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Una lápida para Danny Fisher

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Presentación del tema: "Una lápida para Danny Fisher"— Transcripción de la presentación:

1 Una lápida para Danny Fisher
Biblioteca Siglo XX Una lápida para Danny Fisher Harold Robbins

2 Título original: «A Stone for Danny Fisher»
Traducción de Francisco Elías © 1951 by Harold Robbins © 1965 by Luis de Caralt Editor, S.A. 1978, Edición especial de la editorial Mundo Actual Ediciones, S.A. Reservada exclusivamente a los socios de Discolibro, S.A. Printed in Spain. Impreso en España por Gráficas Román, S.A., Barcelona 5 ISBN: Depósito legal: B Número de título: 3.281 1ª edición-club: julio 1978 ( ej.)

3 Índice Introducción Día de Mudanza. 1º de junio de 1925
Todos los días de mi vida. Libro primero. Capítulos I – XV Día de Mudanza. 1º de diciembre de 1932 Todos los días de mi vida. Libro segundo. Capítulos I – XVII Día de Mudanza. 17 de mayo de 1934 Todos los días de mi vida. Libro tercero. Capítulos I – XVII Día de Mudanza. 15 de septiembre de 1936 Todos los días de mi vida. Libro cuarto. Capítulos I – XVIII Día de Mudanza. 3 de octubre de 1944 Una lápida para Danny Fisher

4 Nos adentramos en la trágica historia de Danny Fisher, su adolescencia y la dramática situación de su familia en la depresión económica de la década de los 20. Las dificultades económicas y los conflictos con su padre lo obligan a abandonar su hogar, y problemas con la mafia lo fuerzan a abandonar su carrera de boxeo. Sobreviviendo, dejando de ser un niño, envuelto en graves problemas y convertido en una persona vacía, que busca el dinero a toda costa, el día que nace su segundo hijo se da cuenta de muchos errores… supondrá un enorme sacrificio el enmendarlos.

5 El patrón existente en los personajes de Robbins
. El patrón existente en los personajes de Robbins El personaje principal, siempre atormentado y tratando de salir adelante, despreciando todo a su alrededor, para después redescubrirlo. El constante conflicto con el padre, esté presente o no en la vida del personaje. El amigo, que aunque tiene sus propios problemas, siempre lo ayuda cuando más lo necesita, y muchas veces sin que éste se de cuenta y hasta el final. La mujer sufrida, que quiere al personaje principal del libro con todas sus virtudes y defectos. La que sigue ahí, a pesar de ser casi siempre pisoteada por éste. La mujer experimentada, a quien la vida ha maltratado de muchas maneras. Con ella siempre hay una relación de amor-odio, y nunca un futuro por delante. Prototipos bien disfrazados en las diferentes historias, de manera que leyendo un libro no se han leído todos.

6 Introducción

7 Existen varios medios para llegar al cementerio del Monte Sión
Existen varios medios para llegar al cementerio del Monte Sión. Se puede ir en coche, cruzando los hermosos parques que rodean Long Island, en metro o en autobús. Existen varios medios para llegar al cementerio del Monte Sión, pero durante esta semana todos estos medios se hallan atestados de gente. «¿Por qué será esto?», te preguntas, ya que durante toda la vida siempre existe una idea atemorizadora en cuanto a visitar el cementerio, excepto en ciertas fechas. Pero durante esta semana, la semana anterior a Todos los Santos, es una de estas fechas. Ésta es la semana en que Jehová llama a sus ángeles y abre ante ellos el Libro de la Vida. Y tu nombre está escrito en una de esas páginas. Y al estar escrito en una de esas páginas, será tu destino para un cierto día; pero…

8 . Durante estos seis días, el libro permanecerá abierto y tú tendrás la oportunidad de probar que mereces Su bondad. Durante este tiempo te dedicas a actos de caridad y devoción. Uno de estos actos es la visita anual a los muertos. Y para asegurarte que esta visita a los que os han abandonado será tomada en cuenta y se te dará el crédito apropiado, recogerás una pequeña piedra del suelo, cerca de tus pies, y la colocarás en el monumento, de forma que el Ángel Informador la vea cuando pase por el cementerio cada noche. Llegas a la hora acordada bajo el arco de piedra blanca. Las palabras «Cementerio del Monte Sión» están esculpidas en el arco, sobre tu cabeza. Hay seis personas. Se miran torpemente entre sí y las palabras salen dificultosamente de tus labios. Están todos aquí. Como si se hubieran puesto de acuerdo misteriosamente, todos comienzan a moverse al unísono y pasan bajo el arco. A tu derecha está el edificio del guarda; a tu izquierda, la oficina de los registros. En esta oficina, clasificados por grupos numerados y por la sociedad de entierros, están las direcciones actuales de mucha gente que ha pasado por la tierra junto a ti y muchos que han pasado por esta tierra antes que tú.

