MEDITAR: detenerse y partir José Fernández MORATIEL O.P. Dibujos: Patrick Royer – Jean-François Kieffer
Meditar es ir haciéndose a la dura costumbre del olvido. Meditar es olvidar: ¡Con lo que cuesta olvidar! Se nos impone el pasado. Y hasta nos vence y nos derrota. Meditar es detenerse, hacerse los sordos a las imágenes que nos evocan y se proyectan en nosotros, hacerse los desentendidos a los recuerdos que nos atan al pasado.
El pasado existe ahí, casi sólo ahí, en el recuerdo El pasado existe ahí, casi sólo ahí, en el recuerdo. Lástima que la vida a veces sólo sea eso, tan sólo eso, sólo recuerdo, sólo pasado. Meditar es hacerse los desentendidos, los distraídos a los deseos que nos agitan, nos irritan y desasosiegan.
Como si miles de ojos nos miraran y estuvieran atentos a nuestra vida y se quisieran instalar, al buscarnos tan insistentemente, en nuestro interior. Son como miradas, caricias, promesas que nos anestesian y desconciertan. Meditar: dejar que la Palabra nos visite, dejar que nos inunde y nos invada y nos hiera incluso; permitir que la presencia de la Palabra ilumine la penumbra de nuestra casa, que es el corazón, y nos libere de toda crispación.
Meditar: dejar que la Palabra tome posesión de esta casa nuestra, no como forastera y extraña. Por eso a veces se acerca recelosa, vacilante y como huésped. Invitarla, a la Palabra, a que entre y se quede con nosotros, esa Palabra única que da gusto, “gustar y saborear”.
Meditar, a la par, es iniciar una partida. Esa palabra es cada uno de nosotros. Esa palabra eres tú mismo. Tú eres Jesús, esa Palabra, que suena una y otra vez con el empeño incansable de entrar y permanecer en tu corazón.
El camino y la puerta de la Palabra es el silencio. Deja que entre. La suerte ya está echada.
MEDITAR: detenerse y partir José Fernández MORATIEL O.P. Escuela del silencio www.dominicos.org/manresa/silencio