EL VALOR DE LA AMISTAD
Érase una vez una niña llamada Lola.
Lola, iba todas las tardes a casa de su abuelita.
En la casa de su abuela había tres preciosas flores a las que Lola cuidaba con mucho amor.
Lola quería mucho a sus flores Lola quería mucho a sus flores. A cada una de ellas, les puso un nombre como si de unas amigas se tratasen. Me llamo Ana Me llamo Celia Me llamo Anabel
El día de su cumpleaños, su mamá le regaló un lindo carrito de capota.
Lola jugaba con él tanto, que dejó de visitar a su abuela y a sus tres hermosas flores.
Pasado un tiempo, Lola volvió a visitar a su abuelita.
Al entrar al salón, Lola no vio a las tres flores. ¡Qué triste se puso Al entrar al salón, Lola no vio a las tres flores. ¡Qué triste se puso! Tan triste que le dieron ganas de llorar.
La pequeña Lola preguntó a su abuela… Abuela, ¿dónde están mis tres flores?
La abuela dijo a su nietecita… Mi niña, tus flores se fueron. A lo que Lola respondió… ¿Y cómo se fueron si mis flores no pueden andar?
Lola, las flores se marchitaron porque no te veían ni disfrutaban de tus cuidados. Se pusieron triste y ya no están. Tenías que haber cuidado de ellas. Cada flor es como una amiga tuya. Simbolizan la amistad. – Dijo la abuela. ¿La amistad, abuela? – Preguntó la niña.
Sí, Lola, a las flores hay que cuidarlas día tras día para poder conservarlas con el paso del tiempo. – Le contestó la abuela. Gracias, abuelita. A partir de hoy cuidaré a las flores tanto como a mis amigas. – Dijo Lola.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Gracias a mi abuelita, he aprendido que las flores y los amigos hay que saberlos cuidar. Las flores sin agua se secan y los amigos sin cariño se van. – Dijo Lola.
FIN María Piñero Muñoz T3 – 2015/16.