9 . No te detienes a pensar en esto, ya que para ti todos pertenecen al pasado, excepto yo. Caminas a lo largo de un sendero en pos de algo determinado. Por fin llegas a él: un disco negro con números blancos. Doblas por este camino, tus ojos leyendo los nombres de las diversas sociedades de entierros sobre cada grupo numerado. El nombre que buscabas está ahora frente a ti, claras letras negras sobre piedra gris. Entras en el recinto. Un hombre viejo y pequeño, con un bigote y barba manchados por el tabaco, se apresura hacia ti. Te sonríe examinándote, mientras sus dedos juguetean con una insignia en su solapa. Es el orador de la sociedad de entierros. Él dirá las oraciones en hebreo para ti, según la tradición. Murmuras un nombre. Él afirma con la cabeza, moviéndola como un pájaro; sabe cuál es la tumba que buscas. Se da vuelta, y tú le sigues, pisando cuidadosamente entre las otras tumbas, ya que el espacio es muy apreciado en este lugar. Se detiene y señala con una mano envejecida, temblorosa. Tú afirmas con la cabeza, es la tumba que buscas, y él da un paso atrás.

10 . Un avión ruge sobre vuestras cabezas, se dirige a un aeropuerto cercano, pero tú no levantas la vista. Estás leyendo la inscripción del monumento. La paz y la quietud te embargan. Las preocupaciones del día abandonan tu cuerpo. Elevas tu visita y le haces una seña apenas perceptible al orador. Se adelanta nuevamente y se detiene ante ti. Pregunta por tus otros nombres, para incluirlos en sus oraciones. Uno a uno tú se los vas indicando. Mi madre Mi padre Mi hermana El marido de mi hermana Mi esposa Mi hijo Su oración es un cantar ininteligible de palabras que retumban monótonamente por entre las tumbas. Pero tú no le escuchas. Tu mente está llena de recuerdos acerca de mí; para cada uno de vosotros yo soy una persona diferente.

11 . Por último, se termina la plegaria, el orador ha sido pagado y se ha marchado para efectuar su trabajo en algún otro lado. Buscas una pequeña piedra en torno a la sepultura. Cuidadosamente la coges en tu mano, y como los otros, a la vez, das un paso hacia delante, hacia la sepultura. A pesar de que he sentido de muy cerca el frío y la nieve del invierno y el sol y las lluvias del verano, desde la última vez que estuvisteis aquí reunidos, vuestros pensamientos son los mismos. Estoy fuertemente grabado en vuestras memorias, excepto para uno. Para mi madre, soy un niño asustado acogiéndome a su seno, buscando seguridad entre sus brazos. Para mi padre, soy un hijo difícil, cuyo amor costaba encontrar pero era tan fuerte como el mío hacia él. Para mi hermana, soy el extraordinario hermano menor, cuya audacia era motivo de amor y de temor.

12 . Para el marido de mi hermana, soy el amigo con el cual compartimos las esperanzas de gloria. Para mi esposa, soy el amante, con quien, a su lado en la noche, rendía culto al altar de la pasión y de cuya unión nació un hijo. Para mi hijo… para mi hijo, no sé quién soy, ya que no me conoció. Hay cinco piedras sobre mi tumba y aún, hijo mío, estás inseguro. Para todos los otros soy real, no para ti. ¿Entonces, por qué estás aquí, lamentándote por alguien a quien nunca conociste? En tu corazón existe el pequeño y duro núcleo del resentimiento infantil. Porque te he fallado. Nunca has podido decir esas frases que tanto gustan de pronunciar los niños: «Mi padre es el más fuerte», o el más inteligente, o el más bondadoso, o el mejor amigo. Has escuchado en amargo silencio, con una frustración creciente, mientras otros te han dirigido estas frases a ti.

13 . No estés resentido ni me condenes, hijo mío. No juzgues, si puedes no hacerlo, y escucha la historia de tu padre. Fui humano, por lo tanto falible y débil. Y, a pesar de que durante mi vida cometí muchos errores y decepcioné a mucha gente, jamás te habría frustrado voluntariamente. Escúchame, entonces, te lo ruego, escúchame, hijo mío y conoce a tu padre. Remonta conmigo hasta el comienzo, hasta el principio. Porque nosotros que hemos sido de una misma carne, de una misma sangre, y de un mismo corazón, seremos ahora de un mismo recuerdo.

14 . Día de Mudanza 1º de junio de 1925

15 Escarbo en lo más profundo de mi memoria, y es mi octavo cumpleaños
Escarbo en lo más profundo de mi memoria, y es mi octavo cumpleaños. Estoy sentado en la cabina de un camión de una empresa de mudanzas, estudiando ansiosamente los nombres de las calles. El enorme camión se detuvo al llegar a una esquina. —¿Es ésta la manzana? —preguntó el chófer al negro que estaba sentado a mi lado. El gigantesco negro se dirigió a mi. —¿Es ésta la manzana, chico? —preguntó, sus blancos y grandes dientes se asomaban y distinguían en su rostro. Yo estaba tan excitado que apenas pude articular palabra. —Ésta es —logré murmurar.

