INFLUENCIA ENTRE LAS ARTES PLÁSTICAS DEL CUENTO DE CUPIDO Y PSIQUE A partir de la lectura de “La Metamorfosis” de Apuleyo La Mitología en las Artes. C.P.R.

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Transcripción de la presentación:

INFLUENCIA ENTRE LAS ARTES PLÁSTICAS DEL CUENTO DE CUPIDO Y PSIQUE A partir de la lectura de “La Metamorfosis” de Apuleyo La Mitología en las Artes. C.P.R. de Cieza Amor y Psique, de Canova (siglo XIX) José Luís Tudela Camacho

En una ciudad había un rey y una reina que tenían tres hijas a cuál más hermosa. De las dos mayores se diría que, aunque guapísimas, podían encontrarse palabras en el lenguaje humano capaces de celebrar su hermosura. Pero la menor era tan privilegiada, tan deslumbrante su belleza... (IV, 28) Por los lazos del amor maternal, por las dulces heridas de tus flechas, por el sabroso comezón de tus llamas, te ruego que vengues a tu madre castigando con severidad a esa insolente belleza. Sólo te pido que consigas que esa muchacha se abrase de amor por el último de los hombres, aquel a quien la fortuna le haya golpeado en su dignidad, en su patrimonio y en su integridad de forma tan humillante que no se pueda encontrar en el mundo un desecho semejante. (IV, 31 ) Psique, de Sales (siglo XXI) Sala de Psique de la Villa Farnesina, de Rafael (siglo XVI)

Al pisar (Venus) con los rosados pies las rizadas olas, se detuvo la brillante superficie del mar y, como si estuviera preparado, empezó la liturgia de recepción del Océano: primeramente aparecieron las hijas de Nereo cantando al unísono, luego Portumno con su barba hirsuta y azul, Salacia con el torso de pez, el pequeño Calamón cabalgando sobre un delfín, una caterva de Tritones retozando, el uno tocando suaves melodías con una concha de caracol, otro velando con sombrilla de seda el ardor del sol enemigo, y un tercero poniéndole a la diosa ante los ojos un espejo, mientras los demás, uncidos al carro, retozaban bajo el agua… (IV, 31) Del monte en lo más alto, rey, con el ajuar del tálamo dispuesta coloca a tu hija. Mas no esperes ya de estirpe humana yerno, sino verdugo cruel, venenoso y fiero, que vuela por el ancho cielo… (IV, 33) Triunfo de Galatea, de Rafael (s. XVI) Psique, de Arno Breker (s. XX) Psique en la roca, siglo XX

Estando Psique muerta de miedo y llorando, aun en la misma roca, se levantó un suave Céfiro que empezó por ahuecarle los pliegues del vestido, la elevó insensiblemente y, como en un susurro, la fue llevando por la ladera del monte abajo hasta dejarla suavemente reclinada sobre una pradera cuajada de césped en flor. (IV, 34) Lo primero que vio fue un bosque de frondosos y altísimos árboles y una fuente de agua cristalina. En el medio, junto al regato de la fuente, había una mansión regia, no construida por manos humanas, sino con divino artificio (...) se acercó un poco más confiada y se decidió a traspasar el umbral. (V, 1) Céfiro y Psique, de Ruxthiel (s. XIX) Psique, de Jenny Chi (s. XX) Psique en el Jardín de Cupido, de Waterhouse (s. XIX)

Tus hermanas, conturbadas con la probabilidad de tu muerte, andan tras tus huellas y van a llegar pronto al roquedal; pues bien, cuando oigas sus lamentos, no respondas, ni mires atrás, porque me darías un gran disgusto y te acarrearías la ruina. (V, 5) Después de la bienvenida, les fue mostrando la opulencia de la casa, la abundancia de voces a su servicio, y las obsequió con un suntuoso baño y con la magnificencia de una mesa digna de dioses. Empalagadas ya con tal abundancia de riquezas casi celestiales, empezaron a incubar una honda envidia en sus corazones. (V, 8) Cupido y Psique, manierismo del siglo XVII Psique y sus hermanas, de Luca Giordano (s. XVII)

Psique quedó abandonada a la soledad de su tristeza, que fluctuaba como la marea del mar: aunque decidida y resuelta, titubeaba al iniciar los preparativos del crimen, porque, en su desgracia, se veía dividida entre amores opuestos. Se apresura. Tardea. Se decide. Se azora. Desconfía. Se enoja... (V, 21) Al alumbrar con el pábilo de la lámpara los secretos del lecho, vio la más apacible y dulce fiera de todas las posibles: era el propio dios Cupido hermosamente dormido, a cuya vista hasta la luz de la lámpara se avivó, recreándose, y relumbró la navaja de sacrílego filo… (V, 22) Psique, de Ron Gianola (s. XX) Eros y Psique, de Vicente Abel (s. XXI)

Psique se agarró con ambas manos a la pierna derecha del que se iba volando, como compañera digna de lástima en aquel viaje a las alturas, pegada a él con todas sus consecuencias a través de las nubes y del espacio, hasta que, agotada, cayó al suelo. (V, 24) Desde su postración en el suelo, Psique fue siguiendo, entre extremados lamentos, el vuelo del marido hasta donde le alcanzaba la vista. (V, 25) Psique, de Boettinger (s.XX) Psique abandonada, de A. Pajou (s. XVIII)

