Sacramentos 45 Eucaristía 15 Misa 5 Los 4 fines de la Misa.

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Transcripción de la presentación:

Sacramentos 45 Eucaristía 15 Misa 5 Los 4 fines de la Misa

Participaremos mejor y más activamente si comprendemos mejor para qué es la Misa. De hecho son los 4 fines que tiene todo sacrificio que se ofrece a Dios. Y son también los 4 fines principales que tiene toda oración que dirigimos a Dios: para alabarle, para darle gracias, para reparar los pecados y para pedir por nuestras necesidades.

El fin 1º es adorar a Dios. El ser humano está en la tierra, ha sido creado, para adorar y alabar al Señor. Adorar es postrarse ante Dios, reconociendo el supremo dominio que tiene sobre toda la creación. Es reconocer su majestad infinita y nuestra propia pequeñez y que dependemos por completo de Dios. Hay personas que se adoran a sí mismas o al dinero y creen rebajarse si adoramos a Dios.

Pero Dios es sobre todo bueno y por lo tanto adorarle no puede ser defectuoso o dañino para nosotros, sino es realizar algo esencial: reconocer que Dios es infinito y nosotros creaturas. Jesús nos enseñó que Dios es amor y por lo tanto adorarle, que debemos hacerlo por nuestra esencia, es al mismo tiempo nuestra felicidad: ahora y para siempre.

Nosotros con nuestras fuerzas nunca podremos adorar a Dios como se merece. Ni por medio de la inteligencia, porque nunca podremos comprender lo infinito de Dios, ni por la voluntad incapaz de rendirse plenamente ante la grandeza de Dios. Los santos se han rendido bastante; pero cuesta mucho reconocer y adorar plenamente a Dios.

Jesucristo sí que podía adorar plenamente a Dios, porque era Dios y hombre al mismo tiempo. Pero esta obligación de adorar a Dios es de todos, porque Dios no puede dispensar a nadie de reconocer y proclamar la supremacía absoluta de Dios. Entonces ¿Qué puede hacer el hombre imposibilitado por su pequeñez? En el Ant. Test. encontramos alguna queja como cuando Isaías (6,4) se ve como hombre de labios manchados. Algo así hace-mos el principio de la misa.

Pero Jesús quiso venir en nuestra ayuda Pero Jesús quiso venir en nuestra ayuda. La verdadera adoración debe hacerse por medio de un sacrificio. El de Jesucristo tenía un valor infinito, un valor que se renueva constantemente por medio de la misa. Así que por medio de la misa adoramos plenamente a Dios.

Se cuenta de una santa que en un momento de gran emoción, deseando alabar a Dios le decía: “Oh si tuviera mil lenguas para alabarte más…, si tuviera todos los corazones para amarte…, si tuviera todos los imperios… Y escuchó una voz interior que le decía: “Una sola misa me da más gloria que todo eso”. – Una sola misa da más gloria a Dios que toda la creación junta con ángeles y santos.

Ello es porque el verdadero sacerdote y víctima son iguales a Dios Ello es porque el verdadero sacerdote y víctima son iguales a Dios. Esta glorificación absoluta a Dios se consigue aunque el sacerdote ministerial sea indigno. Por eso al terminar la gran oración de todo lo que es la consagración, el sacerdote, levantando un poco el cuerpo y la sangre de Cristo, dice: “Por Cristo. con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”. Y todos responden: “Amén”.

Toda la gloria se da al Padre por medio de Cristo, que está allí verdaderamente presentándose sacrificado por nosotros. Así que a la santa misa, que es la reunión de todos, vamos primeramente para alabar a Dios.

Vine a alabar a Dios.  Automático

Vine a alabar a Dios. 

Vine a alabar su nombre.

Vine a alabar a Dios. 

Él vino a mi vida en un día muy especial,

cambió mi corazón en un nuevo corazón.

Esta es la razón por la que digo que ...

vine a alabar a Dios. 

Vine a alabar a Dios. 

Vine a alabar a Dios. 

Vine a alabar su nombre.

Vine a alabar a Dios.  Hacer CLICK

El 2º fin de la misa, unido al de adoración, es el de darle gracias El 2º fin de la misa, unido al de adoración, es el de darle gracias. Al adorar a Dios debemos reconocer que Dios nos ha dado muchas cosas. Por lo tanto debemos darle gracias. Muchas son las cosas que nos ha dado. En el orden natural: la creación, la conservación, los beneficios particulares de cada uno, los peligros de que nos ha librado. Continuamente se dan circunstancias buenas venidas de las manos bondadosas de Dios.

Se dice de san Francisco de Asís que un día de mucho calor, yendo con un compañero, junto al camino ven un sitio verde y una fuentecita. Con eso pudieron mojar el pan duro que llevaban para comer algo. San Francisco se puso a llorar, pensando cómo Dios desde toda la eternidad había preparado esos árboles y esa fuentecilla para ellos. Así en la vida nos encontramos con tantas cosas hermosas a las que no ponemos atención.

Mayores son los favores de Dios en el orden sobrenatural: Todo lo que es la Redención. Por la maldad humana estábamos destinados a estar apartados de Dios por siempre. Y Cristo Jesús, con su muerte en la cruz, nos abrió las puertas del cielo. Ahora podemos llamar a Dios “Padre” con toda propiedad y esperar la herencia del cielo.

