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te presento una veintena de poemas míos.

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1 te presento una veintena de poemas míos.
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2 De Desolación (1922), sección “I Vida”

3 1. El suplicio Tengo ha veinte años en la carne hundido —y es caliente el puñal— un verso enorme, un verso con cimeras de pleamar. De albergarlo sumisa, las entrañas cansa su majestad. ¿Con esta pobre boca que ha mentido se ha de cantar? Las palabras caducas de los hombres no han el calor de sus lenguas de fuego, de su viva tremolación. Como un hijo, con cuajo de mi sangre se sustenta él, y un hijo no bebió más sangre en seno de una mujer. ¡Terrible don! ¡Socarradura larga que hace aullar! El que vino a clavarlo en mis entrañas ¡tenga piedad!

4 (Prólogo de ‘Canciones’, del mexicano Torres Bodet) Boca temblorosa,
2. Elogio de la canción (Prólogo de ‘Canciones’, del mexicano Torres Bodet) Boca temblorosa, boca de canción: boca, la de Teócrito y de Salomón! La mayor caricia que recibe el mundo, abrazo el más vivo, beso el más profundo. Es el beso ardiente de una canción: la de Anacreonte o de Salomón. Como el pino mana su resina suave, como va espesándose el plumón del ave, entre las entrañas se hace la canción, y un hombre la vierte blanco de pasión. Felix Sherman (1947- ): Canción.

5 Todo ha sido sorbo para las canciones: cielo, tierra, mares,
civilizaciones... Cabe el mundo entero en una canción: se trenza hecha mirto con el corazón. Alabo las bocas que dieron canción: la de Omar Kayyan, la de Salomón. Hombre, carne ciega el rostro levanta a la maravilla del hombre que canta. Todo lo que tú amas en tierra y en cielo, está entre sus labios, pálidos de anhelo. Y cuando te pones su canto a escuchar, tus entrañas se hacen vivas como el mar. Felix Sherman (1947- ): Canción.

6 Vivió en el Anáhuac, también en Sión: es Netzahualcoyotl como Salomón.
Aguijón de abeja lleva la canción: aunque va enmielada punza de aflicción. Reyes y mendigos mecen sus rodillas: mueve ella las almas como las gavillas. Amad al que trae boca de canción: el cantor es madre de la Creación. Se llamó Petrarca, se llama Tagore: numerosos nombres del inmenso amor. Felix Sherman (1947- ): Canción.

7 De Desolación (1922), sección “III Dolor”

8 Anda libre en surco, bate el ala en el viento
3. Amo amor Anda libre en surco, bate el ala en el viento late vivo en el sol y se prende al pinar. No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: ¡le tendrás que escuchar! Habla lengua de bronce y habla lengua de ave, ruegos tímidos, imperativos de mar. No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave: ¡lo tendrás que hospedar! Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas. Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar. No te vale decirle que albergarlo rehúsas: Tiene argucias sutiles en la réplica fina, argumentos de sabio, pero en voz de mujer. Ciencia humana te salva, menos ciencia divina: ¡le tendrás que creer! Te echa venda de lino; tú la venda toleras. Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir. Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras ¡que eso para en morir! Wassily Kandinsky ( ): Improvisación 31 (Batalla marina), 1913.

9 Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
4. Vergüenza Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa como la hierba a que bajó el rocío, y desconocerán mi faz gloriosa las altas cañas cuando baje al río. Tengo vergüenza de mi boca triste, de mi voz rota y mis rodillas rudas; ahora que me miraste y que viniste, me encontré pobre y me palpé desnuda. Ninguna piedra en el camino hallaste más desnuda de luz en la alborada que esta mujer a la que levantaste, porque oíste su canto, la mirada. Yo callaré para que no conozcan mi dicha los que pasan por el llano, en el fulgor que da a mi frente tosca y en la tremolación que hay en mi mano... Es noche y baja a la hierba el rocío; mírame largo y habla con ternura, ¡que ya mañana al descender al río lo que besaste llevará hermosura! Carlos Villanueva (1963- ): Vergüenza.

