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TEORÍA DEL VÍNCULO SOCIAL. JACQUES LACAN JOSE RODOLFO OCHOA. DOCENTE.

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1 TEORÍA DEL VÍNCULO SOCIAL. JACQUES LACAN JOSE RODOLFO OCHOA. DOCENTE

2 EL VINCULO SOCIAL. LACAN Agente → otro Un vínculo social, en principio, implica la existencia de al menos dos términos, pero el que existan dos términos no garantiza que exista un vínculo entre ellos. Es necesario que uno de ellos interpele al otro, que uno de ellos se dirija al otro e incida sobre él, de alguna manera. Este hecho ya define una posición de cada uno de los dos términos que entran en relación. Uno de ellos, el que toma la iniciativa, vamos a decirlo así, está en posición de “agente”, en la medida en que ha asumido un papel que puede considerarse como “dominante”, al menos en el sentido de incidir sobre el otro. El otro término... ¿qué podemos decir del otro? Por ahora digamos sólo eso, que es un “otro”.

3 Un vínculo social, en principio, implica la existencia de al menos dos términos, pero el que existan dos términos no garantiza que exista un vínculo entre ellos. Es necesario que uno de ellos interpele al otro, que uno de ellos se dirija al otro e incida sobre él, de alguna manera. Este hecho ya define una posición de cada uno de los dos términos que entran en relación. Uno de ellos, el que toma la iniciativa, vamos a decirlo así, está en posición de “agente”, en la medida en que ha asumido un papel que puede considerarse como “dominante”, al menos en el sentido de incidir sobre el otro 18. El otro término... ¿qué podemos decir del otro? Por ahora digamos sólo eso, que es un “otro” Agente → otro.

4 Según Lacan, habría cuatro modalidades posibles de colocarse en el lugar del agente. Es decir, cuatro formas de interpelar a un “otro” en el campo social, las cuales tendrían que ver con las tres tareas imposibles de las que habla Freud: Gobernar (S1) Educar (S2) Analizar (“a”) y con una tarea, acaso no menos Imposible “hacer desear” ($) y que también podríamos leer como: “hacer producir saber”.

5 Pero un vínculo no se agota en la constatación que acabamos de mencionar. En otras palabras, un vínculo no es igual a la sumatoria de sus componentes. Una vez que dos términos entran en relación en un vínculo, se produce un algo más, una resultante de ese encuentro de los dos términos que entraron en relación. A esa resultante le vamos a dar el nombre de “producción”. Esa producción es el efecto de la incidencia del “agente” sobre el “otro”. Así pues, la colocaremos del lado del “otro”. Tenemos, entonces, tres términos: Agente → ____Otro________ Producción

6 Así tenemos, entonces, que el vínculo mínimo, una relación entre dos términos en el campo de lo social, siempre implica otros dos, lo cual nos arroja una estructura de cuatro términos: La constitución del hablante como sujeto del inconsciente es producto de una particularidad del lenguaje en el que viene a constituirse el neonato como sujeto, teniendo en cuenta que este lenguaje no existe en el mundo como una batería de significantes neutros, sino que siempre se lo encuentra atravesado por unas leyes (como la ley de prohibición del incesto y, en general, la moral sexual de la cultura) y organizado bajo la forma de un saber, verbigracia el saber mínimo acerca de las estructuras de parentesco de la respectiva cultura, que hasta los analfabetas conocen. Es decir, que el lenguaje en el que viene a fundarse cada nuevo ser está estructurado como un cuerpo vivo de saber, como una estructura significante organizada que posee una historia, una cultura, unas tradiciones, unas técnicas y unas artes, incluso unas tramas que van a determinar los caminos por los que Agente otro Verdad ∆ Producto

7 Un vínculo implica, al menos, dos términos: uno de ellos, el “agente”, está en una posición “dominante” respecto del “otro”; y, habría cuatro versiones del agente. Quizá podríamos agregar que, en un sentido estricto, todo vínculo social está determinado por una imposibilidad estructural, en el sentido que se dice que es imposible gobernar, analizar, educar y hacer desear. Agente → otro

