles laicos, que actúan por su propia iniciativa con sus conciudadanos. La acción social puede implicar una pluralidad de vías concretas.

40 d) Justicia y caridad: Solamente con la justicia no es posible resolver los problemas de la sociedad. Pide mucho más la dignidad del hombre, que es hijo de Dios. La caridad ha de ir dentro y al lado, porque lo dulcifica todo, lo deifica.

41 Presentación de estudio
Buenos Aires, 23 de junio 2008 Auditorio del CUDES P. Juan María Gallardo Presentación de estudio para que los asistentes puedan estudiar los contenidos de la clase y para que, quien quiera utilizarla, pueda modificarla según su propio estilo P. JMG


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