10 5. Nocturno Padre Nuestro que estás en los cielos, ¿por qué te has olvidado de mí? Te acordaste del fruto en Febrero, al llagarse su pulpa rubí. ¡Llevo abierto también mi costado, y no quieres mirar hacia mí! Te acordaste del negro racimo, y lo diste al lagar carmesí; y aventaste las hojas del álamo, con tu aliento, en el aire sutil. ¡Y en el ancho lagar de la muerte aún no quieres mi pecho oprimir! Caminando, vi abrir las violetas; el falerno del viento bebí, y he bajado, amarillos, mis párpados por no ver más Enero ni Abril. Y he apretado la boca, anegada de la estrofa que no he de exprimir... ¡Has herido la nube de otoño y no quieres volverte hacia mí!

11 Me vendió el que besó mi mejilla;
me negó por la túnica ruin. Yo en mis versos el rostro con sangre, como Tú sobre el paño, le di. Y en mi noche del Huerto, me han sido Juan cobarde y el Ángel hostil. Ha venido el cansancio infinito a clavarse en mis ojos, al fin: el cansancio del día que muere y el del alba que debe venir; ¡el cansancio del cielo de estaño y el cansancio del cielo de añil! Ahora suelto la mártir sandalia y las trenzas pidiendo dormir. Y perdida en la noche, levanto el clamor aprendido de Ti: ¡Padre Nuestro, que estás en los cielos, por qué te has olvidado de mí!

12 sección “IV La naturaleza”
De Desolación (1922), sección “IV La naturaleza”

13 quedaron a la orilla del sendero. El leñador los olvidó, y conversan
6. Tres árboles* Tres árboles caídos quedaron a la orilla del sendero. El leñador los olvidó, y conversan apretados de amor, como tres ciegos. El sol de ocaso pone su sangre viva en los hendidos leños ¡y se llevan los vientos la fragancia de su costado abierto! Uno, torcido, tiende su brazo inmenso y de follaje trémulo hacia otro, y sus heridas como dos ojos son, llenos de ruego. El leñador los olvidó. La noche vendrá. Estaré con ellos. Recibiré en mi corazón sus mansas resinas. Me serán como de fuego. Y mudos y ceñidos, nos halle el día en un montón de duelo. ___________________ * Del conjunto de poemas «Paisajes de la Patagonia»

14 7. A las nubes Nubes vaporosas, nubes como tul, llevad l’alma mía por el cielo azul. ¡Lejos de la casa que me ve sufrir, lejos de estos muros que me ven morir! Nubes pasajeras, llevadme hacia el mar, a escuchar el canto de la pleamar y entre la guirnalda de olas a cantar. Nubes, flores, rostros, dibujadme a aquel que va borrándose por el tiempo infiel. Mi alma se pudre sin el rostro de él.

15 Nubes que pasáis, nubes, detened sobre el pecho mío la fresca merced. ¡Abiertos están mis labios de sed!

16 8. La lluvia lenta Esta agua medrosa y triste, como un niño que padece, antes de tocar la tierra desfallece. Quieto el árbol, quieto el viento, ¡y en el silencio estupendo, este fino llanto amargo cayendo! El cielo es como un inmenso corazón que se abre, amargo. No llueve: es un sangrar lento y largo. Dentro del hogar, los hombres no sienten esta amargura, este envío de agua triste de la altura. Este largo y fatigante descender de aguas vencidas, hacia la Tierra yacente y transida.

17 Llueve..., y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra. ¿Qué va a surgir, en la sombra, de la Tierra? ¿Dormiréis, mientras afuera cae, sufriendo, esta agua inerte, esta agua letal, hermana de la Muerte?

18 sección “I Canciones de ronda”
De Ternura (1924), sección “I Canciones de ronda”

19 Donde fue Tihuantisuyo, nacían los indios. Llegábamos a la puna
9. Canción quechua Donde fue Tihuantisuyo, nacían los indios. Llegábamos a la puna con danzas, con himnos. Silbaban quenas, ardían dos mil fuegos vivos. Cantaban Coyas de oro y Amautas benditos. Bajaste ciego de soles, volando dormido, para hallar viudos los aires de llama y de indio. Y donde eran maizales ver subir el trigo y en lugar de las vicuñas topar los novillos. ¡Regresa a tu Pachacámac, En —Vano— Venido, Indio loco, Indio que nace, pájaro perdido! Luzmila Carpio

20 La vieja empadronadora, la mañosa Muerte, cuando vaya de camino,
10. Canción de la muerte La vieja empadronadora, la mañosa Muerte, cuando vaya de camino, mi niño no encuentre. La que huele a los nacidos y husmea su leche, encuentre sales y harinas, mi leche no encuentre. La Contra-Madre del Mundo, la Convida-gentes, por las playas y las rutas no halle al inocente. El nombre de su baustismo —la flor con que crece—, lo olvide la memoriosa, lo piedra la Muerte. De vientos, de sal y arenas se vuelva demente, y trueque, la desvariada, el Oeste y el Este. Hans Holbein El Joven ( ): La danza de la muerte.

