Mirando debajo de las uñas, ¿qué uno encuentra? Ir revisando los pasos, oir sus movimientos los sonidos ora espuma de la tinta salpican chapuzones, ora caen por los bordes, por el centro. Sólo a ratos la perfecta zambullida deja verlos y es la gloia. Se respira. Cuando callan se prolonga en el vacío la sonrisa. En el líquido de sangre es dónde mejor se trasmiten los bullicios. No debiera, pero a veces, ahí los juncos. Es así, son como una mano estorbando sinfonías; no debiera eso dicen y de tal, pobre la física cuando el instrumento que canta son los dedos. Recorrer los escalones uno a uno, los sonidos pueden ser un puñal que no perdona, y el ahogo a veces es un mar insuperable, que te ola y lleva la resaca hacia el abismo; quién pudiera hacer la partitura sin la oreja; pobre pulso barquito en el mar de las imágenes. Ya recuerdo, no me aclares, pan comido: no siempre hipotenusas llegan antes. Ergasto 3-12