“El último día del cartero” Miguel-A.
Después de 35 años repartiendo, a diario, el correo en el mismo barrio, por jubilación, llegó el último día de trabajo para el cartero. Juan comenzó su último día de reparto, como siempre, por la primera casa de su ruta. Y salió la familia entera a felicitarle y, entre aplausos, le regalaron un estuche con un juego de una pluma estilográfica y un bolígrafo.
En la segunda casa del reparto de correspondencia le regalaron una caja de puros con una dedicatoria por la entrega de sus 35 años de servicio llevando cartas a la familia.
La familia de la tercera dirección le obsequió con un magnífico equipo de pesca, su afición favorita. Y se mostró enormemente agradecida por sus 35 años de servicio. Y siguió su reparto, despidiéndose de tantas y tantas personas conocidas que le estimaban y con las que había compartido tantas vivencias.
Así llegó a la última casa de su ruta habitual: un joven matrimonio que vivía en el barrio desde hace solamente tres años. Allí encontró a María, la joven y hermosísima dueña de la casa, que le esperaba con un camisón negro casi transparente. Le tomó de la mano, lo metió dentro, cerró la puerta, lo llevó al dormitorio, y lo sentó en la cama. Y con música de fondo de Barry White y Quincy Jones, le obsequió con un sensual streptease...
A continuación, le hizo el amor apasionada y desenfrenadamente. Después de dos fantásticas horas de sexo, le preparó un exquisito desayuno con tostadas, fruta, bollería y café.
Cuando Juan levantó la taza de café, vio que debajo había un billete de 10 euros. - ¡No tengo palabras para describir lo maravilloso que ha sido todo! Pero... ¿estos 10 euros? -preguntó Juan. - Bueno -respondió María-, anoche le comenté a mi marido que hoy sería tu último día de trabajo, y debíamos hacerte un regalo. Y le pregunté qué podíamos regalarte. Y contesto: "¡Jódelo... con diez euros va que chuta!". ¡Lo de añadir el desayuno ha sido idea mía!.