21 Niño y madre los confunda lo mismo que peces, y en el día y en la hora
a mí sola encuentre. Hans Holbein El Joven ( ): La danza de la muerte.

22 sección “IV Jugarretas, I”
De Ternura (1924), sección “IV Jugarretas, I”

23 11. La rata Una rata corrió a un venado y los venados al jaguar, y los jaguares a los búfalos y los búfalos a la mar... ¡Pillen, pillen a los que se van! ¡Pillen a la rata, pillen al venado, pillen a los búfalos y a la mar! Miren que la rata de la delantera se lleva en las patas lana de bordar, y con la lana bordo mi vestido y con el vestido me voy a casar. Suban y pasen la llanada, corran sin aliento, sigan sin parar, vuelen por la novia, y por el cortejo, y por la carroza y el velo nupcial.

24 sección “VI Casi escolares”
De Ternura (1924), sección “VI Casi escolares”

25 12. Plegaria por el nido Dulce Señor, por un hermano pido indefenso y hermoso: por el nido! Florece en su plumilla el trino; ensaya en su almohada el vuelo. ¡Y el canto dicen que es divino y el ala cosa de los cielos! Dulce tu brisa sea al mecerlo, mansa tu luna al platearlo, fuerte tu rama al sostenerlo, corto el rocío al alcanzarlo. De su conchita desmañada tejida con hilacha rubia, desvía el vidrio de la helada y las guedejas de la lluvia; desvía el viento de ala brusca que lo dispersa a su caricia y la mirada que lo busca, toda encendida de codicia... Tú que me afeas los martirios dados a tus criaturas finas: la cabezuela de los lirios y las pequeñas clavelinas,

26 guarda su forma con cariño
y caliéntelo tu pasión. Tirita al viento como un niño y se parece al corazón.

27 sección “I Muerte de mi madre”
De Tala (1938), sección “I Muerte de mi madre”

28 13. Nocturno de José Asunción A Alfonso Reyes
Una noche como esta noche, de Circe llena, esa sería la noche de José Asunción1, cuando a acabarse se tendía; emponzoñada por el sapo que echa su humor en hierba fría, y a la hierba llama al acedo a revolcarse en acedía; alumbrada por esa luna, barragana de gran falsía, que la locura hace de plata como olivo o sabiduría; gobernada por esta hora en que al Cristo fuerte se olvida, y en que su mano, traicionada, suelta el mundo que sostenía _______________ 1 El poeta suicida José Asunción Silva. Luis Núñez Borda ( ): José Asunción Silva Gómez.

29 (Y el mundo, suelto de su mano, como el pichón de la que cría,
hacia la hora duodécima sin su fervor se nos enfría): taladrada por la corneja que en la rama seca fingía la vertical del ahorcado con su dentera de agonía; arreada por el Maligno que huele al ciervo por la herida, y le ofrece en el humus negro venda más negra todavía; venda apretada de la noche que, como a Antero2, cerraría, con leve lana de la nada, la boca de las elegías; noche en que la divina hermana con la montaña se dormía, sin entender que los que aman se han del dormir viniendo el día: como esta noche que yo vivo la de José Asunción sería. _______________ 2 El poeta suicida Anthero de Quental. Luis Núñez Borda ( ): José Asunción Silva Gómez.

30 De Tala (1938), sección “IV Materias”

31 14. Pan A Teresa y Enrique Diez-Canedo Dejaron un pan en la mesa, mitad quemado, mitad blanco, pellizcado encima y abierto en unos migajones de ampo. Me parece nuevo o como no visto, y otra cosa que él no me ha alimentado, pero volteando su amiga, sonámbula, tacto y olor se me olvidaron. Huele a mi madre cuando dio su leche, huele a tres valles por donde he pasado: a Aconcagua, a Pátzcuaro, a Elqui, y a mis entrañas cuando yo canto, Otros olores no hay en la estancia y por eso él así me ha llamado; y no hay nadie tampoco en la casa sino este pan abierto en un plato, que con su cuerpo me reconoce y con el mío yo reconozco.

