Un pobre enfermo se estaba muriendo. Viéndole así, su familia avisó al médico.
Este tardó horas en llegar, presentándose al final de la tarde. Reconoció al enfermo, lo auscultó y le dijo:
Usted está bastante mal, según veo, y se morirá, pero, gracias a mi ciencia y a mi experiencia, puedo decirle que, si usted hubiese tomado tal medicamento, no estaría ahora en este estado.
El pobre enfermo, afligido y desesperanzado, se volvió de espaldas al médico y le contestó:
Me parece muy bien su apreciación, pero su consejo me ha llegado demasiado tarde. ¿De qué me sirve ya su buen medicamento?
Y, al día siguiente, falleció.