El enanito
«Erase una vez un enanito que habitaba solo en la selva «Erase una vez un enanito que habitaba solo en la selva. Cerca de él vivían tres hermanos que cada mañana iban al bosque a cortar leña. Y lo hacían por turno: uno se quedaba en la cabaña guardándola y los otros dos salían al trabajo.
Un día se presentó el enanito pidiendo comida Un día se presentó el enanito pidiendo comida. Ese día estaba de guardia el hermano mayor, amoroso y bueno, que con mucho gusto le ofreció lo que pedía.
Como era tan pequeño y no estaba habituado a comer en una mesa, el enanito dejaba caer parte de la comida. Entonces el hermano mayor se la recogía en silencio y se la daba en la mano. Al fin y al cabo, pensaba el hermano, ¿no era él un pobre enanito?
Al día siguiente le tocó de guardia al hermano segundo Al día siguiente le tocó de guardia al hermano segundo. A su hora llegó el enanito y volvió a pedirle comida. Siguiendo el ejemplo de su hermano mayor, el segundo hermano se desvivió por el enanito: le recogía la comida del suelo y hasta se la daba en la boca. El enanito estaba feliz, como si por fin hubiera encontrado a su familia.
Al tercer día quedó de guardia el hermano menor Al tercer día quedó de guardia el hermano menor. Como de costumbre llegó el enanito y le pidió comida. El menor le dijo: “amigo, ahí en la mesa tienes la comida, cógela tú y cométela”. Al enanito no le gusto la sequedad del hermano menor, pero como tenía mucha hambre la buscó él mismo y comió.
En un momento, cuando algo se le cayó al suelo, llevado de su hábito, el enanito pidió al hermano menor que se lo recogiese. Pero éste se negó; “lo puedes recoger tú mismo —le dijo—. Y es bueno que lo hagas; si no, nunca aprenderás a sobrevivir”
Dice el cuento que el enanito aprendió la lección, De modo que, cuando meses después los tres hermanos se trasladaron de lugar y él quedó sólo, se había transformado en un hombrecito, capaz de llevar una vida normal y alimentarse a sí mismo».
¿Quién es ese enanito del cuento ¿Quién es ese enanito del cuento? Sin duda, nuestros hijos, con frecuencia nuestros amigos e incluso nosotros mismos. ¿No estamos los hombres demasiado habituados a sustituir a los otros y así no dejarlos crecer?
¿No estamos igualmente habituados a dejarnos sustituir y así impedirnos todo crecimiento?. Conviene, a la luz de la enseñanza del cuento, preguntarnos; ¿Qué es educar: sustituir al otro o responsabilizarlo?