32 Se ha comido en todos los climas
el mismo pan en cien hermanos; pan de Coquimbo, pan de Oaxaca, pan de Santa Ana y de Santiago. En mis infancias yo le sabía forma de sol, de pez o de halo, y sabía mi mano su miga y el calor de pichón emplumado... Después le olvidé hasta este día en que los dos nos encontramos, yo con mi cuerpo de Sara vieja y él con el suyo de cinco años. Amigos muertos con que comíalo en otros valles sientan el vaho de un pan en septiembre molido y en agosto en Castilla segado. Es otro y es el que comimos en tierras donde se acostaron. Abro la miga y les doy su calor; lo volteo y les pongo su hálito.

33 La mano tengo de él rebosada
y la mirada puesta en mi mano; entrego un llanto arrepentido por el olvido de tantos años, y la cara se me envejece o me renace en este hallazgo. Como se halla vacía la casa, estemos juntos los reencontrados, sobre esta mesa sin carne y fruta, los dos en este silencio humano, hasta que seamos otra vez uno y nuestro día haya acabado...

34 sección “I Poema de Chile”
De Poema de Chile (1967), sección “I Poema de Chile”

35 15. Emigración de pájaros Como si nos saludasen desde lo alto la llegada a la extremosa región a la madre más lejana, viene por los aires altos como por obra de gracia, cortando el azul celeste, la mayor “gente” emigrada. Vienen, vienen, los pelícanos... —¿Qué ves, mamá, que no veo y miras embelesada? —Para que los veas, párate. ¡Qué lindas recién llegadas! Son las gentes del mar último, pelícanos en bandadas. —Miéntalos, mamá, ja, ja, ya veo ya la bandada. —Porque es pura nieve y hielo la Patagonia extremada, vienen las aves del mar en esta cinta azorada. Tantas son que cubrirían el potrero, si abajaran.

36 —Gritan, mamá, gritan todas.
Será que temen y llaman. —No, mi loquillo, que bajan gritando por su arribada. Pero no nos dan el gusto de oírles bien la algarada. Conténtate con mirarles la línea donosa y blanca. —Pero, ¿para dónde van? ¿Van perdidas y no bajan? —¡Qué se van a perder ellas, mi niño disparatado! Nosotros, sí, nos perdemos pero aquéllas nunca fallan. Bajarán cuando divisen playa suya acostumbrada. La peonada ni mira lo linda que es su pasada. Las gentes, chiquitos, saben de pájaros poco o nada; sólo yantares y cosas y chismes de la contrada.

37 Bajan, bajan, bajan en vertical
a pastos acostumbrados. Óyelas en vez de hablar, mira y no grites, mi niño... no te pierdas su pasada. Ahora se oye un poco más; es que divisan sus playas... —Cuenta más, cuenta, la Mama. —Ayunas de calendario, de señales y de llamada, las tres o las cinco mil saben la flecha llegada y se dan voz de partida como casta convocada y suben como llamadas.

38 Dejan el hielo, la arena menuda, el nido y las playas, el sol esquivo y se vienen hacia la segunda Patria. Ya se ven más, ya torcieron el rumbo, como silbadas. Ellas están advertidas casi, casi son llamadas. La mancha se va entreabriendo. Ya reconocen las playas. Y ahora es bajar muy recto y con gritos de arribada. Bienvenidas a las dunas, tan dulces y acostumbradas. Bajan, bajan, bajan todavía...

39 Toma del Fundo Nehuentúe, Cautín, 1972.
16. Reparto de tierra Aún vivimos en el trance del torpe olvido y el gran silencio, entraña nuestra, rostros de bronce, rescoldo del antiguo fuego, olvidados como niños y absurdos como los ciegos. Aguardad y perdonadnos. Viene otro hombre, otro tiempo. Despierta Cautín, espera Valdivia, del despojo regresaremos y de los promete-mundos y de los don Mañana-lo-haremos. El chileno tiene brazo rudo y labio silencioso. Espera a rumiar tu Ercilla, indio que mascas recuerdos allí en tu selva madrina. Dios no ha cerrado sus ojos, Cristo te mira y no ha muerto. Toma del Fundo Nehuentúe, Cautín, 1972.

