Relato
En cierta ocasión, varios amigos viajaron al Ashram de su Maestro. Dos de ellos, pidieron una habitación, sólo para ellos.
Se sentían muy felices, pues querían disfrutar al máximo la estancia en ese lugar.
Mientras se instalaban, otro amigo se acercó y les pidió que compartieran con él, esa hermosa habitación.
Los dos aspirantes a discípulos, lo echaron con cierto disimulo, insistiendo que ellos no habían viajado desde tan lejos para pasar incomodidades.
Que sus intenciones eran, disfrutar de la paz de ese lugar y no querían interrupciones ni incomodidades.
Le indicaron que le solicitara ese favor a otra persona.
Cuando visitaron a su maestro, le contaron sobre el incidente. El maestro contestó: Me alegro que estén aquí, pero han procedido mal. Dios está en esa persona que acaban de echar.
No hay ninguna excusa que justifique su proceder, así que retírense de mi lado y sólo regresen cuando se sientan arrepentidos por lo que hicieron.
Más tarde se le acercó al Maestro otro visitante. Luego de saludarlo le dijo: Maestro dos seguidores tuyos han obrado mal conmigo. Les pedí que me dieran albergue y me echaron. Luego conocí a otro, que sí me trato de buena manera, después de contarle todo lo que me había ocurrido.
El Maestro le contestó: Has procedido mal. Tú no debiste hablar mal de ellos para ganar la simpatía con el nuevo amigo. Esa no es la manera de solucionar un problema. Retírate y regresas sólo cuando estés arrepentido.
Un tiempo después, se le acerca un cuarto visitante diciéndole: Señor, he venido a darte las gracias pues he conocido a uno de tus discípulos.
Él fue echado por dos de sus compañeros y yo, viendo a Dios en él, lo recibí en mi habitación. Es ahora mi amigo.
Compartí esta alegría contándolo en una reunión que tuve hace unos minutos. ¡Bendíceme Maestro!
El Maestro contestó: Has procedido mal. Creíste que eras tú el que recibías al nuevo amigo… Eso hinchó tu ego.
Por otra parte, permitiste que él hablara mal de sus compañeros de viaje y luego te regocijaste en la reunión sintiéndote bueno y generoso ante los demás.
Nadie debe saber lo que hacemos o dejamos de hacer. Es una forma de recordar que en cada situación, las decisiones tomadas son entre tú y Dios, y nadie más.
Tú actuaste guiado por el ego pregonándolo a todos. Retírate y regresas sólo cuando estés arrepentido.
Al otro día, el Maestro llamó a solas a los cuatro visitantes. Los indujo a ser más concientes de sus acciones, diciéndoles: Quiero que estén felices por este maravilloso momento que estamos compartiendo... Cada acción que realizamos debe servir para reflexionar y para discernir con la finalidad de poder oír nuestra conciencia.
El amigo ofendido, debe agradecer a quienes le negaron la habitación porque, gracias a ellos, pudo entender que ante las dificultades y los malos ratos debe hacerse silencio y entregarle a Dios todos los problemas sin juzgar a nadie.
Él fue el instrumento para que los dos amigos entendieran que a pesar de tener dinero, nada le pertenece a nadie, además Dios se les puede presentar de cualquier forma para que puedan expresar su humanidad.
Pues todos son sus propios instrumentos, que a su vez sirven de estímulo en la manifestación de las buenas acciones en otros.
El que lo hospedó, debe agradecer a los que se equivocaron, porque gracias a su egoísmo, tuvo la oportunidad de servir. Pueden irse ahora, reformen su carácter con cada una de sus acciones.
Ámense los unos a los otros y recuerden que Dios se encuentra en cada uno de ustedes. Fotografías de la Web