Owen era un hipopótamo muy pequeño Vivía con su mamá, su papá, sus tías y sus primos en el río Sabaki, en África.

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Transcripción de la presentación:

Owen era un hipopótamo muy pequeño

Vivía con su mamá, su papá, sus tías y sus primos en el río Sabaki, en África

A Owen le encantaba el río, pero le adoraba más aún su gran mamá gris y marrón. -¿o era marrón y gris? Todos los días, Owen y mamá dormían juntos, se bañaban juntos, comían juntos, incluso, cuando mamá dejaba el río para ir a mirar la luna, Owen la seguía pegado a su regordeta colita.

Lo que más le gustaba a Owen era jugar al escondite Mamá se escondía y Owen la buscaba

Y, cada vez que encontraba a su mamá, lamía con cariño su cara, posaba su cabeza en la enorme espalda de su mamá y mostraba su fantástica sonrisa rosada.

Pero todo eso fue antes de que la lluvia comenzará a caer. La lluvia cayó y cayó. El río Sabaki creció y creció, el agua corrió más rápido, que el río creció tanto y corrió tan rápido que arastró a Owen, y a su mamá, y a su papá, y a sus tías y a sus primos hasta el mar.

Owen bramaba buscando a su mamá, pero su mamá no respondía. Bramó más fuerte. ¡Seguía sin tener respuesta de su mamá! Buscó y buscó, pero su mamá no estaba escondida. Ella se había perdido. Y Owen estaba solo en medio del mar. Bramó una y otra vez, hasta que también perdió su bramido.

Y fue entonces cuando llegó una gran ola que lo llevó de vuelta a la playa.

Owen estaba confundido, débil y muy, muy triste. Exploró con la mirada aquel nuevo lugar. ¡Eso no era un río! Buscó más y más. ¿Dónde estaba su mamá?

Una mamá para Owen

Entonces, Owen vio algo marrón y gris. ¿O era gris y marrón? No estaba seguro.

Camino tambaleándose y se acurrucó a su lado.

Y la vieja tortuga macho, cuyo nombre era Mzee, permaneció quieta mientras Owen esperaba a que le llegará el sueño.

Cuando Owen se despertó, miró de nuevo a la tortuga, Mzee tenía los mismos colores que su mamá. Mzee era tan grande como su mamá, Mzee estaba muy cerca cuando Owen la necesitaba, como solía hacer su mamá.

Owen apoyó su cabeza en la gran espalda de Mzee y se volvió a quedar dormido.

Ahora Owen y Mzee dormían juntos, se bañaban juntos y dormían juntos.

Cuando Mzee salía a pasear, de día o de noche, Owen la seguía pegado a su regordeta colita

El juego favorito de Owen seguía siendo el escondite. Mzee se deslizaba bajo el agua y Owen se zambullía para buscarla. Mzee se acurrucaba en la hierba y Owen rastreaba la hierba hasta que la encontraba. Mzee descansaba sobre una roca y Owen buscaba y buscaba hasta que…

¡Ahí está Mzee!

Y, cuando Mzee se echaba una siestesita, metida en su caparazón, marrón y gris, - ¿o era gris y marrón?-, Owen esperaba y esperaba hasta que veía a Mzee una vez más.

Entonces, cuando encontraba a Mzee, Owen lamía con cariño su cara, ponía su cabeza sobre la enorme espalda de la tortuga y mostraba su fantástica sonrisa rosada.