Lección 12 para el 17 de diciembre de 2016

El Redentor hecho hombre. El Redentor ejemplar. Al final de la historia de Job, Dios se le presenta como el gran Creador, y quita su aflicción. Sin embargo, no hay ninguna respuesta sobre el conflicto entre Dios y Satanás que originó todo el problema. No obstante, Job ya anticipó una respuesta. Él veía una única solución al problema del pecado: un Redentor. El Redentor vivo. El Redentor hecho hombre. El Redentor ejemplar. El Redentor crucificado. El Redentor sufriente. El Redentor victorioso.

“Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte “Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos” (Job 19:25-26 NVI) Job confiaba plenamente en un Redentor vivo que, en un futuro, le rescataría de la muerte. Pero no tuvo que esperar tanto para poder ver a su Redentor. Éste se le presentó como el Creador (Job 38-41). En Jesucristo, se aúnan tanto la redención como la creación: “En el principio era el Verbo […] Todas las cosas por él fueron hechas […] a todos los que le recibieron […] les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:1-12). ¡Qué maravilloso el amor del Creador, que dio su propia vida para salvar de la muerte a sus criaturas!

“¿Son tus ojos los de un simple mortal “¿Son tus ojos los de un simple mortal? ¿Ves las cosas como las vemos nosotros? ¿Son tus días como los nuestros, tus años como los de un mortal?” (Job 10:4-5; NVI) Job confiaba plenamente en su Creador y Redentor. No obstante, Dios estaba en el Cielo y él en la tierra. Dios estaba libre de sufrimiento y él estaba sufriendo. “¡Dios no puede entenderme porque no es hombre! ¡Él no puede sufrir como los mortales!”. Esa queja quedó plenamente contestada en Jesús: “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14; NVI). Dios se hizo plenamente hombre para redimir a los hombres. “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18)

“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6) El Redentor no solo sufrió como nosotros sufrimos, sino que vivió una vida como la nuestra (pero sin pecado). Jesús es el único ejemplo perfecto que tenemos sobre cómo vivir la clase de vida a la que Dios nos llama. Por eso, somos llamados a imitarle en cada faceta de nuestra vida. Pero vivir una vida perfecta no lo hace nuestro Redentor. Para redimirnos, tuvo que hacerse nuestro Sustituto. No vino solamente para darnos ejemplo y condolerse con nosotros. Vino a morir la muerte que nosotros merecemos.

“Y comenzó a enseñarles que LE ERA NECESARIO al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días” (Marcos 8:31)

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:4) El libro de Job plantea –sin solucionarlo– el problema del sufrimiento humano. Solo en Cristo (el “varón de dolores”), encontramos la solución del problema. Él cargó sobre sí en la cruz todo el sufrimiento de toda la humanidad. El sufrimiento de cada ser humano. Ninguno puede darle lecciones a Dios a cerca del sufrimiento porque, en su humanidad, experimentó todo el dolor pasado, presente y futuro de cada uno de nosotros. El sufrimiento de Jesús en la cruz es nuestra esperanza frente al dolor y el pecado; la certeza de la salvación.

Satanás puso en tela de juicio el carácter de Dios Satanás puso en tela de juicio el carácter de Dios. La victoria de Job fue solo una pequeña derrota para el diablo. Pero Jesús obtuvo una victoria completa. Las mentiras de Satanás quedaron al descubierto. El Dios que presentaba Satanás como tirano y orgulloso, se humilló hasta la muerte por salvar al pecador (Filipenses 2:5-8). Y no estuvo solo. “Dios [el Padre] estaba con Cristo [el Hijo] reconciliando consigo al mundo”, el cual “mediante el Espíritu eterno [El Espíritu Santo] se ofreció a sí mismo” (2 Corintios 5:19; Hebreos 9:14). Jesús, divino/humano, venció por nosotros. Por fe, podemos tener la seguridad de vida eterna en Jesús.

“¡Jesús, precioso Salvador “¡Jesús, precioso Salvador! Podemos estudiar el amor del Padre al dar a su querido Hijo para que muriera por este mundo caído. Cuando estudiamos ese inefable amor a la luz de la cruz del Calvario, nos llenamos de admiración y asombro. Vemos la misericordia, la ternura y el perdón armoniosamente entretejidos con la justicia, la dignidad y el poder. Jesús invita al pecador a que lo mire y viva. “He hallado un rescate” le dice. La cruz del Calvario es el puente que se tiende sobre el abismo que abrió el pecado. Las almas arrepentidas y creyentes pueden ver a un Padre perdonador que nos reconcilia consigo mismo por medio de la cruz del Calvario” Elena G. de White, Cada día con Dios, 16 de junio

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