El Verdadero Santa Claus????

Hola: Soy San Nicolás de Bari. He decidido escribirte porque veo que en muchas partes del mundo los niños no creen en mi. En parte tienen razón porque hay muchas personas que intentan disfrazarse como yo.

Los santos siempre cuidamos la salud Lamentablemente en su disfraz se ponen grandes cojines para simular una gran barriga, cosa que yo nunca tuve, porque yo siempre cuidé mi salud. Los santos siempre cuidamos la salud

“La verdadera Historia de Santa Claus”, o mejor dicho de San Nicolás Como muchas personas desconocen mi historia y cuentan cosas raras sobre mí, quisiera contarles mi verdadera historia: “La verdadera Historia de Santa Claus”, o mejor dicho de San Nicolás

Nací en Patara de Licia, Asia, hace más de 1700 años (a finales del siglo III). Desde pequeño aprendí la fe de mis padres. Ellos siempre me dieron el mejor ejemplo. Recuerdo sus palabras: “creer es amar, amar es compartir, compartir es ser feliz y hacer felices a los demás”.

Cuando era joven, mis padres murieron y me dejaron en herencia una gran fortuna. Con la fe y enseñanzas que aprendí de ellos utilicé esa fortuna para ayudar a los demás y hacer muchas obras de caridad.

Para ayudar de una mejor manera decidí hacerme sacerdote. Con mi trabajo y generosidad me gané el cariño de la gente, a tal grado que, me eligieron como obispo para una ciudad de Asia llamada: Mira. Por eso algunos me conocen como San Nicolás de Mira

Durante aquel tiempo éramos pocos los cristianos y teníamos muchos enemigos. Los enemigos de la fe católica me persiguieron y me encerraron en la cárcel. Afortunadamente sus acusaciones no prosperaron y pude salir para seguir haciendo obras de caridad. La experiencia de la cárcel me ayudó a entender a las personas que sufren por acusaciones falsas.

Siempre traté de hacer todas mis buenas obras en forma discreta, casi en secreto. Pero no faltaron quienes se encargaron de divulgarlas, Así que de pronto se oía en la ciudad: “Nicolás ayuda a los pobres”, “Nicolás liberó a los presos inocentes” “Nicolás ayudó a los marineros”. Especialmente divulgaron el amor tan grande que tuve por los niños. Y es que siempre recordé las palabras que Cristo dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.

Dediqué toda mi vida a amar a mi prójimo y cuando llegó el momento de mi muerte, me puse en las manos de Dios para agradecerle todas las oportunidades que me dio para hacer el bien. Ni siquiera me imaginaba que tendría el honor de que, tiempo después, me llamarían “santo”.

Me sepultaron en la ciudad de Mira donde fui obispo. Tiempo después, en 1807, cuando los musulmanes invadieron la Catedral de Mira, un grupo de 62 soldados católicos evitó que mis restos fueran profanados. Sacaron mi cuerpo en secreto y lo llevaron hasta Italia, a una ciudad llamada Bari.

Ahora tenía dos nombres: San Nicolás de Mira o San Nicolás de Bari. Allí, los italianos me recibieron con cariño y por esa razón me llamaron: San Nicolás de Bari. Ahora tenía dos nombres: San Nicolás de Mira o San Nicolás de Bari. Actualmente muchos católicos me veneran en ese lugar, especialmente el día de mi fiesta: el día 6 de diciembre.

Algunos se preguntarán: ¿Cómo es posible que San Nicolás pueda seguir ayudando a los seres humanos, si él murió hace mucho tiempo? La respuesta es fácil: Los cristianos saben que la muerte física no significa la muerte total.

Los santos continuamos existiendo y ayudando más allá de nuestra vida terrena y mortal. Por eso los católicos pronto me reconocieron como: Patrono de los niños, de los presos, de los marinos y de las jóvenes casaderas.

Patrono de los niños porque, siempre traté de hacerlos felices, e incluso, Dios me concedió hacer un milagro: resucité a tres niños que habían sido asesinados por un carnicero. De los presos porque, con mi experiencia luché por la libertad de los inocentes De los marineros porque, con otro milagro salvé una embarcación que peligraba en una tormenta

Y finalmente, patrono de las jóvenes casaderas. ¿Por qué? Porque en aquel tiempo, las jóvenes que querían casarse tenían que aportar para la boda una cantidad económica llamada “dote”. Lamentablemente las jóvenes pobres no contaban con esa cantidad y casi siempre se tenían que quedar solteras.