8 Un significante (S1)___→ otro significante (S2) S1 → S2 Sujeto representado ($) $ Lacan define al sujeto como “representado por un significante para otro significante”. Esto implica que el advenimiento del humano como sujeto pasa por su inclusión en un orden significante. Esta definición del sujeto la podemos escribir así: Ahora, el significante no es solamente aquello que nos representa y sin lo cual no “somos” humanos, ni simplemente aquello que nos da un lugar en el mundo y una cierta ilusión de unidad necesaria para operar en él, si no que es, además, la materia de la cual está hecho el vínculo social. El orden social es un orden significante y sin el significante no hay ordenamiento social posible.

9 Ser representado para otros por el significante Fulano en un complejo cultural determinado, implica ser inscrito en un ordenamiento de la sexualidad propio de los Fulanos, que es diferente al de las Fulanas. Y si el proceso de enculturación cumple cabalmente su cometido, logrará que Fulano se comporte como los Fulanos y no como las Fulanas. Así mismo, si es “Fulano de Tal”, implica que pertenece al linaje de los “Tales” y se espera que busque su pareja por fuera del clan familiar. De manera que ser incluido en el lenguaje como “Fulano de Tal”, supone, en primer lugar, reprimir los deseos que serían propios de las Fulanas y, en segundo lugar, reprimir los deseos hacia los “Tales”. Fulano de Tal sería un sujeto en el sentido que tiene el término en la gramática, incluso en el sentido que tiene este término para el Derecho, pero para el psicoanálisis el sujeto sería aquello que es objeto de la represión para que Fulano de Tal pueda cumplir socialmente con lo que se espera de un Fulano y de un “de Tal”. Se trata entonces de una dimensión fundamental de su ser que todo Fulano ignora, es decir, el sujeto del inconsciente. Esto podemos escribirlo de la siguiente manera: Significante del nombre propioS1 Sujeto del inconsciente $ Ese sujeto del inconsciente seguirá operando como una verdad no sabida que, sin embargo, determina el destino de Fulano. Esto nos conduce a una paradoja: el significante que representa a un sujeto para sí mismo y para los demás significantes puede decir lo opuesto a su deseo inconsciente. Lacan dice, por ello, que “el yo es un lugar de desconocimiento”. Se refiere, por supuesto, al desconocimiento de la verdad del sujeto del inconsciente.

10 El sujeto del inconsciente ($) es, pues, un efecto de la inclusión del humano en el lenguaje, y tenemos noticia de él a partir de unas formaciones como el síntoma, el lapsus y el sueño, es decir, a partir de producciones que son marginales respecto del yo, que es el que se instala en la dimensión subjetiva correspondiente al nombre y a los apellidos. El yo es el que puede decir “yo me llamo Fulano”, no así el sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente, al contrario, se manifestaría en aquellos lapsus que contradicen lo que cualquier Fulano quiso decir, o en una conducta como la ferocidad sintomática de algunos Fulanos contra los homosexuales, con la cual intentan desmentir su propia homosexualidad inconsciente, o en los sueños que derivan en pesadillas en el momento en que se acercan a la realización de una fantasía incestuosa.

11 Uno de los nombres que Lacan le da al “objeto a” es el de resto: el residuo de la operación de constitución del sujeto. Se trata de un desecho, un desecho precioso, ya que de una u otra manera el sujeto sigue añorando siempre eso que queda por fuera de la dimensión significante en la que habita. La relación del niño con sus heces puede ser un referente de un desecho preciado. Las heces son un paradigma de aquello que nuestra cultura excluye de su orden, por ello se inventaron los excusados. Las heces son una de las expresiones paradigmáticas del “objeto a”. Desde otro punto de vista, al “objeto a” lo podemos pensar como un excedente, el rédito de la operación de la humanización. El excedente es un plus, aquello que se puede usufructuar como ganancia una vez concluida una operación comercial; incluso se puede asimilar a la plusvalía, que es ese excedente que el capitalista le escamotea al proletario gracias al fetichismo de la mercancía, producto de la división del trabajo que introduce el capitalismo. En esta perspectiva podríamos pensar ese excedente o plus como un producto. Otro nombre que Lacan le da a esa dimensión excluida, que constituye el objeto “a”, es el de “falta”. Esta falta se puede pensar como la cicatriz que deja aquello que se pierde en el ingreso al universo simbólico. También se puede entender como la pérdida de goce, producto de la inserción de la criatura humana en el lenguaje y, paradójicamente, eso que queda por fuera de la operación también se puede llamar goce