Sin embargo el ser humano era ingrato y, si quería agradecer a Dios, era impotente ante la grandiosidad de los beneficios divinos. Por eso Jesús mismo se ofreció como hostia de alabanza, de gratitud y acción de gracias. Jesús, al instituir la Eucaristía, al tomar el pan, dio gracias a su eterno Padre. Es algo que va unido al santo sacrificio.

Tan importante es el dar gracias en el sacrificio de Jesús, que ha quedado el nombre de “Eucaristía”. Al darle gracias a Dios en la misa por sus beneficios, Dios queda satisfecho porque se realiza por medio de Jesús. Así se dice, de una u otra manera en el Prefacio: “Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias, Señor, siempre y en todas partes”.

Por eso se llama el sacrificio eucarístico. A esta proclamación de acción de gracias, el pueblo responde con el “santo, santo”, que es la respuesta solemne de alabanza a Dios. Por lo tanto con la misa podemos dar suficientes gracias a Dios por todos los beneficios. Por eso se llama el sacrificio eucarístico.

Este dar gracias a Dios es corresponder al inmenso amor que primero Él nos tiene y nos lo ha probado. Por eso reconocemos que Él es grande y nosotros pequeños o más bien creaturas de Dios. Y con alegría, muchas veces al final de la misa, le damos gracias precisamente por esa misa que hemos celebrado.

Te den gracias todos los pueblos, Automático

que todos los pueblos te den gracias.

Te den gracias todos los pueblos,

que todos los pueblos te den gracias.

Señor, Señor, Señor, gracias te damos,

por esta Misa que hemos celebrado;

tu Cuerpo y Sangre ya hemos recibido,

volvemos a la vida entusiasmados.

Te den gracias todos los pueblos,

que todos los pueblos te den gracias.

Te den gracias todos los pueblos,

que todos los pueblos te den gracias. Hacer CLICK

Uno de los fines principales de la misa es el perdón de los pecados Uno de los fines principales de la misa es el perdón de los pecados. Aquí hablamos del perdón de diferente manera que cuando lo tratemos en la Confesión. Cristo por medio de su sacrificio expió por nuestros pecados. Y Dios va destruyendo la maldad del pecado por medio de lo que ahora se realiza en el altar, que es lo mismo de la cruz.

El hombre con un pecado verdaderamente grave pretende matar a Dios El hombre con un pecado verdaderamente grave pretende matar a Dios. Este pecado sólo se puede expiar con la destrucción de su propio ser. Pero como no se puede quitar la vida, ya que ésta es sólo de Dios, para satisfacer por esos pecados en el Ant. Test. sacrificaban animales. Estos sacrificios agradaban a Dios por la buena voluntad de quienes los ofrecían; pero eran insuficientes, pues el pecado mortal tiene una malicia infinita.

¿Cómo podría un hombre ofrecer un sacrificio de valor infinito ¿Cómo podría un hombre ofrecer un sacrificio de valor infinito? Por eso Dios le ayudó sacrificándose Él mismo. Con este sacrificio expió todos los pecados; pero los frutos de esa expiación era necesario que fuesen presentados sin cesar ante la justicia divina para darle una satisfacción perpetua.

Y era necesario que se difundiera perpetuamente para preservar las almas y salvarlas. Eso es la Misa: Continúa y aplica la obra redentora del Calvario y lo hace con una eficacia semejante a ella. Tenemos una deuda inmensa con Dios y como aquel de la parábola del evangelio, nos postramos ante el Padre Celestial y le decimos: “todo te lo pagaremos”. Por nosotros no podemos; pero sí por medio del sacrificio de Jesucristo.

Esta es la expiación principal; pero nosotros debemos unirnos al sacrificio de Cristo. Cuando uno se une a Dios de corazón sincero, con recta fe, con temor y respeto, contrición y penitencia, se obtiene, como ya decía el Conc. de Trento, misericordia, gracia y auxilio oportuno. Y si no ponemos obstáculos, se nos da la gracia actual necesaria para el arrepentimiento de nuestros pecados.

Debemos saber que para que se perdone el pecado grave es necesario el sacramento de la confesión. Pero en la misa podemos obtener la gracia especial para el arrepentimiento. También se nos quita en la misa la pena temporal que quedaba pendiente por los pecados. Así que en la misa hay un potencial muy grande de perdón, según sean nuestras disposiciones. La misa es como un canal de redención por donde van las aguas redentoras del Calvario.

Recordando el suceso de Moisés cuando tenía los brazos en alto para que vencieran los israelitas, vemos que en el mundo hay muchas maldades, pecados que claman contra Dios. Pero al mismo tiempo sobre el altar se eleva el perfume santo del sacrificio de Jesús. Dios nos espera en el altar.

Ante el Señor llevamos nuestras inquietudes, las cosas buenas y las cosas malas que hemos hecho. Pero Dios es amor y, aun en medio de nuestras miserias, llevemos el alma tranquila, porque, puestos en las manos del Señor, saldremos con más amor. Él nos espera en el altar.

Dios te espera en el altar, vamos todos hasta Él, Au- to- má- ti- co

llevemos nuestra sonrisa, la inquietud, nuestra hambre y nuestra sed.

Dios sobre todo es amor, quiere nuestra salvación;

Que juntos nos salvemos, para ir de la mano hasta Dios.

Al entrar en la casa de Dios, libre de rencores he de entrar,

llevar el alma tranquila y pensar que al salir más he de amar.

Ese es Cristo, ese es Dios.

Ese es Cristo, nuestro Dios.

Ese es Cristo, ese es Dios.

Ese es Cristo, nuestro Dios.

Allí está María con Jesús. AMÉN