Quiero que sepas que voy a concebir un hijo mucho mejor que tú; o mejor, para que te sientas mucho más ultrajado todavía, pretendo adoptar a uno de mis fámulos y le voy a entregar esas alas, la llama, el arco, las flechas y todos esos instrumentos, que son míos, y que te había dejado para que los utilizaras. (V, 29) Venus (…) ordenó que engancharan el carro que Vulcano, el artesano, había fabricado con sutil destreza un trabajo de vaciado a lima sobre oro que había resultado realmente notable (…) de las innumerables palomas que habitan la morada de la diosa, se acercaron cuatro de las más blancas y de más elegante porte; humillaron los tornasolados cuellos, aceptaron los yugos de gemas y, al subirse la diosa, se la llevaron volando con gran alboroto de gorriones que siguieron revoloteando tras el carro. (VI, 6) Cupido y Venus, de A. Bronzino (s. XVI)

En cuanto las ovejas estén distendidas de su furor, podrás recoger la lana dorada que se suele enganchar en los espinos entre el follaje de aquel monte bajo cercano. (VI, 12) El dios de patas de chivo, viendo el abatimiento y la desolación de Psique, aun sabiendo lo que pasaba, la llamó al sosiego y trató de calmarla con acariciadoras palabras. (V, 25) Psique recogiendo vellón, de Helen Jacobs (s. XX) Pan y Psique, de Burne-Jones (s. XIX) Venus recibe el agua estigia, de Rafael

Después de pasar en silencio ante el inválido cabestrero, después de darle al barquero la moneda para que le pasara el río, de rehusar la demanda del muerto flotante, de desdeñar los falaces ruegos de las hilanderas, y de sosegar con una hogaza la tremenda fiereza del perro, llegó por fin ante Proserpina. (VI, 20) Psique en los infiernos, de Dan Phelps (s.XXI) Psique y Cerbero, ilustración del siglo XX Caronte y Psique, de Stanhope (s.XIX)

Se sintió tentada por una temeraria curiosidad: ¡Qué boba: llevar como llevo la hermosura divina, y no soy capaz de ponerme un poco para gustar más a mi amante! Y diciendo esto destapó la caja. (VI, 20) Pero allí dentro no había ni rastro de hermosura, sino una adormidera realmente infernal, un sueño estigio que, en cuanto se levantó la tapadera, la invadió, recubriéndole de una tan espesa niebla de sopor todos sus miembros, que la dejó sin sentido sobre el propio camino en la posición de marcha. Se quedó tan inmóvil que no parecía otra cosa que un cadáver dormido (VI, 21) Psique y la caja, de Waterhouse (s. XIX) Recreación de Susan Herbert (s. XX) Psique, de Claire jones (s.XXI)

Cupido (...) se marchó volando hasta Psique, recogió la adormidera que se volatilizara por la curiosidad de la muchacha, y la volvió a meter en la caja. A ella la despertó con la inofensiva punzada de sus flechas. (VI, 21) Amor y Psique, de Van Dyck (s. XVII) Recreación actual de esta escena del cuento Psique, de Rodin (s. XX)

Cupido, consumido de amor, con la faz atormentada por miedo a una repentina destemplanza de su madre, volvió a las andadas y subió a lo más alto del cielo con la ligereza de sus alas, le expuso su caso a Júpiter y le aportó sus razones. (VI, 22) Zeus (...) mandó a Mercurio que convocara asamblea de dioses (...) consiguió que se llenaran los sitiales del anfiteatro celestial, presidido por Júpiter desde el sillón más eminente, quien abrió la sesión. (VI, 23) Bóveda de una sala de la Villa Farnesina, de Rafael y discípulos (s. XVI) Psique, de Bathof (s.XIX)

Toma, Psique, sé inmortal, y que Cupido no se parta nunca de este vínculo que lo une a ti, porque este matrimonio vuestro habrá de ser eterno. (VI, 23) Boda de Psique, de Pompeo Batoni (s. XVIII) Eros y Psique, de Blackeri (s. XX)

E inmediatamente se sirvió una copiosa cena de bodas. El marido se recostaba abrazado a Psique en el lecho más elevado; lo propio hacía Júpiter con Juno y, por su orden, cada uno de los dioses. Las copas de néctar, vino de dioses, se las servía a Júpiter aquel rústico muchacho; a los demás Líber; el que cocinó fue Vulcano. Las Horas daban color púrpura al ambiente con rosas y otras clases de flores; las Gracias derramaban perfumes, las Musas melodías. Apolo cantó acompañado por una cítara. Venus, hermosísima, danzó al ritmo de una suave melodía, con tan gráciles movimientos que las Musas la acompañaban con cánticos y flautas, mientras Sátiro y Pan tocaban el caramillo. (VI, 24) Boda de Cupido y Psique, de Bloemaer (s. XVII) Psique en el templo del amor, de Pointer (s. XIX)

Esto es lo que, delirante y embebida, le contó la anciana aquella a la muchacha secuestrada. Como yo estaba de pie sobre las cuatro patas, y relativamente cerca, me sabía mal, !por Hércules!, no tener a mano tablillas ni estilete para escribir ese cuento tan hermoso. (VI, 25) José Luís Tudela Camacho. Cieza, febrero de 2008 Grabado de Luigi Fabri (s. XVIII)