16 . Me di la vuelta para mirar la calle. Era ésta. Reconocí las casas, todas eran iguales, con un árbol nuevo frente a cada una. Parecía igual al día en que fui con mamá y papá, el día en que me compraron la casa, como regalo para mi cumpleaños. Todos sonreían entonces, incluso el agente de la propiedad inmobiliaria que le vendió la casa a papá. Mi padre no estaba de broma. Lo decía en serio. Le dijo al agente de la propiedad inmobiliaria que la casa debía estar lista para el 1.º de junio, porque ese día era mi cumpleaños, y se trataba de un regalo para mi. Por fin, estuvo lista para el 1.º de junio, tal como papá había querido. Comenzamos la mudanza el mismo día de mi cumpleaños. Lentamente el camión dio vuelta a la esquina. Podía escuchar el sonido leve que emitían los neumáticos sobre la grava cuando dejamos el pavimento. Mi nueva calle estaba sin pavimentar aún. Estaba cubierta con una grava grisácea. Las piedras saltaban cuando los neumáticos pasaban sobre ellas, lanzándolas contra los guardabarros. Di un salto en la cabina del camión. —¡Allí está! —grité señalando—. ¡Ésa es mi casa! ¡La última de la manzana! ¡La que está sola!

17 . El camión comenzó a disminuir velocidad para detenerse frente a la casa. Pude ver nuestro coche aparcado. Mamá y mi hermana Miriam, dos años mayor que yo, se habían venido antes para traer el pan y la sal a la casa y tener las cosas preparadas. Mamá había querido que viniese con ella, pero yo había preferido venirme en el camión, sin ninguna oposición por parte del chófer. Traté de abrir la puerta de la cabina antes que el camión se detuviera, pero el negro mantuvo firmemente su mano en ella. —Espera un minuto, chico —dijo sonriendo—. Estarás aquí durante mucho tiempo. Cuando el camión se detuvo, dejó libre la puerta. Al bajar de la cabina apresuradamente, resbalé y caí cuan largo era sobre el suelo. Oí un mascullar sordo tras de mi y sentí que unas fuertes manos me recogían y me ayudaban a ponerme de pie. La voz ronca del negro preguntó cerca de mi oído: —¿Te has hecho daño, chico? Moví la cabeza negativamente. Estaba demasiado preocupado observando mi casa.

18 . La mitad del muro era de ladrillo rojizo y después continuaban tablas pintadas de color marrón hasta encontrarse con el techo. El techo estaba formado por tablas pintadas de negro, y había un pequeño portal, frente a la casa, con marquesina. Era la casa más hermosa que había visto en mi vida. Llené de aire mis pulmones, orgullosamente, y di una rápida ojeada por la calle para ver si había gente mirando. No había nadie. Éramos los primeros que nos mudábamos en la manzana. El hombre de color estaba a mi lado. —Es una casa muy linda —dijo—. Eres un chico con mucha suerte al ser dueño de ella. Le sonreí agradecido, ya que cuando le conté cómo papá me la había regalado para mi cumpleaños, no se había mofado, como otros. Corrí hacia la casa y golpeé la puerta. —¡Mamá, mamá! —grité —. Soy yo. ¡Ya he llegado! La puerta se abrió y apareció mamá con un pañuelo viejo atado a la cabeza. Entré violentamente a la casa y me detuve en el centro de la habitación. Todo olía a nuevo en ella. La pintura de los muros, la madera de las escaleras, todo…

19 . Escuché a mamá preguntar al chófer por qué habíamos tardado tanto. No pude oír la respuesta, estaba mirando por la escalera hacia arriba, pero mamá volvió a la habitación murmurando algo acerca de perder el tiempo, ya que se les pagaba por hora de trabajo. Me aferré a su brazo. —Mamá, ¿cuál es mi habitación? —pregunté. Por primera vez en mi vida iba a tener una habitación para mí solo. Anteriormente habíamos vivido en un apartamento, compartiendo la habitación con mi hermana. Pero una mañana, antes de que papá se decidiera a comprarme una casa, mamá entró en la habitación, sorprendiéndome sentado sobre mi cama, mirando cómo se vestía Mimí. Mamá me miró y más tarde, durante el desayuno, nos dijo que tendríamos una casa y desde entonces tendría una habitación exclusivamente para mí. Mamá se desligó de mi abrazo. —Es la primera al lado de la escalera, Danny —contestó, muy excitada —. Por favor, apártate del camino. ¡Tengo mucho que hacer! Subí la escalera rápidamente; los tacones de mis zapatos hacían mucho ruido. Al llegar arriba me quedé indeciso unos instantes mientras miraba a mi alrededor. Mamá y papá tenían la habitación grande enfrente, después venía la habitación de Mimí y luego la mía… Abrí la puerta de mi habitación y entré muy despacio.

20 . ROBBINS, Harold. Una lápida para Danny Fisher. Ed. Mundo Actual Ediciones, S.A. Barcelona. 1978


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