Eones atrás, las primeras chispas de vida en la tierra fueron forjadas en crisoles de fuego vivo.
Al enfriarse roca, aire y agua, el océano dió a luz el silencioso milagro de la primera vida...
Un árbol antiquísimo, Pewén, lo observaba todo, durante más de dos mil siglos …
Desde las cumbres nubladas y profundos valles donde moraban dinosaurios.
El mundo de Pewén traía magia y misterio a la mente asombrada de los primeros seres humanos.
Vivían una vida temerosa en los espacios solitarios entre bestias y oscuridades.
Daban gracias esperanzados al ver el alba de cada nuevo día.
Así nombraron este bosque de Pewén el 'CAÑI' – la visión de transformación eterna.
Cañi... un pergamino que relata la historia de la vida en la tierra.
Todavía quedan reflejitos de los dinosaurios, teñidos de arcoiris.
Las flores trajeron frutos que nutrieron la explosión de nueva vida por la faz de Gaia entera.
La gente Pewenche, venerando el Pewen, levanta plegarias al viento para bendecir la tierra.
Las plegarias vuelan como el cóndor, por los cuatro vientos... pidiendo respeto, vida larga y fecunda para todo lo que vive en nuestra madre tierra.