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Publicada porRamón Páez Agüero Modificado hace 8 años
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Hoy, 1 de noviembre, la Iglesia se viste de fiesta para celebrar con gran alegría el triunfo de tantos Santos que, a través de los siglos, alcanzaron la bienaventuranza eterna pero cuyos nombres no son conocidos.
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El origen de esta sentida fiesta se remonta al siglo IV, cuando en la Iglesia de Oriente se empezó a invocar a los santos, cuyos nombres eran ignorados, o no reconocidos oficialmente por la Iglesia.
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En el siglo VII, Bonifacio IV, dedicó a la Santísima Virgen y a los mártires, el Panteón de Roma construido en honor a Augusto y a las deidades romanas.
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En el año 835, el Papa Gregorio IV extendió esta fiesta a la Iglesia Universal.
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Unidos, pues, a cuantos hoy celebran sus santos familiares y locales, no reconocidos oficialmente por la Iglesia, brindemos nuestro sentido aplauso a todos los santos.
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Todos los santos, ustedes son: “La gran muchedumbre que nadie puede contar de todas las naciones, tribus y lenguas, que a través de los siglos, han alcanzado la bienaventuranza eterna”. A ustedes hoy celebramos e invocamos. Ustedes, los Santos Anónimos, que sabiamente supieron escoger el camino de la pobreza y humedecieron con lágrimas el camino de sus vidas.
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Ustedes que sufrieron injusticias y sintieron hambre y sed de justicia, que ejercieron misericordia y supieron mantenerse con el corazón limpio, que trabajaron por la paz y recibieron insultos, fueron perseguidos y calumniados.
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A ustedes invocamos y felicitamos, porque sabemos que, según la promesa, poseen ahora el Reino de los cielos, han heredado la tierra prometida, han recibido el consuelo y han sido saciados, han alcanzado la misericordia de Dios, y son llamados “hijos de Dios”.
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Hoy recordamos a aquel enfermo que sufrió con ejemplar paciencia, aquel niño que buscó siempre el abrazo del padre, aquel albañil que fue fiel en su trabajo y en su familia, aquella monjita que vivió a conciencia su consagración.
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Aquellos de quienes, cuando descansaron de sus días, más de uno comentó: ¡Fue un santo! ¡Verdaderamente un santo! Felices Ustedes porque ahora ven a Dios por toda la eternidad.
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