Los 25 pueblos más bonitos de México “México Lindo” Jorge Negrete “Amor eterno” Vicente Fernández web:https://ppssdeangel.wordpress.com/
Álamos (Sonora) Al pie de cerros de plata pura, al filo del desierto, Álamos es un relicario con la diversidad de su flora y fauna bajo los arcos de una plaza como ombligo de calles estrechas, empedradas y alineadas por buganvillas en flor de todos los colores.
Janitzio (Michoacán) Una isla en medio del lago de Pátzcuaro que amanece rodeada de barcas con sus redes suspendidas como libélulas calladas. Es una flor de sabores y artesanías, ombligo de los pueblos que la contemplan desde las orillas del lago, como si se abrieran en pétalos.
Angangeo (México) En el escudo de armas de Angangueo, el pueblo de unos 10.000 habitantes cuyas calles y plazas mantienen el trazado y la atmósfera de la época colonial, destaca una mariposa monarca. Pues este enclave de Michoacán forma parte de la reserva de la biosfera de las mariposas monarca, que llegan por decenas de miles a los bosques de pinos y abetos de la cercana Sierra Chincua desde Canadá y permanecen en la zona desde mediados de noviembre a mediados de marzo
Comala (Colima) No es la de Juan Rulfo, pero parece poblada por fantasmas de Pedro Páramo que habitan casas blancas, encaladas al pie del volcán que siempre humea. Por eso siempre hay música en los portales de su plaza y silencio absoluto en cuanto le llega la noche.
Cuetzalán (Puebla) Envuelta en neblina constante, parece un pueblo que bajó de las nubes. Pueblo indígena que habla en cada color de la vegetación abundante y habita la minuciosa cuadrícula de sobria arquitectura novohispana.
Real de Catorce (San Luis Potosí) Hay quien lo ha visto nevado y quienes lo recorren sabiendo que aquí no vive nadie, salvo el silencio como niebla, eco de infinitos mares de plata que en algún ayer inundaban el subsuelo que lo rodea.
Cuitzeo (Michoacán) El tiempo transcurre con la calma que transpira el lago que le da nombre. Lugar de tinajas formadas por el barro que parece volverse piel de las manos de sus artesanos. En medio del entramado, un majestuoso convento del siglo XVI se posa como garza sobre el agua.
El Fuerte (Sinaloa) Arte rupestre y artesanía intemporal, resulta irónico que un fuerte que buscaba protección a la vera de un río se yergue al paso de los siglos como epicentro de las culturas indígenas que lo acechaban desde siempre. Aquí, el imperio de los indios Yoremem que hablan mayo y, por ende, la primavera de un pequeño paraíso intacto.
Izamal (Yucatán) Es rocío del cielo en lengua maya y lugar de cerros en medio de un paisaje plano. Es perfección de arcos en la arquitectura amarilla de un convento colonial y en la callada piedra de sus pirámides circulares.
Malinalco (México) El templo de piedra labrado sobre el cerro que le da nombre era el altar prehispánico donde se formaban los Guerreros Águila. Hoy abre sus alas al paisaje enrevesado donde conviven mansiones de opulencia y campos de golf con la anónima vida de sus artesanos y el sabio silencio de la gran arqueología.
Mazamitla (Jalisco) Fundado por los aztecas, el bosque de antiguos venados es hoy paraíso de pináceas y recreo para quienes huyen de los calores de los llanos cercanos. Pueblito de casitas alineadas, blancas con faldones en rojo, rodeado de cabañas para que todo paseo se vuelva excursión o aventura.
Tapalpa (Jalisco) Calma sería el mejor apodo para este lugar donde conviven todos los colores, los que no se ven en pantalla ni al óleo, sino paisaje y silencio. Un discreto encanto de madera tallada hasta en los pilares de sus portales y en los bosques que lo rodean.
