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Para Salvarte P. Jorge Loring La Fe
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La fe es tan necesaria como las buenas obras.
Quien no cumple los mandamientos no puede salvarse. Dice el Apocalipsis: «Los muertos serán juzgados conforme a sus obras». Dijo Cristo : «No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial». Y «si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos»; «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos».
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«La fe sin obras está muerta»
Por las obras se ve la fe. «El hombre se justifica por las obras, y no solamente por la fe». Cuando San Pablo dice: “...a los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se limita a hacernos conocer el pecado” (Rom. 3, 20), está haciendo referencia a la ley de los judíos, a la Torah, (Antiguo Testamento/Antigua Alianza), que incluía muchas cosas innecesarias para un cristiano, como la circuncisión. Pero no excluía toda la ley, por ejemplo la caridad
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Pero, para salvarse, también se necesita la fe.
La fe es la raíz de toda justificación. Para salvarse es necesario el estado de gracia. Y sin la fe no es posible el estado de gracia. Sin ella no es posible salvarse. Tenemos obligación de creer todas las verdades que la Iglesia manda creer.
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Jesucristo dijo a los Apóstoles, cuando los envió a predicar por todo el mundo: «Id e instruid a todas las gentes, enseñándoles a observar todas las cosas que Yo os he mandado»; «El que creyere, se salvará; y el que no creyere, será condenado». San Pablo habla de los que “hacen profesión de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan” (Tit. 1, 16). Para salvarse, es necesario el estado de gracia, lo cual es imposible si no hay fe; dice la Carta a los Hebreos (11, 6): “sin la fe no es posible agradar a Dios”. Nos recuerda el P. Cándido Pozo S.I. que tenemos obligación de creer todas las verdades de fe que la Iglesia manda creer (“La fe”, VI. EDAPOR, Madrid, 1986). Jesucristo lo advirtió con su claridad acostumbrada: “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial” (Mt. 7, 21). Y “si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos” (Mt. 19, 17). Además, dijo el Señor: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (Mt. 19, 17).
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Las virtudes teologales son la fe, la esperanza y la caridad.
Dice el Compendio del CATIC: “La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado, y que la Iglesia nos propone creer, dado que Dios es la Verdad misma. Por la fe, el hombre se abandona libremente a Dios; por ello, el que cree trata de conocer y hacer la voluntad de Dios, ya que «la fe actúa por la caridad» (Gal. 5, 6)”.
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