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La fe es un don invaluable que debemos pedir a Dios y una vez adquirida, hemos de poner todos los medios para conservarla, acrecentarla y defenderla de.

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2 La fe es un don invaluable que debemos pedir a Dios y una vez adquirida, hemos de poner todos los medios para conservarla, acrecentarla y defenderla de todo aquello que le pueda hacer daño, para que con testimonio sereno y firme acerquemos a los demás a Nuestro Señor.

3 La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse.

4 Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.

5 La fe está íntimamente ligada a la fidelidad y la constancia. La verdadera fe es la que perdura en el tiempo. Cuando uno cree en Dios de todo corazón, conserva su fe independientemente de cómo le vaya en la vida o de sus circunstancias personales.

6 Jesús pide una fe capaz de trasladar las montañas del propio corazón para poder identificarse con su persona, con su misión, con su fuerza divina.

7 Es verdad que los discípulos lo han abandonado todo para seguir a Jesús, pero en una ocasión no han podido curar al joven epiléptico debido a su “poca fe”. Los discípulos de Jesús no tienen una fe sólida y bien consolidada. Su fe es impulsiva, fruto de arrebatos. Todavía no han recibido la acción del Espíritu Santo que el Padre y el Hijo les enviarán en Pentecostés.

8 Es el Espíritu Santo quien les ayudará a mantener sólidamente su fe en medio de todo tipo de pruebas y persecuciones, y así podrán extender el Evangelio por el Imperio Romano y más allá de sus fronteras.

9 Mientras están con Jesús, sabemos que su fe se está todavía sentando. Cuando Jesús les envió por primera vez a predicar, todo fue muy bien: llenos de fe predicaron con energía y curaron enfermos. Pero pasado un tiempo, su fe se desinfló y ya no eran capaces de curar al epiléptico. Jesús se lo explicó así la incapacidad de sus discípulos por no haber podido curar al epiléptico: «Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá, y se desplazará, y nada os será imposible”» (Mt 17,20)

10 La Fe como de un grano de mostaza es la capacidad de creer que con Dios todo es posible. La fe lo puede todo y, con tal que se renuncie a fiarse de las propias capacidades humanas, puede trasladar las montañas, que, no está fuera sino dentro de nosotros.

11 Son cosas imposibles y difíciles que muchas veces no logramos alcanzar, superar o llevarlas a feliz término y el fracaso nos detiene. Y muchas veces nos preguntamos ¿Porque fracase? ¿Por que no pude hacerlo? ¿Por que no lo pude lograr? Al igual que los discípulos le preguntaron a Jesús ¿Por que no pude resistir la tentación? ¿Por que no pude ser victorioso? ¿Por que fracase? Jesús dice por vuestra poca fe. Y si tuvieres fe como un grano de mostaza removerías cosas en tu vida y en la vida de otros que son difíciles y nada será para ti imposible.

12 Si tenemos la fe como un grano de mostaza sacaremos de esa experiencia negativa algo bueno, algo positivo. La fe hace que seas positivo. Una consecuencia de la fe firme es el optimismo y la seguridad de que las cosas saldrán adelante.

13 La gracia de Dios está con nosotros y disipa todo posible temor. El que nos ha dado una vocación de santidad y una misión divina, nos dará también la gracia para cumplirla. Las cosas negativas no nos detendrán sino que aprenderemos de ellas y avanzaremos con más poder y fortaleza.

14 Los discípulos y la primitiva comunidad han experimentado que la incredulidad no se vence sólo con la oración y el ayuno, sino que es necesario unirse a la muerte y a la resurrección de Jesús.

15 Debemos avanzar en ese camino de creer, venciendo la duda. La fe son los pies y el amor la lámpara que nos guía al encuentro con el Señor. También a nosotros nos cuesta fiarnos del amor de Dios y de su palabra, preferimos nuestras seguridades, nuestras razones, a ir por la oscura noche de la fe o el desierto de la aridez espiritual, ambas imágenes de las purificaciones interiores de la fe.

16 El discípulo por ser creyente debe aprender que con Dios se pueden superar todas las dificultades que encontramos en nuestro camino.

17 Dios busca una busca fe como la de un grano de mostaza, luego la irá convirtiendo en un árbol frondoso, sólido, fuerte, cargado de frutos, capaz de dar sombra para que descansen los agobiando y alimento a los hambriento de la palabra del Señor.

18 Traeríamos esperanza a mucha gente que sufre, no tendríamos dificultad para perdonar, amaríamos sin importarnos si nos hacen daño y siempre haríamos cosas buenas a aquellas personas que nos han hecho mal. Todo lo que Dios nos demanda es imposible hacerlo humanamente, pero la fe lo hace posible.

19 Nuestra Madre Santa María nos enseñará a llenarnos de fe, de amor. Es Ella quien libremente, como al decir “Hágase”, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida.

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