Día de lluvia Por Noris Capín
El sol se esconde tras las nubes, la lluvia decide caer indiferente sobre mi cabeza. Es una sensación placentera, sentir el agua rodar por mi rostro, es un bendecir de lo alto el agua que emana del cielo.
La lluvia empapa mi cuerpo y enfría mis sentidos, refrescando el ambiente y el propio corazón mío.
Dominando al sol, el agua cae sobre el pasto seco, dando de beber a la tierra un sorbo del agua que destila del cielo. Cuando el resplador habita detrás de las nubes llenas, suelo emitir en mi interior un agradecido canto...
Imagino entonces, navegar en un barquito de papel, el cual suele atravesar las cañerías y pienso que sería maravilloso, sentir el salpicar del agua sobre mi cabeza.
Mas, cuando escucho el relámpago descargar su enojo contra la Naturaleza, el estruendo pacifíca el desear salir a la calle. Cuando esto ocurre, me escondo bajo las cobijas, hasta que el sol decida salir de su escondite.
¡Llueve, llueve! Envía tu bendición, Señor para que mi alma se asemeje al agua pura que cae del cielo.
“¡Oh Señor, tu me has hecho feliz con tus acciones! ¡Tus obras me llenan de alegría! Oh Señor, ¡qué grandes son tus obras! Salmo 92: 4-5 ¡Que te alaben, Señor, todas tus obras! ¡Que te bendigan tus fieles! ¡Que hablen del esplendor de tu Reino! ¡Que hablen de tus hechos poderosos! Salmo 145:10-11
♥ Noris Capín ♥ ♥ Reflexiones para la mujer, basadas en la Palabra de Dios ♥ Libro ¡Mujer, levántate!