Mineral de Pozos (Guanajuato) Tierra de Chichimecas, quien no conoce Pozos no ha caminado por las páginas de un libro que fue de grande abundancia minera para volverse callado volumen de sosiego donde parece que no pasa el tiempo.
Chignahuapan (Puebla) Aquí donde se juntan nueve ojos de agua situó fray Bernardino de Sahagún el llamado “río del Infierno”. Quizá por ello, como sucede con otros pueblos, entre cañadas y altas montañas, uno traspasa a otros mundos que se reflejan en las esferas de cristal, burbujas de vidrio soplado con las que hacen aquí su agosto cada vez que se acerca la Navidad.
San Sebastián del Oeste (Jalisco) En una punta de Jalisco parece que han congregado la generosidad variada de las tierras para favorecer diversos cultivos y no pocos espacios para la ganadería abundante, la pesca con el mar abierto a un costado y, al otro, los bosques calculados que regalan todo tipo de maderas finas.
Peña de Bernal (Querétaro) Uno de los peñascos más grandes del mundo da nombre al pueblo mágico que se extiende a sus pies. Otrora pueblo minero en antiguas tierras chichimecas, Bernal parece ser un simbólico lugar de peregrinación o paseo cuyo propósito no es más que el descanso contemplativo del inmenso peñasco que casi nadie se atreve a subir.
Real del Monte (Hidalgo) Paraíso minero que ha atraído el poblamiento de esforzados emprendedores de españoles durante la Colonia y luego, ingleses de Cornwall que parecen pervivir en la quietud relajada de un pueblo enclavado entre cerros de una abundancia no tan olvidada.
San Juan de los Lagos (Jalisco) Su población es habitante y al mismo tiempo la de miles de peregrinos que llegan año con año para venerar a su Virgen. Dicen que aquí resucitó una trapecista en el siglo XVII y así pase el XXI seguirá siendo epicentro para devoción de todo circo imaginable.
Sayulita (Nayarit) En una punta de la Bahía de Banderas, con el mar Pacífico de telón generoso de pesca y aventuras, Sayulita es el paraíso del coco, durante larga época en bonanza por su aceite y hoy convertido en el paraíso de las olas perfectas que según la leyenda son peinadas en ritmo por las manos de los dioses del mar.
Tlacotalpan (Veracruz) Un sueño convertido en pueblo de casas de todos los colores. Calles en flor con la música improvisada de todos los sones, el zapateado blanco con olanes por la tarde y un toro bravo que se lidia con olas en medio en medio del río.
Tlalpujahua (Michoacán) Tierra de la piedra roja como esponja, su templo es una filigrana en rosa. Sobrevive por el recuerdo de la bonanza de oro y plata, los altares de su devoción inquebrantable y la fama de por lo menos dos héroes de la Guerra de Independencia de España.
Todos Santos (Baja California Sur) Entre playas de digno oleaje y al filo del desierto hay una suerte de purificación en su quietud y más para quienes escuchan a lo lejos las guitarras del Hotel California que soñaron aquí los Eagles en uno de sus viajes siderales.
Xico (Veracruz) Baste mencionar que aquí se come el mole más dulce, hecho con ajonjolí, chocolate, cacahuate, elote, y ese plátano que allivia y enaltece a la mezcla de chiles anchos, secos y de árbol, como para que se antoje recorrer las calles de un lugar que alfombra sus calles con aserrín de pétalos de todas las flores
Amatlán de Cañas (Nayarit) Aquí, donde luego hubo plata, plomo y oros, fue tierra que desde antes de la Conquista era rica en caña de azúcar y en abundantes pliegos de amate, esa piel que fue papel de códices mucho antes de que llegara el abecedario.
Teúl (Zacatecas) Cuna de muchos músicos y tierra de agave azul, presume su vasta geografía generosa en diversidades: cerros de felinos y venados cola blanca, víboras de variados cascabeles y culebras camufladas, donde parece que vuelan todas las aves imaginadas.