“¿Quién manda en el matrimonio?” Miguel-A.
Se habla mucho de las relaciones de pareja. Y me parece que no encontramos un punto justo. En primer lugar, cada caso, es cada caso, y no debiera marcar tendencias. A mi juicio, tales relaciones, en teoría, debieran ser un equilibrio de amor. Y cuando tal equilibrio se rompe, cada uno de los miembros de la pareja lucha con sus propias armas... y cada miembro de la pareja tiene su artillería... más o menos pesada. Es cierto que ya queda muy desfasado y sin sentido lo de “donde hay pantalones, no mandan faldas”. Pero no es menos incongruente que ciertos energúmenos que saltan a la prensa por el uso de forma llamativa de la violencia, califiquen a todo un colectivo.
He aquí que en la tierra se muere todo el mundo, y van directos al cielo. Aparece Dios, y dice: - Quiero que los hombres hagáis dos filas: Una a mi izquierda para los hombres que dominaron a sus mujeres en la tierra... y otra a la derecha para los hombres que fueron dominados por sus mujeres. Mientras yo doy esta conferencia, las mujeres que se vayan con San Pedro a la otra sala.
Dicho y hecho, las mujeres siguieron a San Pedro, y los hombres formaron dos filas. La fila de la derecha, la de los hombres que habían sido dominados por sus mujeres, era de cien millas de longitud, y en la fila de la izquierda, la de los hombres que dominaron a sus mujeres, había un solo tipo.
- Deberíais avergonzaros de vosotros mismos -gritó Dios, enfurecido, dirigiéndose a la fila de la derecha-. Os cree a mi imagen y semejanza. ¿Y qué habéis hecho? Habéis sido vapuleados por vuestras mujeres, las que os di por compañeras. Mirad a mi izquierda. ¡Ése es el único de mis hijos que ha sabido poner orden en el matrimonio! ¡Tomad ejemplo! Me enorgullezco de él. ¡Vosotros sois unos calzonazos!.
Se abrió un dramático silencio. - Y tú, hijo mío -siguió Dios, dirigiéndose al tipo solitario de la izquierda-, cuéntales a estos imbéciles cómo te las has arreglado en tu matrimonio para hoy ser el único hombre en esta fila?.
Y en tipo respondió: - ¡No sé! Mi mujer me ha dicho: “¡Quédate aquí quieto y no te muevas. Voy a la otra sala con San Pedro, y enseguida vuelvo!".