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LAS NAVIDADES DE ELOY Me llamo Eloy y tengo once años. Mi abuelo se llama Pelayo; él dice que igual que un rey godo. Pero lo bueno de mi abuelo es que.

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1 LAS NAVIDADES DE ELOY Me llamo Eloy y tengo once años. Mi abuelo se llama Pelayo; él dice que igual que un rey godo. Pero lo bueno de mi abuelo es que es ¡INVENTOR¡ Estábamos en el sótano de su casa, que había convertido en un lugar estupendo lleno de trastos. Le comenté que tenía que hacer un trabajo sobre la Navidad y él se prestó a ayudarme. Pero ¡fastidio¡, eran las siete y a las nueve tendríamos que estar en la mesa para cenar. Mi abuelo Pelayo me propuso usar su máquina espacio-tiempo. ¡Sí, ya¡ No tiene un nombre bonito, no original, pero ¡qué se puede esperar de un abuelo¡ Teniendo en cuenta que no tendríamos mucho tiempo, me propuso elegir un par de épocas, para ver las diferencias. ¡Yo estaba encantado¡ Así que le dije un montón de fechas y lugares, pero mi abuelo me contestó: ¡Céntrate, chaval¡ O la abuela nos reñirá a los dos. Elegimos la Edad Media y una Navidad de cuando él era pequeño. Nos subimos a la máquina. Para que os la imaginéis es como un frigorífico ¡pero a lo bestia¡ Dentro sólo había un pequeño teclado de ordenador. Nos preparamos. Contuve la respiración mientras él introducía datos. Un ruido, como de ascensor achacoso nos indicó que habíamos llegado a nuestro primer destino. LAS NAVIDADES DE ELOY Me llamo Eloy y tengo once años. Mi abuelo se llama Pelayo; él dice que igual que un rey godo. Pero lo bueno de mi abuelo es que es ¡INVENTOR¡ Estábamos en el sótano de su casa, que había convertido en un lugar estupendo lleno de trastos. Le comenté que tenía que hacer un trabajo sobre la Navidad y él se prestó a ayudarme. Pero ¡fastidio¡, eran las siete y a las nueve tendríamos que estar en la mesa para cenar. Mi abuelo Pelayo me propuso usar su máquina espacio-tiempo. ¡Sí, ya¡ No tiene un nombre bonito, no original, pero ¡qué se puede esperar de un abuelo¡ Teniendo en cuenta que no tendríamos mucho tiempo, me propuso elegir un par de épocas, para ver las diferencias. ¡Yo estaba encantado¡ Así que le dije un montón de fechas y lugares, pero mi abuelo me contestó: ¡Céntrate, chaval¡ O la abuela nos reñirá a los dos. Elegimos la Edad Media y una Navidad de cuando él era pequeño. Nos subimos a la máquina. Para que os la imaginéis es como un frigorífico ¡pero a lo bestia¡ Dentro sólo había un pequeño teclado de ordenador. Nos preparamos. Contuve la respiración mientras él introducía datos. Un ruido, como de ascensor achacoso nos indicó que habíamos llegado a nuestro primer destino.

2 Granada, año de 1450 Nos topamos al salir con Cecilio, un crío que por unas monedas se ofreció a acompañar a “vuestras mercedes” por la ciudad. Yo le pregunté por los adornos navideños las luces de colores. Me mirço ¡como si yo estuviese loco¡ Se me había olvidado que no se había inventado la luz. Cecilio preguntó al abuelo: -¿Qué deseáis conocer, caballero? Mi abuelo respondió: -¿Cómo celebráis la Navidad? Cecilio le dijo: Como sabéis, en esta ciudad viven tres culturas. Árabes y judíos no celebran la Navidad. En cuanto a los cristianos, puedo mostrároslo. Caminamos por el Zacatín-barrio de los mercaderes- hasta cerca de su casa. Mientras, nos fue contando que los ricos y nobles cenaban aves y capones asados acompañados de castañas y membrillos. En su casa, como eran pobres, cenarían gachas y boniatos asados. Después, todos, sea cual fuere su condición, irían a la Misa del Gallo. Nos despedimos, hacía mucho frío. Volvimos a la máquina.

3 Granada 1940 Seguía haciendo frío. Nos dirigimos al Sacromonte. No había adornos, no había casi gente en las calles. Acababa de haber una Guerra Civil, e intentaban recuperarse, así que no había mucho de nada. Caminando, mi abuelo me explicó que existían unos libritos llamados “cartilla de racionamiento”, donde estaban en cupones los productos de primera necesidad que la gente podía adquirir. Miramos por una ventana, era la casa de su amigo Tomás. Tenían suerte, pues iban a cenar gallina, batatas con canela y lo mejor ¡mantecados del puñadito¡ Me contó que se hacía la masa del mantecado, pero como no había papel para envolverlo, con una cuchara te dan un poco en la mano y de ahí a la boca. Regresamos a la máquina y a nuestra época ¡Justo a tiempo¡ Eran las ocho y cuarenta y cinco. Nos lavamos las manos. Subimos. El salón estaba iluminado, ¡qué diferencia¡ La chimenea encendida ¡qué calorcito¡ En un rincón, un gran abeto lleno de guirnaldas y luces de colores. A sus pies un pequeño Nacimiento. Para cenar: entremeses (langostinos, foiegras, tartaletas de salmón y queso y jamón), sopa de marisco, cochinillo asado y los postres (dulces árabes y tarta de piononos). Cuando terminamos, felicitaron a familiares a través de Internet y ya pude mandar algunos correos electrónicos a mis amigos para desearles: ¡FELIZ NAVIDAD¡ Javier Bonilla Delgado 6ºA


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