Te amo y tu no me amas, y espero que algún día me puedas
La brisa del verano Acaricia tímidamente la cortina La brisa del verano Acaricia tímidamente la cortina. Abierta la ventana, Un rayo de la luna se filtra.
Sus dedos sobre el teclado Crean una mágica melodía; Suave, tranquila Sus dedos sobre el teclado Crean una mágica melodía; Suave, tranquila. Lloro. Pero ella no me mira.
Mis ojos recorren sus dedos Blancos como el mármol, Que pisan el marfil del piano Sin apenas deslizarse. Lloro.
Cada nota es para mí Una silenciosa agonía Cada nota es para mí Una silenciosa agonía. Fuera, el viento, Exhala un gris lamento.
Ya la brisa no es brisa, Es una débil ventolera Que acompaña sus compases Como si él cantar supiera.
Se mecen las ramas de los árboles Al ritmo del son delicado.
Tiemblan, nerviosas, sus manos sobre el piano.
Contemplo la estancia, vacía, La sombra de los retratos, Cuyos semblantes severos me conducen al pasado.
Mis ojos se posan en ella, De espaldas a mí, tocando Su fiel amigo, el piano, Y muevo lentamente la cabeza.
¡Cuánto daría por regresar A lo que en otro tiempo tuvimos ¡Cuánto daría por regresar A lo que en otro tiempo tuvimos! En mi mente aún resuenan Los ecos del beso perdido.
Y de esas tardes apacibles A la sombra del almendro O en la orilla del río.
Me atormentan los recuerdos Me atormentan los recuerdos. Es suplicio silencioso El que por ella estoy sufriendo.
Y la música ahoga mis penas En un mar de notas nuevas.
Me percato de la belleza del rayo de luna que, derramándose sobre el suelo, a la melodía sigue como un invisible compañero.
Cierro los ojos. Allá, lejos, las ruinas de una antigua catedral,
Muerta años ha, Igual que la cadencia que ya dejó de sonar.
Esto es solo un poco de lo que siento
Y que estaré contigo pase lo que pase