automática
Un hombre susurró: -Señor, háblame. Y entonces cantó un pajarito. Pero el hombre no escuchó.
Entonces, el hombre gritó: -Señor, háblame. Y se oyeron truenos a través de un colchón de nubes. Pero de nuevo el hombre no escuchó.
El hombre miró a su alrededor y dijo: -Señor, déjame verte. Y una estrella brilló en el firmamento como nunca había brillado. Pero el hombre no miró al cielo y no la vio...
Entonces el hombre, indignado, gritó fuertemente: -Señor, déjame ver un milagro. ¡Y nació su hijo! Pero el hombre no se dio cuenta de la nueva e irrepetible vida que comenzaba.
Entonces gritó desesperado: -Señor, tócame, déjame sentirte. En ese momento, Dios bajó del cielo y tocó al hombre en su mejilla suavemente. Pero el hombre quitó de su rostro la linda mariposa y siguió su camino.
Esto nos debe recordar que Dios siempre está a nuestro lado, en todo, en lo grande y lo sencillo, y en cosas a las que no prestamos mucha atención.
El hombre gritó llorando: -Señor, necesito tu ayuda. Y en ese momento le llegó un con buenas noticias, dándole aliento, y con la oración y el abrazo de alguien que le le quería... Pero el hombre no lo vio... Siguió trabajando y lo borró sin leerlo. No te pierdas de una oración ni de un buen amigo sólo porque la envoltura no es lo que tú esperas.
Dios nos habla a través de las personas más sencillas y menos esperadas. Este mensaje te ofrece una invitación y una llamada, precisamente a ti.
Tú puedes hacer lo mismo, reenviándoselo a quien quieras de corazón. Espera siempre lo inesperado. ¡Que Dios nos bendiga!