40 Toma del Fundo Nehuentúe, Cautín, 1972.
Yo te escribo estas estrofas llevada por su alegría. Mientras te hablo mira, mira, reparten tierras y huertas. ¡Oye los gritos, los “vivas” el alboroto, la fiesta! ¿Te das cuenta? ¡Entiende, mira! Es que reparten la tierra a los Juanes, a los Pedros. ¡Ve correr a las mujeres! Toma del Fundo Nehuentúe, Cautín, 1972.

41 17. Araucanos Vamos pasando, pasando la vieja Araucanía que ni vemos ni mentamos. Vamos, sin saber, pasando reino de unos olvidados, que, por mestizos banales, por fábula, los contamos, aunque nuestras caras suelen, sin palabras, declararlos. Eso que viene y se acerca como una palabra rápida, no es el escapar de un ciervo, que es una india azorada. Lleva a la espalda al indito y ya que vuela. ¡Cuitada! —¿Por qué va corriendo, di, y escabullendo la cara? Llámala, tráela, corre, que se parece a mi mama.

42 —No va a volverse, chiquito,
ya pasó como un fantasma. Corre más, nadie la alcanza. Va escapada de que vio forasteros, gente blanca. —Chiquito, escucha: ellos eran dueños de bosque y montaña, de lo que los ojos ven y lo que el ojo no alcanza, de hierbas, frutos, de aire y luces araucanas, hasta el llegar de unos dueños de rifles y caballadas. —No cuentes ahora, no, grita, da un silbido, tráela. —Ya se pierde ya, mi niño, de Madre-Selva tragada. ¿A qué lloras? Ya la viste, ya ni se le ve la espalda. —Di cómo se llaman, dilo.

43 —Hasta su nombre les falta.
Los mientan “araucanos” y no quieren de nosotros vernos bulto, oírnos habla. Ellos fueron despojados, pero son la Vieja Patria, el primer vagido nuestro y nuestra primera palabra. Son un largo coro antiguo que no más ríe y ni canta. Nómbrala tú, di conmigo: brava-gente-araucana. Sigue diciendo: cayeron. Di más: volverán mañana. Deja, la verás un día devuelta y transfigurada bajar de la tierra quechua a la tierra araucana, mirarse y reconocerse y abrazarse sin palabras. Ellas nunca se encontraron para mirarse a la cara y amarse y deletrear, sobre los rostros, sus almas.

44 sección “II Tierra de Chile”
De Poema de Chile (1967), sección “II Tierra de Chile”

45 18. Volcán Osorno A don Rafael Larco Herrera Volcán de Osorno, David que te hondeas a ti mismo, mayoral en llanada verde, mayoral ancho de tu gentío. Salto que ya va a saltar y que se queda cautivo; lumbre que al indio cegaba, huemul de nieves albino. Volcán del Sur, gracia nuestra, no te tuve y serás mío, no me tenías y era tuya, en el valle donde he nacido. Ahora caes a mis ojos, ahora bañas mis sentidos y juego a hacerte la ronda, foca blanca, viejo pingüino... Cuerpo que reluces, cuerpo a nuestros ojos caído, que en el agua de Llanquihue comulgan, bebiendo, tus hijos.

46 Volcán Osorno, el fuego es bueno
y lo llevamos como tú mismo el fuego de la tierra india, al nacer, lo recibimos. Guarda las viejas regiones, salva a tu santo gentío, vela indiada de leñadores, guía chilotes que son marinos. Guía a pastores con tu relumbre, Volcán Osorno, viejo novillo, ¡levanta el cuello de tus mujeres, empina gloria de tus niños! ¡Boyero blanco, tu yugo blanco, dobla cebadas, provoca trigos! Da a tu imagen la abundancia, rebana el hambre con gemido. ¡Despeña las voluntades, hazte carne, vuélvete vivo, quémanos nuestras derrotas y apresura lo que no vino!

47 Volcán Osorno, pregón de piedra,
peán que oímos y no oímos, quema la vieja desventura, ¡mata a la muerte como Cristo!

48 De Lagar II (1992), sección “XI Tiempo”

49 Sólo un flechero hiere a medio pecho,
19. El tiempo Sólo un flechero hiere a medio pecho, sólo uno sangra a la grey adamita y ése me hirió desde el día primero y a ese flechero lo llaman el Tiempo. A todos los que quise él alcanzaba. Todo lo que me tuve era su reino. Se abajaba a la fruta y a la bestia, a la paloma, a la madre, a la hermana. Me lo contaron cuando yo era niña pero yo me lo oí como una fábula, árbol, madre y hermana eran del Tiempo como la Patria de la cual yo arribaba. Golpeó a mi boca el oficio del canto sólo a la hora del perder con sangre, del árbol que con sesgo se renuncia y la derrota de manos vacías. Miré al ladrón de la hora y el día en la espalda vencida de mi madre. Fue mi enemigo solamente el Tiempo, sólo el Despojador que va sin rostro, el Arrebatador mudo y nocturno. Salvador Dalí ( ): La persistencia de la memoria (también titulado Los relojes blandos o El tiempo derretido), 1931.

