La consagración: un don de amor Tiempo Ordinario
“Pero nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal de llevar a buen término mi carrera y el ministerio que he recibido de Jesús, el Señor: dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. (At 20,24)
se siente ligado, como encadenado y no por cadenas físicas. Se siente atraído por la fuerza que emana de Cristo y que resplandece en la cruz. PABLO
capturado por Jesús, le hace espacio, lo acoge plenamente, se pone en camino impulsado por el amor. Pablo
ya no se pertenece, es “prisionero de Cristo Jesús”. Se siente dominado por el Espíritu. Pablo
El misterio pascual esculpido en su cuerpo en el camino de Damasco, se convierte en idea fuerza de su predicación y de su existencia.
Hemos acogido el llamado del Maestro arriesgándolo todo. Libremente nos hemos entregado al designio de Dios en la fuerza del Espíritu. Hemos acogido el llamado del Maestro arriesgándolo todo. Libremente nos hemos entregado al designio de Dios en la fuerza del Espíritu. También nosotras/os, como Pablo, hemos creído en el gran amor de Dios.
nos pone en aquel vértigo de amor en el cual Pablo se siente circundado. El Espíritu
“¿Quién nos separará del amor que Cristo tiene por nosotros?” Cristo
“No pretendo decir que he conquistado la meta o conseguido la perfección, pero me esfuerzo a ver si la conquisto por Cristo Jesús”. (Fil 3,12)
Sólo la valentía de arriesgar con Cristo realiza la belleza de nuestra vocación, según la imagen de Cristo que estamos destinadas /os a copiar de nuevo en nuestra vida.
“Hasta que Cristo se forme en nosotras” Cristo