12 El goce opera como un principio desorganizador, por oposición al efecto de ordenamiento que implica la fundación del sujeto en el universo significante. Se manifiesta en aquellos procesos mortíferos de disolución de las unidades alcanzadas y de los principios de organización que mantienen la vida. En ese orden de ideas, opera en el mismo sentido que la pulsión de muerte. El goce, por definición, es mortífero y se hace más palpable en aquellos cuadros clínicos en los cuales asistimos a un proceso autodestructivo en el que las posibilidades de simbolización son especialmente limitadas, como las toxicomanías, los cuadros psicosomáticos y algunas formas de la anorexia y la bulimia. Las manifestaciones del goce en el campo de lo social se pueden encontrar en las guerras, los procesos de destrucción del tejido social, la devastación de los recursos que garantiza la vida en el planeta, etc.

13 “S1” es el significante amo: es el que violenta la materia orgánica e introduce un principio organizador que confiere la ilusión de unidad que es necesaria al ser humano para relacionarse con el mundo por medio del universo significante. El funcionamiento de este significante se puede pensar tomando como referente al amo de la antigüedad, y en cierto sentido, obrando en consecuencia; el yo, identificado con este significante, opera en la subjetividad con una vocación de soberano absoluto, aunque nunca lo logre plenamente. Así mismo, lo que nos muestra a diario la vida social no es otra cosa que la vocación de tirano que se revela en todo ser humano cuando el interjuego vincular le coloca en una posición de poder respecto a los otros “S2” es el significante del saber: el otro significante al cual se remite el S1. Recordemos que los significantes (o las representaciones) no se encuentran en el mundo de manera aislada, sino que siempre están en relación con otros significantes. El “S2” es el significante que representa a la batería de los demás significantes sobre la cual incide el “S1”, que representa al sujeto. Recordemos también, que esa batería no es una caja de herramientas en la que los significantes están dispuestos, por decirlo así, en una condición neutra. Se trata más bien de una red significante en la cual los significantes están organizados conforme a leyes. Cada uno tiene un lugar que está definido por su relación con los demás significantes. Más aún, se trata, como ya lo dijimos, de un universo significante con una historia, una tradición, unas técnicas, unas artes y unos saberes que pueden estar articulados bajo la forma de mitos o ficciones científicas

14 “$” es el significante del sujeto dividido: recordemos que no lo debemos confundir con el yo. Se trata del sujeto del inconsciente que opera como verdad reprimida que constituye un determinismo fundamental en el destino de todo ser humano. El sujeto no aparece allí donde el yo gobierna como un soberano la vida psíquica, sino justamente donde no es el amo de su propia casa, donde aparece la anomalía, donde la cosa no marcha, en el yerro, en el tropiezo, en el síntoma mediante el cual se deja ver este otro escenario de la vida psíquica. “a” es el objeto causa del deseo: es aquello insimbolizable del viviente que queda por fuera del orden significante, en la operación mediante la cual se funda el sujeto. O, dicho más precisamente, es lo que no alcanza a ser capturado por ese orden simbólico. Este resto de real tendrá esa doble condición del desperdicio y de lo precioso, y allí donde se haga inminente su presencia será objeto de horror y fascinación. Así, la fórmula completa de la constitución de la subjetividad queda así: Un significante (S1) → ante otro significante (S2) S1→ S2 Representa un ($) ∆ Producto o residuo (a) $ ∆ a

