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10º Dom. T. O. Ciclo C “No llores… Levántate”  CUANDO TODAS LAS SEGURIDADES SE PIERDEN. Dos mujeres, viudas y que pierden a su hijo. En la cultura judía.

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1 10º Dom. T. O. Ciclo C “No llores… Levántate”  CUANDO TODAS LAS SEGURIDADES SE PIERDEN. Dos mujeres, viudas y que pierden a su hijo. En la cultura judía es el signo más elocuente de la debilidad, el desvalimiento, la vulnerabilidad y la marginación social. Han perdido lo último a lo que pueden aferrarse. En una sociedad en la que la seguridad de la mujer depende de los hombres y de su familia, ser viuda y perder a su único hijo crea una situación desesperada. Sus esperanzas han quedado totalmente truncadas. Se quedan sin futuro. Elías y Jesús están cerca de ellas. Los “hombres de Dios” nunca abandonan a la gente humilde y necesitada. Muestran cómo Dios no se olvida de ellos. Puedo contemplar la escena del evangelio: dos grupos de personas que van en dirección opuesta: los que acompañan a Jesús y el cortejo fúnebre. Jesús crea relación y proximidad haciéndose cercano a una situación de sufrimiento y de dolor. Puedo pensar quiénes son hoy las personas y grupos sufrientes, en situaciones precarias, que han quedado sin apoyos para tener una vida digna, que están desamparadas y viven situaciones de impotencia…  LÁGRIMAS QUE SENSIBILIZAN. Jesús se “conmueve”. No es una simple emoción pasajera de pena o de piedad ante quien sufre, sino que le afecta a las entrañas, a lo más íntimo y eso le hace actuar. Sus sentidos le movilizan: ve y toca. Dos momentos reflejados en dos imperativos: “No llores” (estar junto a quien llora, curar heridas, aliviar dolores, mostrar cercanía…) “Levántate” (se acerca, toca, no mira el sufrimiento desde lejos, no le importa transgredir leyes hacían impuro a quien tocaba un cadáver, muestra sensibilidad, ternura, compasión…) Jesús tiene la capacidad de ponerse en el lugar de aquella viuda, de entender no sólo su dolor por la pérdida de su hijo, sino de la complicada situación en la que quedará en el futuro. ¿Puedo aprender algo de esta manera de actuar de Jesús? ¿Cuántas veces permanezco impasible y distante ante las situaciones de dolor que conozco o que me encuentro a mi paso? ¿Qué gestos y actitudes puedo tener con ellos?  ACOMPAÑAR A QUIEN A PERDIDO A UN SER QUERIDO. La experiencia de la muerte es universal –e inevitable–. Todos pasaremos por ella, y todos tenemos cerca a personas que tienen que afrontar la pérdida de un familiar, un amigo… Pérdidas que en ocasiones son muy dolorosas. Puedo recordar algún entierro en que he estado más como “espectador” y otros en los que me ha “tocado” en lo más profundo. ¿Cómo es mi participación en los entierros y funerales? ¿Cómo puedo acompañar en el duelo y hacer un “seguimiento” a quien ha perdido a un ser querido, con una presencia continuada en el tiempo? ¿Ante la muerte, qué palabras, ritos, gestos… realizamos? ¿Son significativos (ayudan) para vivir profundamente la realidad de la muerte? ¿transmiten esperanza, comunican la fe que nos sostiene? Padre del cielo iluminado, en esta tierra oscura y triste, caminaré contigo hasta alcanzar el alba. En la noche inmensa, con los pies descalzos y el alma ardiendo, buscaré tu luz, Señor de todos los caminos. Y, aunque mi corazón no acierte a encontrar tu senda, seguiré tus pasos hasta alcanzar el alba. Y si el mal me arrastra, y borra en mí tus huellas, pondré mi corazón dormido bajo la oscura noche y esperaré que una estrella lo despierte; escribiré en mi lengua tus noticias y las diré en silencio hasta alcanzar el alba. Y, al final, cuando mis ojos puedan verte, Señor de la luz eterna, llamaré a tu casa con todos los golpes de la aurora... ¡hasta que Tú amanezcas! [D.M.] No te dejes morir en lo que negativo que te pasa, ni en los sinsabores que te secan el alma. No te quedes paralizado en tus nostalgias, siempre hay milagros ocultos en tu vida cotidiana que dan color a la vida y la levantan, dando nuevos motivos para la esperanza. Porque Dios está a nuestro lado y nos acompaña. Ayúdame, Señor, a purificar mi mirada para que sepa estar atento a lo que a mi lado pasa, y no sea indiferente a tantas personas necesitadas, que mi corazón dé un vuelco y se conmuevan mis entrañas. Que aprenda de ti a ponerme en marcha, tender la mano, tocar heridas y llagas, afrontar sufrimientos, enjugar lágrimas, dar ánimos, transmitir esperanza, acompañar en silencio, estar disponible para lo que haga falta, comunicar misericordia, serenidad y confianza, aliviar angustias que paralizan y atenazan. Quiero ser cauce de tu bondad y eco de tus palabras, prolongación de tus hechos y encarnación de tu vida entregada. Quiero ser como tú presencia cercana. Perdón, Señor… porque nos hemos acostumbrado al dolor y al sufrimiento ajeno, y logra poco conmovernos. porque nos encerramos en nuestras cosas y preocupaciones, y nos cuesta compartir nuestros bienes y nuestro tiempo. porque estamos agobiados y dispersos, y olvidamos que tú eres nuestro centro, que nos hace salir para construir el Reino. **************************** Romina González - Tengo un lugar para Ti https://youtu.be/ewLZCvShHXo Señor, acércate, toca y levanta a los que están caídos…  por la enfermedad y el dolor  por la incomprensión y el abandono  por el desánimo y la desesperación  por la tristeza de haber perdido a un ser querido  por la pobreza y la marginación  por la humillación y indiferencia  por el desprecio y el desamor  por el hambre y la injusticia  por la violencia y el terror  por el olvido y el desvalimiento  por el odio y el rencor

2 Lectura del primer libro de los Reyes: 1R 17,17-24 En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la señora de la casa. La enfermedad era tan grave que se quedó sin respiración. Entonces la mujer dijo a Elías: «¿Qué tienes tú que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?» Elías respondió: «Dame a tu hijo.» Y, tomándolo de su regazo, lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó en su cama. Luego invocó al Señor: «Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda la vas a castigar, haciendo morir a su hijo?» Después se echó tres veces sobre el niño, invocando al Señor: «Señor, Dios mío, que vuelva al niño la respiración.» El Señor escuchó la súplica de Elías: al niño le volvió la respiración y revivió. Elías tomó al niño, lo llevó al piso bajo y se lo entregó a su madre, diciendo: «Mira, tu hijo está vivo.» Entonces la mujer dijo a Elías: «Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad.»

3 Salmo responsorial: 29 R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo. Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas: Ga 1,11-19 Os notifico, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Habéis oído hablar de mi conducta pasada en él judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a Damasco. Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el pariente del Señor.

4 Lectura del santo evangelio según san Lucas: Lc 7,11-17 En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


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