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Publicada porJosé Barbero Cuenca Modificado hace 9 años
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santo rosario
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La anunciación No olvides que, ante el Señor y la Virgen, somos niños. María está recogida en oración. El Arcángel le dice su embajada: Dios te salve María... -¿Cómo se hará esto si no conozco varón? -He aquí la esclava de Señor, hágase en mí según tu palabra. Al encanto de sus palabras virginales el Verbo se hizo carne.
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La visitación de nuestra Señora Caminamos apresuradamente hacia las montañas, hasta un pueblo de la tribu de Judá, donde está Isabel. Llegamos.- Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista. Isabel aclama agradecida, a la Madre del Redentor:¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y... El Bautista, no nacido, se estre- mece... La humildad de María se vierte en el Magníficat. Y tú y yo, que somos unos soberbios, prometemos que seremos humildes
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Nacimiento de Jesús Se ha publicado un edicto de César Augusto, y manda empa- dronar a todo el mundo. La Virgen María y S. José van desde Nazaret a la ciudad de Be- lén. No hay lugar en la posada: en un establo. María le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre. Frío.- Pobreza. - ¡Qué bueno es José!.- ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendi- das!...
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Purificación de la Virgen Cumplido el tiempo de la purifi- cación de la Madre, según las ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor. ¿Te fijas? Ella -¡la Inmaculada!- se somete a la Ley como si estuviera inmunda. -¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! Un hombre justo y temeroso de Dios, movido por el Espíritu Santo ha venido al templo. Toma en sus brazos al Niño, y le dice: Ahora, Señor, puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo...
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El Niño perdido en el templo -¿Dónde está Jesús? –Señora:¡el Niño! ¿dónde está? Llora María. Y José, tras inútiles esfuerzos por no llorar, llora tam- bién... Y tú... Y yo,... por cuando le hemos perdido por el pecado y no hemos llorado. Jesús: que nunca más te pierda... Y, nos consolamos con el gozo de encontrar a Jesús -¡tres días de au- sencia!- disputando con los maestros de la Israel... -¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?
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