15 En síntesis : primero, no hay sujeto sin otro. Segundo, el sujeto no tiene una elación directa con sus otros en el campo social; esa relación está mediatizada por un universo significante. Tercero, para dar cuenta de la subjetividad humana se requieren por lo menos cuatro significantes: el S1 o significante amo, el S2 o el saber, el $ o el sujeto, y el “a” o el objeto causa del deseo. Cuarto, todo vínculo social supone por lo menos la existencia de cuatro lugares: el del agente, el otro, a verdad y la producción; y, quinto, la primera articulación de la subjetividad humana toma la forma de un discurso de amo, en el cual el significante amo (S1) está en el lugar del agente, el saber (S2) en el lugar del otro, el sujeto ($) en el lugar de la verdad y el objeto “a” en el lugar de la producción. agente (S1) → otro (S2)_____ verdad ($) ∆ producción (“a”)

16 EL DISCURSO DEL AMO

17 “S1” en el lugar del agente Algunos de los significantes amo que aún sobreviven en el planeta son: el padre, el gobernante, el patrón, el general. Los sujetos que socialmente son investidos por estos significantes amo, no llegan a ser siquiera un remedo de los amos de la antigüedad, pero en alguna medida cumplen su función, al menos en calidad de semblante; y, en situaciones límite, pueden llegar a exhibir algunos de sus rasgos. El amo antiguo es un “Amo” -con mayúscula-, al menos esa es su apuesta. El amo moderno, a lo sumo, opera como un representante del otro, que en últimas, en nuestros estados modernos es, por excelencia, el derecho. “S2” en el lugar del otro El “otro” del amo, su partenaire –por así decirlo-, es el siervo, que no es un “Otro” con mayúscula, en el sentido que pretende serlo un amo antiguo; pero, estrictamente hablando, el siervo tampoco es otro con minúscula, en el sentido de un semejante. El siervo no es un semejante del amo, el amo no lo reconoce como a un igual. El siervo es “otro” que está en una condición de instrumento al servicio de la voluntad de goce del amo. Un buen siervo se define por su saber sobre aquello que hace gozar al amo. Por ello el significante que utiliza Lacan para nombrar al siervo es el “S2”, que es el significante del saber. Agente → otro S1 → S2 El amo, en su versión más auténtica, no desea el saber en el sentido del filósofo, que se define por su amor al saber. El amo somete el saber del “otro” que es el siervo y lo pone al servicio de su voluntad de goce.

18 “a” en el lugar del producto El goce sería, pues, el producto del vínculo en el cual un amo ocupa el lugar “dominante” de la operación, en el sentido más literal de la palabra, es decir, mediante la sumisión del otro. El goce, en este caso, tendría varias versiones. La más evidente de ellas es la plusvalía. Pero hay otras que Freud menciona en El Malestar en la cultura, y que se relacionan con colocar al otro en condición de objeto de goce, verbigracia, “usarlo como objeto sexual sin su consentimiento, infligirle dolores, humillarlo, mortificarlo y asesinarlo”. El goce, en este caso estaría asociado con el reducir al otro a la condición de un desecho y, finalmente, desecharlo. “$” en el lugar de la verdad La verdad del amo es su propia castración. Es decir, allí donde se exhibe un exceso de plenitud, certeza y poderío, merced a su capacidad para someter al otro, lo que está operando como verdad es todo lo contrario: una inconsistencia fundamental, una incertidumbre y una impotencia que son recubiertas de fuerza. Esto se puede ver, en un plano general, en el despotismo y las dictaduras, tanto las abiertas como las encubiertas.