En una ocasión me enteré que 3 doncellas querían casarse pero no tenían el dinero suficiente: “la dote”. Entonces decidí ayudarles en secreto. Pasé por su casa en la noche y observé que habían puesto a secar sus medias cerca de la chimenea. Aprovechando esa situación, coloqué unas monedas de oro en sus medias y me alejé en secreto. Sin embargo alguien me vio y divulgó la noticia. Así se inició la costumbre de colocar medias en la chimenea para recibir regalos.

Los artistas y pintores me representaron vestido de obispo, con uno o varios niños cerca (recordando a los niños que salvé de la muerte), o con tres monedas de oro sobre un libro, (recordando mi ayuda a las mujeres pobres). En ocasiones me colocaron la “mitra” que es el sombrero de obispo.

Con el paso del tiempo, algunos me cambiaron el tocado de obispo por un sombrero con una borla blanca en la punta y, hace apenas unos 60 años, una compañía de refrescos de Cola, me empezó a representar con un traje rojo (color de su marca). Y vino el colmo: Para que nadie se espantara de que ese refresco engorda, me comenzaron a representar con una obesidad que nunca tuve.

Algunos me han preguntado si vivo en el Polo Norte Algunos me han preguntado si vivo en el Polo Norte. La respuesta es sencilla: ¡No! .Aunque los santos podemos brindar ayuda en cualquier parte del mundo, incluso en el Polo Norte, no vivó ahí, sino en un lugar mejor: ¡en el CIELO!. Allí estoy constantemente en la presencia de Dios. Y desde ahí, como todos los santos, trato de ayudar a todos porque: “creer es amar, amar es compartir, compartir es ser feliz y hacer felices a los demás”.

La razón por la que me ubicaron en el polo norte fue porque en , lugares como Rusia y el norte de Europa, comencé a ser muy venerado. Ahí me vistieron con ropajes semejantes a los que usaban las personas, especialmente con una piel y guantes para protegerse del frío. El idioma de esos lugares hace que a Nicolás se le diga: “Klaus” o “Claus” de ahí derivó en Santa Claus.

Mi sonrisa siempre es una sonrisa de alegría Mi sonrisa siempre es una sonrisa de alegría. Pero mi alegría es más bien una alegría interior: la del que siempre trata de ayudar en silencio y en secreto. Por eso, en tiempo de Navidad, mi espíritu viaja por todo el mundo. Con él hago que los niños sigan recibiendo regalos y juguetes como yo lo hacía en vida. Pero sobre todo: mucho amor

Mi espíritu hace también que, algunos adultos se conmuevan ante la inocencia de los niños y colaboren conmigo. Mi espíritu hace que los adultos vean el rostro del Niño Jesús en todos los niños de la tierra. Así no habrá en el mundo ningún niño que deje de sonreír agradeciendo a Dios que se haya hecho hombre para salvarnos.

Él nos trajo el mejor regalo: Su amor y su perdón. Ésta es mi Verdadera Historia. Insignificante si la comparamos con la Historia del Hijo de Dios que vino al mundo a salvarnos. Él nos trajo el mejor regalo: Su amor y su perdón. Él murió por nosotros en la Cruz y resucitó para darnos la Vida Eterna. De Él aprendí el amor al prójimo, y por Él me entregué a los demás. Por eso concluyo diciendo a los que están equivocados: ¡Santa Claus NO es la Navidad!. ¡CRISTO ES LA NAVIDAD!

Si deseas puedes escribirme a: catedraldemexico@hotmail.com Esta presentación es idea original y texto de: P. José de Jesús Aguilar Valdés. Arquidiócesis de México Si deseas puedes escribirme a: catedraldemexico@hotmail.com También puedes comprar mi libro: “Pregúntale al Padre José”, Editorial Diana, que incluye ésta historia y más de 200 respuestas a tus preguntas sobre Biblia, Supersticiones, Sexo y otros temas. De venta en las librerías de prestigio de México En Estados Unidos en Giron Books o a través de www. amazon.com ¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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