IV domingo Tiempo Ordinario –B- La cercanía y el poder de Jesús nos sana y nos libera. Marcos 1, 21-28 IV domingo Tiempo Ordinario –B- 29 de febrero de 2006

21 Llegaron a Cafarnaún y, cuando llegó el sábado, entró en la sinagoga y se puso a enseñar a la gente, 22 que estaba admirada de su enseñanza, porque los enseñaba con autoridad, y no como los maestros de la ley. Sinagoga de Cafarnaún Jesús habla con convicción y con libertad, respecto a las escuelas rabínicas de su tiempo. No repite lo aprendido. Crea la Palabra. Es Palabra viva. Además, va acompañada de obras.

Todos deberíamos ser, de algún modo “exorcistas”, liberadores. 23 Había en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo, que se puso a gritar: 24–¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quien eres: el Santo de Dios! 25 Jesús lo increpó diciendo: –¡Cállate y sal de ese hombre! 26 El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él. La Palabra de Jesús nos libera de todo lo que nos esclaviza y nos despersonaliza. Todos deberíamos ser, de algún modo “exorcistas”, liberadores. ¿Comunicamos esperanza? ¿Ayudamos a los demás a vencer los demonios del pesimismo, el cansancio, la rutina... ...? ¿Ayudamos a alguien a liberarse de sus males y a ser más libre interiormente? ¿....? ¿....? ¿...?

27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: –¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus inmundos y éstos le obedecen! 28 Pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región de Galilea. Si Jesús hablaba "con autoridad" es porque hablaba desde Dios, con el que se mantenía en perfecta sintonía. Si nuestras palabras (predicaciones, catequesis...),no tienen “autoridad”, quizá sea porque quienes las escuchan intuyen que lo nuestro es más bien palabrería, o que hablamos como repetidores de una lección aprendida y que nuestras palabras no van acompañadas de obras, de una vida consecuente. Lo que no sale del corazón, no llega a los corazones.

La Palabra de Jesús es suave y es fuerte, es aceite y es fuego, llega al corazón y cura las heridas. Es tierna con los niños, piadosa con los pobres, consoladora con los enfermos, gozosa con los que sufren, misericordiosa con los pecadores, seductora con los discípulos, cegadora con los sabios, autoritaria con los demonios, vencedora de la muerte y estremecida con el Padre. La Palabra de Jesús