19 EL DISCURSO UNIVERSITARIO

20 Hay un cierto momento en la historia de occidente en el que el mundo deja de ser regido por amos encarnados en monarcas y empieza a ser regido por textos. Este es un paso decisivo, en el proceso cultural: que en lugar de un soberano haya una carta magna; en lugar de un amo un libro. Es el momento en el que el saber se coloca en el lugar del agente y se inaugura lo que Lacan llama el Discurso Universitario. “S2” en el lugar del agente El significante del saber (S2), como agente del vínculo, tiene múltiples versiones. Una de ellas es el estado de derecho. Ya lo dijimos, el estado de derecho es un amo moderno. Lacan dice que el discurso universitario no es otra cosa que una versión moderna del discurso del amo. Es decir, los amos no desaparecen con el nacimiento del estado de derecho, simplemente se modernizan. Más adelante veremos que esta modernización del amo tiene que ver con una suerte de ocultamiento. Otras versiones del saber (S2), como agente del vínculo social son, por excelencia, la ciencia y las instituciones educativas; y, por supuesto, la tecnología que produce aplicaciones industriales del saber de la ciencia. Una versión reciente del S2 son, por ejemplo, los desarrollos sobre inteligencia artificial y las nuevas tecnologías de la información.

21 Entonces, el nacimiento del discurso universitario tiene que ver con tres revoluciones: una revolución epistémica que funda una nueva forma de saber como la ciencia moderna, sería la revolución copernicana; una revolución política, cuyo emblema es la revolución francesa, que da lugar al nacimiento del estado de derecho democrático liberal; y una revolución económica, que riñe con las relaciones amo-siervo y da lugar al nacimiento de un nuevo modo de producción que es el capitalismo. Según Lacan, el movimiento que da lugar a estas tres revoluciones nace hace cinco mil años en Grecia, con la filosofía. “a” en el lugar del otro Vamos a examinar la estructura de esta nueva modalidad del vínculo social que inaugura el discurso universitario. Si el saber es el agente, el “otro”, lo que hemos llamado su partenaire, por definición está bajo el signo de la ignorancia; o, en todo caso, en una posición de falta con respecto al saber. Pero también puede estar en la posición de un recurso sobre el que ese saber opera transformaciones, como una suerte de material o de materia prima, en el sentido que se dice que alguien tiene pasta o tiene madera; también, por supuesto, en el sentido en que se habla modernamente de recursos humanos. Los otros que son interpelados por el saber, en el discurso universitario, son por excelencia el a-lumno, definido como un sujeto en falta (falta de luz) y el obrero, definido como fuerza de trabajo, es decir una mercancía. Lacan utiliza la “a” minúscula para referirse al otro que es interpelado por el saber (S2), en el discurso universitario.

22 “$” en el lugar del producto Esta operación mediante la cual un saber organiza un grupo social inevitablemente produce un malestar, o muchas formas de malestar. Podemos decir que lo que diferencia a unas culturas de otras no es que unas produzcan malestar y otras no, sino el tratamiento que le da cada cultura al malestar que produce. Freud dedica una de sus grandes obras El malestar en la cultura, a tratar este problema. Este malestar lo podemos escribir en el lugar de la producción del discurso universitario, debajo del lugar del otro y lo vamos a representar con el significante de la división subjetiva. “S1” en el lugar de la verdad La verdad que está en la base del discurso universitario es el significante amo (S1). En otras palabras: la verdad es que el amo no ha desaparecido, solamente se ha modernizado y el aspecto fundamental de esa modernización es el ocultamiento. El amo moderno es muy distinto a los sultanes orientales, que serían versiones del amo antiguo. El amo moderno es un amo discreto, en muchos casos anónimo. Por ello uno de los emblemas de la modernidad son las sociedades anónimas; y, por supuesto, los comités en los que se diluye la responsabilidad en un colectivo sin un nombre propio. Con este significante completamos los cuatro términos de la estructura que constituye el discurso universitario.

23 EL DISCURSO HISTERICA

24 En este punto es importante aclarar que el término “histérica”, en esta acepción particular que tiene en la propuesta de “los cuatro discursos” de Lacan, no tiene la connotación restringida de lo patológico sino la acepción amplia de aquello que “suscita el deseo” y pone en marcha la producción de saber. Las histéricas se pueden incluir en esta modalidad del lazo social, justamente porque su síntoma se articula de acuerdo con esta fórmula: su deseo se organiza en función de hacer desear a un “otro”, que sitúan en el lugar de un amo; y, en esa medida, lo increpan respecto de su pretendida plenitud, lo pueden hacer tambalear, incluso sucumbir; pero su estrategia no está en función de sustituirlo, sino de hacerlo desear…saber. En la modalidad de vínculo social que Lacan denomina discurso de la histérica, el deseo que está en juego no es el exhibirse en una pretendida plenitud para someter a ese “otro” por la vía de la fuerza (como el amo) o el adoctrinamiento (como el universitario); sino todo lo contrario, el provocarlo, a partir de la propia falta ($), desde la propia inconsistencia, para hacerlo desear y poner ese deseo en función de la producción de saber.

