Hoy, 1 de noviembre, la Iglesia se viste de fiesta para celebrar con gran alegría el triunfo de tantos Santos que, a través de los siglos, alcanzaron la bienaventuranza eterna pero cuyos nombres no son conocidos.
El origen de esta sentida fiesta se remonta al siglo IV, cuando en la Iglesia de Oriente se empezó a invocar a los santos, cuyos nombres eran ignorados, o no reconocidos oficialmente por la Iglesia.
En el siglo VII, Bonifacio IV, dedicó a la Santísima Virgen y a los mártires, el Panteón de Roma construido en honor a Augusto y a las deidades romanas.
En el año 835, el Papa Gregorio IV extendió esta fiesta a la Iglesia Universal.
Unidos, pues, a cuantos hoy celebran sus santos familiares y locales, no reconocidos oficialmente por la Iglesia, brindemos nuestro sentido aplauso a todos los santos.
Todos los santos, ustedes son: “La gran muchedumbre que nadie puede contar de todas las naciones, tribus y lenguas, que a través de los siglos, han alcanzado la bienaventuranza eterna”. A ustedes hoy celebramos e invocamos. Ustedes, los Santos Anónimos, que sabiamente supieron escoger el camino de la pobreza y humedecieron con lágrimas el camino de sus vidas.
Ustedes que sufrieron injusticias y sintieron hambre y sed de justicia, que ejercieron misericordia y supieron mantenerse con el corazón limpio, que trabajaron por la paz y recibieron insultos, fueron perseguidos y calumniados.
A ustedes invocamos y felicitamos, porque sabemos que, según la promesa, poseen ahora el Reino de los cielos, han heredado la tierra prometida, han recibido el consuelo y han sido saciados, han alcanzado la misericordia de Dios, y son llamados “hijos de Dios”.
Hoy recordamos a aquel enfermo que sufrió con ejemplar paciencia, aquel niño que buscó siempre el abrazo del padre, aquel albañil que fue fiel en su trabajo y en su familia, aquella monjita que vivió a conciencia su consagración.
Aquellos de quienes, cuando descansaron de sus días, más de uno comentó: ¡Fue un santo! ¡Verdaderamente un santo! Felices Ustedes porque ahora ven a Dios por toda la eternidad.
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