VAGABUNDO Me pregunto su nombre. Desconozco su edad. No sé de dónde viene ni tampoco adónde va. Sostiene un abrigo cansado, arrugado, sucio, viejo y ralo, engañando inviernos, retando veranos. Camina despacio midiendo sus pasos, enjuto, encorvado, mustio, demacrado, triste y desahuciado. ¡Pequeño iracundo cubierto de harapos! No lleva zapatos. En sus pies, esparto, con cintas y trapos bien enmarañados.
¡Pliegues que se quiebran! Pantalón parduzco, tobillero ajado sujeto a esos huesos cargados de años casi de milagro, por un cordoncillo raído y escuálido. Surcos en el rostro tallados en piedra. Pizarra y basalto, arrugas y huellas dibujan sus rasgos cual falla grotesca de piel ya marchita ¡Pliegues que se quiebran! Sus ojos profundos, perdidos en nieblas, van buscando ausentes, miran las esperas. Parece haber visto horror y miseria curado de espanto en salas de espera.
Expresión impasible de ceño fruncido con voz silenciosa y pasos callados, cual gnomo escondido, distante y aislado. El negro lo envuelve. Todo es en el hombre como su tez presta, idéntico a un luto impuesto y sin fecha. Ceniciento el pelo. Su sombra siniestra. Oscuros sus gestos. Su mente una cueva de obscuros recuerdos, de luces sin mecha, de errantes caminos y noches eternas. Vaga el vagabundo… Y va caminando siempre solitario sin rumbo y sin meta tan desdibujado como su silueta, buscando un cobijo, un lecho en la tierra, un trozo de pan, calor y ternura, matar su tristeza. No acepta limosna Su alma se alimenta de sobras. ¡Despojos que otros los desdeñan!
me angustia, me inquieta. Su sola presencia me angustia, me inquieta. ¿Cuál será su nombre, nombre de su estrella que no ha iluminado su vida tan negra? ¿Qué fue de los suyos, su historia o leyenda, su vida y herencia? ¿Será su fe negra? Rebaña los vasos ya tan consumidos comos sus harapos o apura un cigarro robado del suelo con su negra mano. Lo acerca a sus labios resecos, morados, con un temblorcillo mal disimulado. Y a mi se me antoja que está enamorado exprimiendo un beso ya casi olvidado colgado en su boca de sabor amargo.
(Mercedes Pastor Segovia) Por verte contento, darte una alegría, jardines y campos pondré en tu mochila repletos de flores bañadas de aromas, de amor y pasiones. Y al llegar la aurora tendrás en tu mente pinceles de seda y serás el duende que pinte la tierra invadiendo todo cual musa o poeta con los mil colores de la primavera. ¿Qué puedo ofrecerte eterno cautivo de tu desamparo? Tan sólo poseo mi alegre tristeza, un cálido sueño, sonrisas y lágrimas, un traje de versos, sonidos, palabras, un soplo de viento y del sol las brasas, un sincero abrazo, amistad sin trabas, un dulce recuerdo, rayos de esperanza, un camino alado sembrado de estrellas con rabos de nube, de ecos y promesas. (Mercedes Pastor Segovia)