Jesús, desde el momento en que compartió nuestra propia humanidad, tuvo sentimientos divinos y humanos.
Su ser se “encerraba” en sí mismo cuando oraba. Pero también, los evangelios, nos dicen que lloraba. Sollozó por un mundo que ser perdía y, también, por el amigo que moría.
En un mundo de tanto decibelio suelto, la oración, se convierte en casi un imposible para muchas personas.
Es difícil, muy difícil, establecer un ambiente de intimidad entre Dios, que habla, y el hombre que no escucha.
Que el Corazón de Jesús, en este día, nos haga descubrir la necesidad de silencio como paso primero para buscar y estar junto a Dios.
Alguien, con cierta razón, dijo que “el silencio es la habitación donde mejor se ora”. ¿Buscamos momentos de serenidad o huimos de ellos?
Que el Corazón de Jesús, nos ayude a construir ese castillo de vida interior que, las prisas y las actividades, nos impiden levantar en el hondo de nuestro ser. ( P. Javier Leoz ) Sor Mª Celina OSC
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