El sello lacrado Con todo esto, lo aprendido y lo desaprendido, voy a escribir sobre esta importante cuestión –desde mi punto de vista

El estado de necesidad y … “la loca de la casa” Todos los delitos, y entre ellos el robo y el hurto y también la apropiación indebida, se excusan cuando se está en estado de necesidad. Pero los hombres cuando edifican su derecho, tan pormenorizado, exigen una casuística muy compleja para que pueda aplicarse la eximente, y uno de los requisitos imprescindibles –”que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionadamente por el sujeto”-no se da en mi caso, ya que escribo estas cartas voluntariamente, por mi propio deseo y soy su autor intencionado y consciente y la “loca de la casa”, mi imaginación –como la llamaba Santa Teresa de Jesús-- , bien podía haber buscado otro argumento, sin tener necesidad de robárselo, a una amiga de mi mujer que tuvo un bello sueño.

El Libro de la Vida Soñó esa amiga que hay una isla en el cielo –una estrella entre las estrellas– donde existe un castillo hecho de hecho de trozos de luna y de sol, de plata y oro, donde se encuentran las almas recién creadas, en espera de ser asignadas a unos cuerpos hechos por unos padres generalmente en trance de amor. Y un ángel, por mandato de Dios, es el encargado de portar el alma para depositarla en el cuerpo y entonces pasa a ser guarda en la tierra, hasta que éste, investido con sus culpas y buenas obras, se presenta ante quien custodia el Libro de la Vida que le señalará el lugar que eternamente debe ocupar. Unas almas encarnan en cuerpos bellísimos; otras en cabezas privilegiadas; otras en cuerpos tarados que tienen que caminar con deficiencias más o menos marcadas, e incluso algunas se alojan en seres con cerebros malformados que limitan, como montañas insalvables, sus medios de expresión. Pero estas almas, las que penetran en estos seres, son tan perfectas como las otras almas, y su ángel de la guarda –para el que no lo sepa, es dogma de fe que todos tenemos un ángel de la guarda asignado desde que nacemos hasta que morimos– tiene reservado un quehacer más importante que el resto de los ángeles, no solo el de la vela permanente, sino el inicial consistente en proceder a una cuidadosa selección de los padres que han de ser, día tras día, colaboradores suyos para ayudar a ese hijo a realizar las labores mermadas por su incapacidad. ¡Lávate las manos, mi vida! ¡Ay esta niña, que no quiere sonarse!. ¡No llores mi amor, porque cuando tú lloras a todos nos haces llorar!. ¿ No ves mi corazón, que tu eres la niñita eterna, la más buena y querida del mundo?. Qué difcil misión tiene atribuída este ángel: elegir a unos padres que sean capaces de cantar cuando le caen las lágrimas, que sepan dar gracias a Dios por los infortunios de sus hijos; que posean la necesaria fortaleza para ser narradores de cuentos sin palabras y que sólo son transmisibles a través de la mirada que sirve de lecho al amor.

El dolor es la piedra de toque del Amor Hay frases que se recuerdan aún cuando hayamos olvidado su autoría, y una de ellas la tengo incrusta en mi corazón: “no se sabe lo que es el amor hasta que se ha sufrido juntos”. Ves, mi Susanita querida, nosotros vivimos en comunidad de amor: mamá tu y yo –tus hermanos, que también te quieren, moran en nuevos paisajes buscados por su libre elección– y ese ángel de la guarda que un día nos pensó a los tres para atarnos con un nudo que nadie ni nada pueda romper ya que esta labrado con el sello del bendito dolor, que todo lo purifica ennoblece. ¡Qué inexpresable encanto –indefinible– tienen aquellos que sufren!. Te besa una y mil veces tu: PAPÁ