25 “$” en el lugar del agente El agente del discurso de la histérica es el sujeto sintomático. Es decir, el producto del discurso universitario. Si decimos que se trata de un sujeto sintomático que funciona como agente de una modalidad particular de lazo social, no debemos dejar de emplear la expresión: “síntoma social”. Incluso podemos preguntarnos si habrá algún síntoma que no sea social. Es decir, en la medida en que tomamos el síntoma como un mensaje cifrado, dirigido a un otro, lo estamos definiendo desde el comienzo mismo como una producción social. Los sujetos sintomáticos, en toda organización social, siempre increpan fundamentalmente al orden social como un todo, al poder o a sus representantes, aquellos que hacen el semblante del amo. “S1” en el lugar del “otro” Ya dijimos que el otro, interpelado por el agente del discurso de la histeria es un significante amo: un representante, un símbolo, una institución, o el orden social mismo como un todo, en su poder de sujetación. Por ello es que Lacan dice, a propósito del discurso de la histérica: “eso es lo que vemos actualmente, la ley puesta en cuestión como síntoma”.

26 Lacan dice claramente que el saber no es producto de ninguna pulsión epistemofílica, sino que es el producto del discurso de la histérica. Esto es bastante claro en el campo de las ciencias sociales. Lo que mueve el avance en el saber son los nuevos fenómenos que perturban el orden tradicional de las instituciones y del conjunto social, es decir, los síntomas que agujerean al amo y operan como enigmas que ponen en marcha las empresas científicas. Las nuevas empresas de investigación social en campos como la toxicomanía, la bulimia, la anorexia, la depresión, el suicidio y otros cuadros propios de los adolescentes modernos, es una manifestación de este producto del discurso de la histérica. “S2” en el lugar del producto “a” en el lugar de la verdad La verdad que está en la base de esta modalidad del vínculo social que Lacan denomina “el discurso de la histérica” es el goce. Los sujetos y los movimientos sintomáticos confrontan el statu quo con una modalidad del goce que pretende escamotear. Una de las lecturas posibles del malestar en la cultura, al que nos referíamos más arriba, es la división sintomática experimentada por el sujeto entre la tiranía de los ideales y las exigencias pulsionales que reclaman su lugar en la subjetividad. En otras palabras, la pregunta que Freud se hace a partir del trabajo con sus histéricas -y que aún debe ser sostenida- es: si los síntomas sociales no hablan en todos los casos de un “sobregiro” -como Freud le llama- de la cultura. Es decir que allí donde aparece un fenómeno sintomático, de la índole de los que hemos mencionado, hay que preguntar ¿cuál es el rasgo de esa cultura que se está tornando insoportable?, ¿cuál es la dimensión del orden social que ha devenido insostenible?

27 EL DISCURSO PSICONALÍTICO

28 “a” en el lugar del agente Colocarse en el lugar del agente del discurso psicoanalítico implica renunciar a gobernar (S1) al otro y decidir por él y, por supuesto, a colocarlo en posición de un instrumento al servicio del propio goce. Colocarse en este lugar particular, también implica renunciar a pretender tener el saber (S2) que al otro le hace falta y, en consecuencia, desistir de la tentación de adoctrinarlo, concientizarlo, reeducarlo, en fin, llevarlo a “buen puerto”. Y, finalmente, para sostenerse en el lugar del agente del discurso analítico es indispensable renunciar a vincularse con él a partir de la exhibición del propio síntoma ($), para ponerlo a producir saber. Sabemos que el significante “a” remite al goce y, por tanto, a la causa del deseo. También a la falta de objeto, que es otra manera de nombrar la causa del deseo. Otro nombre de la “a” en la obra de Lacan es “el semblante del ser” en la medida en que el ser es aquello que a los humanos nos falta y la falta de ser es justamente lo que nos lanza a las redes del deseo.