50 ¡Ni hambre, ni sedes, ni el odio me hirieron:
sólo el Despojador con brazo de aire! No lo quise aprender como una lengua y una ley y un país, y un Padre oscuro, y me voy yendo sin decirle “Padre” porque vine de Patria en que ninguno perdió el amor, y la dicha ganada. Salvador Dalí ( ): La persistencia de la memoria (también titulado Los relojes blandos o El tiempo derretido), 1931.

51 sección “XII Invitación a la música”
De Lagar II (1992), sección “XII Invitación a la música”

52 20. Invitación a la música Vamos sin barco, vamos sin remos y trocados en nuestra alma, y dejando lo que hubimos caído y sin esperanza, por ríos de libertad, con cadenas canceladas. Para olvidar en su vaho la memoria ensangrentada, vamos a Islas sin nombres veraces o desvariadas. ¡Todo está cayendo en polvo como las monedas falsas; lo soñado y lo vivido, el castillo y la cabaña! La piedra, el hierro, las cales, los cánticos, las baladas, nuestro canto y nuestro sueño y la fe sin la esperanza. Por eso por tierra estamos con la tristeza de la manada, que trepó cuestas y encuentra sólo nieve en las montañas.

53 Desengañados de ríos, incrédulos de las Antártidas, de las edades de hierro, de vellocinos y Kábalas. Nos vamos por este golfo o aquella nube inflamada, todo ella vuelo de Arcángel más leve que alción y barca. Nos vamos por el torrente desbocado que arrebata, aupados por lo Divino sin balbucear palabra. Desnudos y sin lamento, criaturas que fueron robadas, de lo amado y lo servido y del hoy y del mañana. Cuanto labramos, cuanto hicimos —redes, fosos, torres, casas— todo paró en servidumbre, todo en fruta encenizada menos ésta que mece y mece con regazo y sin palabra.

54 Vamos huyéndonos por Ella,
en fuga que toma y salva con Madre leve y sin peso, sin rostro como la gracia. Tómenos la vieja Madre sin cobrar sangre ni lágrimas, con dejo de bosque al viento sin bulto, nombre ni casta. Tu rostro nunca lo vimos solo seguimos tu espalda. Vamos contigo sin verte sobre esta fe de fantasmas ignorando adónde llevas sabiendo que tu amor salva. ¡Liberados de duros dueños, sin pesadumbre a las espaldas! Vamos contigo, sea la noche sea la siesta, sea el alba. Virgen nacida y no nacida, de los Sin Rostro, así prestada que no se muere por vendida y continúa de acabada.

55 Sigue cantando bajo la noche
y no te rompas con el alba si ésta no llega, dobla tu canto para apurarla en las montañas, sin que te llamen, como a María y más ardiente cuando llamada siguiéndote por los pinares a la rasa noche estrellada y para todos o ninguno. Todavía no éramos y eras cantando tu himno y no escuchada y las tinieblas se sentían de voz y número rasgadas.

56 Tal vez temblando nos ensayas
en cuarzos, en gimiendo desesperada. Tal vez los aires que vas cantando no son... ni son arias. Tal vez no estamos, ni nacimos y tú cantas porque nazcamos. Si te oímos y no te vemos será que buscas el burlarnos. Si te amamos así sin verte, y te amamos perdidamente, será que en sueños te nombramos. Será que dentro de ti estamos. Mejor si Eva ha sido estéril y tú eres, la destinada y estás cantando canción de cuna embriagada de apercibida y sin pisar aún las plantas. Será que esperas otra tierra y otras mares tornasoladas. Será que cuando te nombramos solamente cruzas y pasas.

57 Bibliografía: * Mistral, Gabriela Poesía. Gastón von dem Bussche, antologador. Primer tomo de la Antología Mayor. Santiago: Cochrane.


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