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EL ÁNGEL QUE RASGÓ EL VELO. El día comenzó lleno de expectación para este ángel al servicio de Dios; por miles de años había servido en todo tipo de misiones,

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Presentación del tema: "EL ÁNGEL QUE RASGÓ EL VELO. El día comenzó lleno de expectación para este ángel al servicio de Dios; por miles de años había servido en todo tipo de misiones,"— Transcripción de la presentación:

1 EL ÁNGEL QUE RASGÓ EL VELO. El día comenzó lleno de expectación para este ángel al servicio de Dios; por miles de años había servido en todo tipo de misiones, unas muy rutinarias, pero otras más que extraordinarias. Esa mañana, mientras esperaba las nuevas indicaciones de Dios, recordaba alguno de los momentos más destacados de su servicio para el Creador. Recordaba aquella vez en que Dios le envió a detener a un profeta que, montado en su burra, intentaba viajar para maldecir al pueblo de Israel; ¡qué susto se llevó el pobre animal, cuando le vio con su espada desenvainada!

2 En otra ocasión Dios le había enviado a derribar los altísimos muros de la ciudad de Jericó, justo cuando los sacerdotes tocaran sus trompetas; fue impresionante ver caer los muros desde su altura, y ayudar a los israelitas a tomar esta magna ciudad. Él había intervenido numerosas ocasiones en el ministerio de Jesús, ayudándole y sirviéndole, como aquella vez en el desierto, cuando Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y el diablo llegó para tentarle; fue impresionante ver a Jesús resistir al diablo, y cómo una vez que el maligno se retiró, el ángel fue enviado para ayudarle en ese momento. También recordaba las ocasiones en que los judíos intentaron matar a Jesús, y como él fue enviado para protegerlo de esos propósitos asesinos.

3 Sin embargo, esa mañana este ángel se percató de la increíble concentración de maldad que se había dado en la ciudad de Jerusalén. Millones de demonios se habían congregado en e huerto de Getsemaní, para asegurarse de proveer toda la maldad posible y toda la crueldad necesaria. Era tal la cantidad de demonios, y el mismo diablo presente en el lugar, que Jesús mencionó al ser entregado: “¿No saben que podría orar a mi Padre en este momento, quien podría enviar más de doce legiones de ángeles a protegerme?” ¡Doce legiones de ángeles! Eso sí sería todo un acontecimiento. Este ángel no recordaba evento alguno que requiriera doce legiones de ángeles para una sola misión. Se trataba de más de veinticuatro mil ángeles juntos. Mucho mayor era la cantidad de enemigos concentrados en el Huerto de Getsemaní, pero solo veinticuatro mil ángeles podrían vencerlos. Lo más impresionante fue ver a Jesús no pedir los ángeles, y al Padre no enviarlos.

4 Este ángel recordaba la ansiedad con que él y miles de sus compañeros esperaban la señal de salida, para ir al rescate del Señor. Una sola palabra del Padre y ellos viajarían a toda velocidad para destruir a los enemigos. Pero el silencio de Dios fue contundente... y Jesús fue entregado. En esa noche los acontecimientos corrieron más rápido de lo que se podría suponer: Jesús fue juzgado injustamente, acusado con falsedad ante Pilatos y condenado a muerte de la manera más absurda e injusta. Increíblemente, cuando Dios llamó al ángel para asignarle su misión del día, no lo envió al Monte Calvario para ayudar a Jesús; a pesar del terrible sufrimiento que el Hijo de Dios experimentaba, por alguna desconocida y extraña razón, ningún ángel fue asignado para ayudarle o acompañarlo. Por el contrario, este ángel fue enviado al Templo, exactamente al límite entre los lugares santo y santísimo, donde una gran y pesada cortina separaba a ambos compartimentos.

5 En ese preciso lugar, el ángel debería esperar hasta que Dios le diera la orden; cuando ésta llegara, el ángel debía tomar su espada y cortar el velo desde arriba hacia abajo, hasta que el velo cayera y el lugar santísimo quedara descubierto. El ángel esperó ansiosamente hasta que la orden llegó. Cuando la señal de Dios le fue dada, el ángel rasgó el velo, miró al interior del lugar santísimo donde tantas veces había estado, y cuando volvió a Dios, se enteró de que justo cuando él rasgaba el velo, Jesús moría en la cruz. Entonces entendió que a partir de ese momento, los hombres tendrían el privilegio que hasta antes solamente los ángeles tenían: podrían acercarse libremente a la presencia de Dios. "Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo " (Marcos 15:37-38).

6 “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.(Juan 15,13).


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