Hace más de años nació un hombre que antes de morir dijo a sus amigos que resucitaría. Al hacerlo, le fue imposible salir del sepulcro, pues estaba tapado con una piedra.
Pidió ayuda a varios animales sin éxito, ya que no le creían que era hijo de Dios y no se querían arriesgar por alguien que no conocían.
Un conejo que estaba cerca escuchó su voz y decidió ayudarlo.
“Querido conejito, mi amigo fiel, en agradecimiento por tu buena vida estarás eternamente en el recuerdo de todos los niños y niñas del mundo. Por eso, cada año, podrás regresar a la Tierra para darles felicidad durante las mañanas en que se celebra la Pascua de mi Resurrección... Y en recompensa por su colaboración, Jesús le otorgó al conejito un regalo...
Te dejarás ver por los más pequeños, quienes encantados te seguirán para jugar, buscando tocarte y acariciarte, encontrando en cambio tu dulce recuerdo…
el más alegre y colorido huevito de la Paloma de la Paz, un delicioso regalo del Espíritu Santo, hecho con el más dulce chocolate…
…para que recuerden siempre su infinita capacidad de darlo todo”.