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Publicada porMaría Dolores Castillo Agüero Modificado hace 9 años
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Alentadas por el soplo del Espíritu Divino, las obras de caridad con acelerado ritmo se extendían más y más como las aguas de un río.
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Con verdadero desvelo de unos padres por sus hijos, Vicente y Luisa buscaron entre extraños y entre amigos recursos para aliviar a tantos pobres mendigos.
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Llamaron a todas puertas, hasta del palacio mismo; pidieron por caridad a los nobles y a los ricos, para poder darles pan y una prueba de cariño a tantos desamparados, de todo bien desprovistos;
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aunque estos les supusiera un sacrificio continuo aquellos hombres de pueblo sin comida y domicilio, aquella masa de pobres y de harapientos mendigos, que paseaban las calles como cadáveres vivos, eran la cara doliente del crucificado Cristo, que otra vez en esos cuerpos padecía su martirio.
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Pobres que pedían pan para saciar su apetito y tan solo recibían el desprecio del olvido; miembros de una sociedad compuesta de pobre y rico, separados unos de otros por el dinero maldito.
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Una sociedad sin alma y repleta de egoísmo, que olvidaba que el Señor a todos iguales hizo y que eran todos hermanos, por ser todos de Dios hijos.
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Ellos nunca se fijaron si eran o no sus amigos y a través del rostro humano supieron ver el de Cristo.
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¡Dichosos Luisa y Vicente, porque los dos al unísono, trataron siempre a su prójimo como si fuera Dios mismo…! Ellos supieron vaciarse en sus hermanos mendigos, sin reservar para si ni un denario en el bolsillo.
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IMÁGENES DE INTERNET Y CREACIONES PERSONALES TEXTO: MANUEL HERRANZ. C.M. MÚSICA: RIO DE LA VIDA.WAV ADAPTACIÓN: ADAPTACIÓN: Sor María Vicenta hc GRACIAS POR RESPETARLO INTACTO
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