Tras largos días de caminar por el desierto, a los israelitas empezó a faltarles el agua y los alimentos. "¿Qué comeremos? ¿Y qué beberemos?” empezaron a lamentarse, "mejor hubiera sido no salir de Egipto".
"El Señor no nos abandonará." decía Moisés intentando calmar sus preocupaciones. Así sucedió, pues Yaveh envió sobre ellos una verdadera nube de chillonas codornices con lo que hubo carne para todos, pero tras dos meses de marcha de nuevo, las provisiones volvieron a agotarse y los descontentos murmuraron contra Moisés y Aarón.
Al día siguiente, al despertar, vieron todos que el campamento y sus alrededores estaban cubiertos por unos granitos de color blanco, menudos y redondos.
"Éste es el pan que Dios nos envía del Cielo," dijo Moisés "recogedlo y coméroslo, pues nos va a servir como alimento en el camino." Los israelitas comieron aquel extraño manjar, Sabroso y dulce como la miel y lo llamaron "Maná".
Pero acabo de algún tiempo, la falta de agua provocó de nuevo el descontento. Moisés, por mandato de Yaveh, golpeó con su vara la roca de Horeb y brotó de ella un abundante chorro de agua. "¡Dios sea loado!" exclamaron los israelitas.
"No murmuréis más," les riñó Moisés "y reconoced la Gloria de Dios, que los ha sacado de Egipto para llevaros a la libertad y a la tierra de promisión."
La Palabra de Dios nos enseña que en lugar de murmurar contra El en medio de las necesidades es mejor y más provechoso confiar en su divina providencia que nos guiará hasta encontrar lo que en verdad necesitamos. Querido Jesús, que no nos falte el pan de cada día para poder servirte mejor y sobre todo el alimento espiritual de tu Palabra y el maná celestial de la Eucaristía donde estás presente. Amén.
Los archivos del mes puedes descargarlos en: Si deseas recibir archivos sobre Educación Católica para Niños envía un correo sin asunto y sin texto a: Servicio Gratuito