Don Quijote de La Mancha Capítulos XX, XXI y XXII Cèlia Fernández Matges

Capítulo XX. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha Don Quijote y Sancho escuchan un extraño ruido y no saben por qué es provocado. Don Quijote decide aventurarse en la oscuridad y enfrentarse a ese ruido. Antes de irse le dice a Sancho que se espere allí durante tres días y que si en tres días no ha vuelto que se vuelva a su aldea para informar a Dulcinea de su digna muerte en una batalla. Al oír tal decisión Sancho se echa a llorar y le suplica que por lo menos se espere hasta mañana a que amanezca. Don Quijote no cambió de idea así que Sancho ató las patas de Rocinante con el cabestro de su asno y cuando Quijote quería marcharse no pudo ya que el caballo no podía moverse. Debido a esto, tuvo que esperarse hasta el amanecer y, de mientras, Sancho le explicó la mejor historia (para él), la del romance entre el pastor Lope de Ruiz y la pastora Torralba. El ruido se seguía oyendo así que le entró tal miedo al cuerpo que se hizo sus necesidades encima.

Capítulo XXI. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero. Don Quijote y Sancho se cruzan con un barbero. En ese instante está lloviendo con lo cual, el barbero utiliza una bacía para cubrirse la cabeza. Don Quijote confunde su bacía con el yelmo de Mambrino y ataca al barbero para quitarle su bacía y Sancho los arreos del asno. El barbero se cae del asno y Sancho recoge la bacía del suelo. Se va corriendo y el escudero le pregunto a don Quijote qué es lo que deben hacer con su asno. Este le responde que está mal robar a los vencidos. Así pues, cuando terminan de almorzar siguen su camino. Sancho le propone a don Quijote que se pongan al servicio de un emperador para ganarse un jornal y así se escribiría sobre sus aventuras. Don Quijote no piensa que sea una mala idea pero antes de eso quiere coger fama para ganarse al rey y que lo recibe con gran halago.

Capítulo XXII. De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir. Al iniciar el capítulo XXII el narrador narra la historia en tercera persona refiriéndose al original autor: Cide Hamete Benengeli. Don Quijote y el escudero iban caminando por un descampado cuando de repente se encontraron a unos galeotes presos que iban vigilados por unos comisarios armados. Don Quijote les preguntó a estos el porqué de esos presos y se lo explicaron. Como encontró injusto que esos hombres estuvieran condenados a trabajar para el rey decidió que tenía que liberarlos. Cuando terminó la batalla con la guardia real, les dijo que fueran a visitar a su amada Dulcinea para contarle que había liberado de sus penas a unos condenados. Los galeotes no quisieron cumplir ese favor y, además, empezaron a saquear y apedrear a don Quijote y a Sancho. Los dejaron casi desnudos.