Había una vez una tortuga que se llamaba Carla, ella vivía en el mar con muchas más tortugas y animales marinos.
Un día, Carla decidió salir a la orilla del mar con su mejor amiga Lili, a recibir los espectaculares rayos del gran sol amarillo. Cuando de repente Carla observa que una mancha gigante comienza a invadir el maravilloso mar azul y muy preocupada le dice a su amiga Lili –¡Lili! ¡Mira! Hay algo que invade nuestra casa, tenemos que hacer algo-.
Desde allí observaban peces que flotan sin vida y sus demás compañeras tortugas también comenzaban a decaer, Carla muy desesperada trata de avisar lo más rápido posible a los demás peces y tortugas que aún seguían con vida, pero en medio de sus apuros se lastima una de sus patas, lo que hace que no pueda nadar en el mar.
Pero su amiga se arriesga y se lanza, porque ella tenía que evitar tantas muertes por culpa de esa mancha, la cual se trataba de petróleo que derramó un barco mezclado con un líquido que provenía de una fábrica muy cercana al mar.
Cuando Lili aviso a los demás inmediatamente le corrieron a esta mancha, alejándose lo más rápido posible o saliendo del mar los que lo podían hacer.
Estos animales estuvieron muy agradecidos con estas dos heroínas, porque de uno u otro modo salvaron muchas especies.
Después, cuando Carla se recuperó y volvió a su habitad, los demás la recibieron con una gran sorpresa, la cual se trataba de una propuesta que habían hecho con esta empresa y la compañía de barcos, en ese acuerdo, aceptaron no tirar desperdicios al mar, ni líquidos que contuvieran químicos que lo afectaran, pues este era su hogar y de este modo, los humanos también tendrían beneficios.
Y las tortugas, los peces y las platas marinas tendrían un dulce hogar.
Fin.