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¿Dónde están hoy los profetas? El profeta está en el desierto. En la intemperie, en los márgenes, a las afueras del poder y de las instituciones. También.

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Presentación del tema: "¿Dónde están hoy los profetas? El profeta está en el desierto. En la intemperie, en los márgenes, a las afueras del poder y de las instituciones. También."— Transcripción de la presentación:

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2 ¿Dónde están hoy los profetas? El profeta está en el desierto. En la intemperie, en los márgenes, a las afueras del poder y de las instituciones. También hoy existen, si queremos escucharlos. Dios no ha estado jamás lejos, jamás ha sido mudo. Dios es la entraña de todos los seres, la entraña íntima y suplicante de todos los seres; Dios es fuego y agua y unción en la entraña de todos los seres. Es adviento de renovación universal. Es mensaje bueno en la voz de todos los profetas, sean conocidos o desconocidos, clamen o susurren. Amiga, amigo: sé profeta también tú, a tu manera, como puedas, donde estés. Une tu débil voz a la voz irreductible de los profetas. Sé profeta, y no importa que clames o que apenas susurrres. Soñemos y anunciemos, tratemos de construir una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva religión. Soñemos y anunciemos y construyamos la nueva ciudad de Dios y de todas las criaturas. Amiga, amigo: en tu desierto, sé profeta también tú. ¡Y sea contigo Aquel que es Paz en la justicia y Dicha en la piedad! Amiga, amigo: sé profeta también tú, a tu manera, como puedas, donde estés. Une tu débil voz a la voz irreductible de los profetas. Sé profeta, y no importa que clames o que apenas susurrres. Soñemos y anunciemos, tratemos de construir una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva religión. Soñemos y anunciemos y construyamos la nueva ciudad de Dios y de todas las criaturas. Amiga, amigo: en tu desierto, sé profeta también tú. ¡Y sea contigo Aquel que es Paz en la justicia y Dicha en la piedad! José Arregi Texto: Marcos 6, 1-6. Tiempo Ordinario 14 –B- Comentarios y presentación: Asun Gutiérrez. Música: Bruch. Violoncelo y Orquesta. Adagio.

3 Salió de allí y fue a su pueblo, acompañado de sus discípulos. Después de algunos días de intenso trabajo en Cafarnaún, Jesús vuelve a su pueblo, situado a unos cuarenta kilómetros, Nazaret, aldea nunca citada en los libros bíblicos. Todos los habitantes de Nazaret habían visto a Jesús crecer, jugar, ir a la escuela, trabajar... Creían conocerlo bien. Este texto tiene mucho que decirnos hoy a nosotros. También podemos creer que conocemos bien y de siempre a Jesús. Realmente ¿le conocemos bien? Nazaret

4 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La mayoría de la gente, al oírlo, se preguntaba asombrada: Como todos los pueblos, Nazaret tenía una pequeña sinagoga donde se reunía el pueblo para leer y comentar las Escrituras. El asombro forma parte de la vida, del movimiento, del misterio, de la alegría. El asombro puede llevar a la adhesión y al gozo o a la incomprensión y al rechazo. Quienes escuchan a Jesús se sorprenden cuando se dan cuenta de que no piensa ni habla ni vive como ellos ni como esperaban ni como les conviene. El Jesús real no coincide con la idea que se han formado de Él. La novedad de Jesús es rechazada por las personas de su pueblo y por su familia. ¿Cuáles son mis interrogantes y preguntas sobre Jesús? ¿Qué me asombra de Él, de su Evangelio, de sus palabras y de sus hechos? ¿Ese asombro qué crea, qué hace surgir en mí?

5 –¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por él? 3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros? Y los tenía desconcertados. Quienes creen conocer a Jesús formulan preguntas entre la desconfianza y la ironía. Jesús es rechazado porque resulta incómodo y porque remueve los cimientos, familiares, sociales y religiosos, sobre los que tienen instalada la vida. Con frecuencia resulta más fácil buscar a Dios en lo espectacular, mágico y extraordinario que donde realmente está: en lo sencillo, habitual y normal. Todo comienza a cambiar cuando en lo cotidiano, en las circunstancias de cada día, se sabe ver y descubrir a Jesús, quien llena la vida de sentido, de confianza, de auténtica riqueza y de verdadera libertad.

6 Jesús les dijo: –Un profeta sólo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa. Donde se espera encontrar aliento, ayuda, colaboración..., puede haber indiferencia, incomprensión e incluso hostilidad. En la vida existen fracasos, batallas perdidas, heridas no cicatrizadas... Saber integrar las dificultades supone un proceso de madurez y enriquecimiento y una posibilidad de encuentro con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Nazaret. Capitel de la Sinagoga

7 El profeta choca con la resistencia de quienes se niegan a escuchar la Palabra que invita a dejar viejas seguridades y a cambiar de camino. Gustavo Gutiérrez

8 Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo curó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe. El rechazo y la incomprensión no desaniman a Jesús. Sigue actuando: buscando y curando a las personas enfermas y pobres. Jesús se sorprende de que la gente prefiera la seguridad de siempre a los nuevos caminos del Reino. Mirando mi fe, ¿de qué se sorprende hoy Jesús? ¿Impido que realice los “milagros” que quiere hacer en mí? “La raíz de la incredulidad está en la incapacidad de acoger la manifestación de Dios en lo cotidiano” (R. Fabris).

9 Tengo miedo y me dices: ¡ánimo! Dudo y me dices: ¡confía! Me siento angustiado y me dices: ¡tranquilo! Busco bienes materiales y me dices; ¡despréndete! Quiero ser jefe y me dices: ¡sirve! Quiero comprender y me dices: ¡cree! Quiero tranquilidad y quieres que esté inquieto. Busco el primer puesto y me dices: ¡siéntate en el último lugar! Quiero esconderme y me dices: ¡muestra tu luz! Quiero ser visto y me dices: ¡reza en lo escondido! ¡No! No te entiendo, Jesús. Me provocas. Me confundes. Al igual que tantos de tus discípulos, también yo quisiera hallar otro maestro que fuera más claro y exigiera menos. Pero no conozco a nadie que tenga como Tú palabras de vida eterna. (Rev. Homilética) (Rev. Homilética)


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