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Publicada porFelipe Sevilla Mendoza Modificado hace 8 años
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ÉXODO de HOMBRE Es domingo, 02 de agosto de 2015 Ahora mismo son las 1:22 p.m.
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Éxodo de hombre soy, que un día lanzó su palabra a los oídos del viento para que escuchar pudieran los hombres su eco hasta las riberas azules del infinito universo, y golpear con mi fuerte lamento las rocas del tiempo más allá del firmamento. ¿Quién soy?, me pregunté, mientras en silente actitud escucho a mi propio eco responder: apenas de hombre un suspiro, perdido en la inabarcable majestad del cosmos.
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¿De dónde vengo?, reitero, prolongando mi lamento más allá del cauce corto de la vida, y el mismo eco responde: sólo Dios lo sabe.
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¿A dónde voy?, pregunto, y mis ojos, de pronto, se adentran en la inefable claridad de un sueño, que me llama, desde dentro, a lanzar mi destino, más allá del universo, al seno radiante y materno del Dios, insondablemente Eterno, que por amor me creó.
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Atrás, quedó como fiel testigo mi palabra, para siempre atrapada en el laberinto inconsútil del viento mientras el río se llevaba, mansamente, mi olvidado lamento de este éxodo de hombre.
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ÉXODO DE HOMBRE Éxodo de hombre soy, que un día lanzó su palabra a los oídos del viento para que escuchar pudieran los hombres su eco hasta las riberas azules del infinito universo, y golpear con mi fuerte lamento las rocas del tiempo más allá del firmamento. ¿Quién soy?, me pregunté, mientras en silente actitud escucho a mi propio eco responder: apenas de hombre un suspiro, perdido en la inabarcable majestad del cosmos. ¿De dónde vengo?, reitero, prolongando mi lamento más allá del cauce corto de la vida, y el mismo eco responde: sólo Dios lo sabe. ¿A dónde voy?, pregunto, y mis ojos, de pronto, se adentran en la inefable claridad de un sueño, que me llama, desde dentro, a lanzar mi destino, más allá del universo, al seno radiante y materno del Dios, insondablemente Eterno, que por amor me creó. Atrás, quedó como fiel testigo mi palabra, para siempre atrapada en el laberinto inconsútil del viento mientras el río se llevaba, mansamente, mi olvidado lamento de este éxodo de hombre. Juan Manuel del Río
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