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EL MISTERIO DE LA CRUZ, 1 La voz ascesis, de origen griego, proviene de un verbo que significa disponer, ejercitarse con vista a un objetivo. El sustantivo.

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1 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 1 La voz ascesis, de origen griego, proviene de un verbo que significa disponer, ejercitarse con vista a un objetivo. El sustantivo mantie- ne en el uso cristiano su significado original de esfuerzo, empeño, en relación a la corres- pondencia al don de Dios. Supone lucha. La armonía entre el ser humano, Dios y la creación se destruyó por la caída original y el difundirse del pecado. Es lo que ori- ginó el desorden y la necesidad de la lucha, el sufrimiento y la purificación consecuencia del pecado y camino para la con- versión. TE 35 de 45

2 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 2 Jesucristo nos enseña que su vida es el camino para llegar a Dios Padre. Debemos seguir sus huellas y por eso la cruz es condición para ser su discípulo: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga” (Mt 16, 24). La autenticidad de la ascesis cristiana radi- ca en la revelación del amor de Dios por el misterio de la cruz. Cuatro aspectos en la lucha espiritual: 1) la vida humana impli- ca un crecimiento que sólo se consigue con el empeño personal; 2) por el bautismo el hombre es elevado sobrenaturalmente y tiene que conformar su vida a esa nueva condición, buscando y luchando por las cosas de “arriba”; 3) el pecado hiere y desfigu- ra la imagen de Dios en el hombre y es necesario luchar contra él; 4) debemos mirar la Cruz de Cristo para comprender el mis- terio del hombre, del pecado y de Dios. TE 36 de 45

3 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 3 El objetivo de la vida ascética es la unión con Dios mediante la unificación de las voluntades: mi voluntad y la voluntad de Dios. La comunión de vida con la Trinidad, el amor a Dios Padre-Hijo- Espíritu significa hacer su voluntad. Para llegar a esa íntima unión con Dios, para cumplir en todo su voluntad, el alma debe despojarse de cualquier apego desordenado a las criaturas. Para participar del conocimiento y amor de Dios, el hombre tiene que recorrer un camino que pasa por el crecimiento en las virtudes. La virtud es un hábito operativo bueno, que hace bueno tanto al sujeto como su operación. Las virtudes morales para ser perfectas necesitan de la cari- dad. El fin de la virtud cristiana no es el auto- dominio, sino el amor a Dios y a los demás. TE 37 de 45

4 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 4 Medios para el crecimiento de la vida espiritual: el plan de vida y la dirección espiritual. San Josemaría, Amigos de Dios 149: “Procura atenerte a un plan de vida, con constancia: unos minutos de oración mental; la asistencia a la Santa Misa –diaria, si posible- y la Comunión frecuente; acudir regularmente al Santo Sacra- mento del Perdón –aunque tu conciencia no te acuse de falta mortal-; la visita a Jesús en el Sagrario; el rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, y tantas prácticas estupendas que tú conoces o puedes aprender”. TE 38 de 45

5 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 5 “Tu plan de vida ha de ser como ese guante de goma que se adapta con perfección a la mano que lo usa. Tampoco me olvides que lo importante no consiste en hacer muchas cosas; limítate con gene- rosidad a aquellas que puedas cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas prácticas te llevarán, casi sin darte cuenta, a la oración contemplativa. Brotarán de tu alma más actos de amor, jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, comuniones espirituales. Y esto, mientras atiendes tus obligaciones: al descol- gar el teléfono, al subir a un medio de transporte, al cerrar o abrir una puerta, al pasar ante una iglesia, al comenzar una nueva tarea, al realizarla y al concluirla; todo lo referirás a tu Padre Dios” (Idem). TE 39 de 45

6 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 6 Dirección espiritual: el director espiritual tiene como papel secundar la obra del Espíritu Santo en el alma. Merece una mención especial la fe- cundidad del sacramento de la penitencia en relación con el crecimiento de la vida espiritual. La mortificación cristiana no consiste en la mutilación de nuestras tendencias profundas, sino en su rectificación y sublimación (para que nos ayuden a conseguir el bien supremo: el amor de Dios). Consiste en la renuncia a algo deseado o querido en orden a do- minar las inclinaciones desordenadas con el fin de someterlas a la voluntad, y ésta a Dios. TE 40 de 45

7 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 7 Motivos de la mortificación: la subsistencia y el progreso de la vida espiritual (para quien quiere llegar a la santidad es necesaria la mor- tificación de todos los apetitos incompatibles con la voluntad divina); un medio óptimo para demostrar a Dios que lo amamos más que a nosotros mismos; el valor apostólico de la mortificación voluntaria para salvar a las almas. La mortificación cumple sobre todo tres fun- ciones en la vida cristiana: educativa, de pu- rificación y de expiación. TE 41 de 45

8 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 8 Tres funciones de la mortificación Función educativa: ejercicio de la voluntad con la que se domi- nan las pasiones. La renuncia es parte integrante de la educación humana. La mortificación sirve para formar el carácter. Función purificadora: conformamos nuestra voluntad con la voluntad de Dios, que nos purifica, nos desapega, nos libera. El primer paso para la ascética cristiana es el de aceptar la cruz en la vida de cada día. Función expiativa: la cruz cristiana es también expiación por los pecados pasados que ejercen una sugestión sobre el alma. Ayunar para do- minarse es mortificación; ayunar para expiar es penitencia. Diferentes por su motivación. TE 42 de 45

9 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 9 “Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado (...). Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa. La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y con- tigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. (...) Penitencia es tratar siem- pre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren (...). Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportu- nos (...). La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada” (San Josema- ría, Amigos de Dios 138). TE 43 de 45

10 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 10 El pecado es la causa última del sufrimiento moral y físico de la humanidad. Pero Jesucristo ha tomado consigo la carga de todos los pecados de los hombres y ha destruido el poder del pecado y de la muerte. La identificación con Cristo pasa por la cruz: unida al amor, realiza la redención. “Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón –lo veo con más claridad que nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y por eso, ser hijo de Dios” (San Josema- ría, Meditación 29.04.1963). TE 44 de 45

11 EL MISTERIO DE LA CRUZ, 11 La nueva evangelización requiere de cada uno el empeño por superar la separación entre fe y vida. Desde esta unidad de vida, cada cris- tiano da savia nueva a la cultura, la ciencia, las leyes, la diversión, la moda, etc. “Cuando el cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria” (San Josemaría, Con- versaciones 116). TE 45 de 45


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