29 $ en el lugar del otro Interpelar a un “otro” desde el lugar de este objeto particular (“a”), implica colocarlo en el lugar del sujeto al que este objeto divide: (“$”). El otro del analista no está en posición de siervo que sabe hacer gozar, ni en posición de recurso humano al servicio de la explotación, ni en la posición de madera en bruto a la que da forma la mano del maestro, ni en la posición de amo al que hay que interrogar, desafiar o agujerear. El otro que es interpelado por el agente del discurso psicoanalítico es el sujeto del malestar en la cultura, el sujeto que con sus síntomas denuncia que algo en la cultura no anda bien, el sujeto que puede articular su malestar bajo la forma de una pregunta. Agente → otro a → $ Sin que esto implique deslizarnos hacia humanismos ingenuos, debemos admitir que de los cuatro agentes mencionados, el que interpela al “otro” en una posición más acorde con la dignidad de lo humano es el agente del discurso psicoanalítico. El que el “otro” esté en la posición de sujeto implica que es reconocido por el agente en su particularidad irreductible y que desde allí se espera de él una producción original.

30 “S1” en el lugar del producto La producción en todos los discursos la hace el “otro”, pero es impensable sin la incidencia del “agente” sobre él. Si el “otro” está rigurosamente en una posición de sujeto, su producción no puede ser del orden de la serie; tiene que ser, por fuerza, algo singular; es decir, justamente aquello que le confiere valor, en el sentido en que Saussure habla del valor lingüístico, aquello que lo diferencia de los otros. Lo que se espera como efecto de la operación analítica es que el sujeto produzca su propio nombre. Esta producción se puede entender, de acuerdo con la concepción tradicional del análisis, como que se logre desentrañar, vía la asociación libre el significante amo que rige su destino como escritura inconsciente. Esta producción permite al sujeto reconocerse en aquello que le es más propio, más íntimo; y, que en virtud de la enajenación defensiva, había devenido lo más ajeno. Hacer consciente lo inconsciente significa apropiarse de un saber que no se sabe, pero que es un saber propio. Producir el propio nombre se puede entender también en el sentido de articular una respuesta original y acorde con el propio deseo a la pregunta por el ser. Hay que insistir en que esta respuesta no implica una denegación de las marcas de la propia historia, todo lo contrario, es con ellas con las que se construye la propia marca.

31 “S2” en el lugar de la verdad Lacan dice que un saber en el lugar de la verdad no puede ser otra cosa que un mito. El mito, como sabemos, tiene la virtud de cernir la verdad bajo la forma de un medio decir. Ciertamente hay un saber que está en la base del discurso analítico, pero no se trata de un saber hacer gozar, ni un saber hacer marchar la cosa, ni un saber por qué la cosa no marcha; sino un saber de los límites y los efectos de los saberes de los discursos que mencionamos anteriormente. agente → ___otro____ a_ → $_ verdad ∆ producto S2 ∆ S1 Ciertamente el saber hacer del analista y el saber abstenerse de deslizarse hacia el lugar del amo, del pedagogo o del amado, implica para éste, saber que sobre la verdad particular de la relación de cada sujeto con la sexualidad y con la muerte no es posible saber, a priori, ni llegar a saberlo todo; y que, por lo tanto, ese saber es siempre un saber que sólo puede ser construido por el sujeto mismo en la experiencia analítica. En otras palabras, la pregunta sería si existirán otras coordenadas de la experiencia social en las que se pueda encontrar algo o a alguien que desde el lugar del semblante del objeto que causa el deseo (“a”) interpele a un sujeto (“$”) que es dividido por ese objeto (del cual se hace semblante) y gracias a esa interpelación este sujeto puede parir su propio amo (“S1”), es decir, confrontarse con el verdadero señor de su casa.


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