Mateo 13, 47-53 Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí. www.vitanoblepowerpoints.net
Reflexión: Ni es bueno ser un rancio anquilosado en lo antiguo, ni ser una veleta que se deja llevar por la última moda. Como el dueño de la casa, de quien Cristo nos habla, debemos sacar de las arcas lo nuevo y lo viejo. Para ello se requiere la virtud humana y cristiana del discernimiento. Es decir, la persona sabia es la que, de lo antiguo, sabe quedarse con lo bueno y, de lo actual, escoge nada más aquello que es bueno. Dos pasos se deben dar. Si es antiguo o si es nuevo no es el criterio de elección, sino el distinguir lo bueno de lo malo, como el pescador que distingue el buen pescado de aquel que no reúne las cualidades para ser vendido. Pero no es suficiente hacer la distinción. Una vez que se sabe qué es lo bueno debemos optar por ello desechando lo malo. Como el pescador que habiendo diferenciado los peces, separa los malos de los buenos para que estos no queden contagiados por aquellos. www.vitanoblepowerpoints.net Fuente: Catholic.net
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