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HISTORIA DE LA IGLESIA ANTIGUA Y MEDIEVAL 5.- LA IGLESIA EN EL IMPERIO ROMANO
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El Nuevo status de la fe cristiana en el Imperio tiene consecuencias positivas y negativas para la Iglesia. El culto cristiano fue creciendo en detrimento de los cultos paganos. A falta de persecuciones, el ideal cristiano se traslada al monacato.
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“Con la paz de la iglesia, desaparece la eventualidad del martirio. Hacerse cristiano no lleva consigo ningún riesgo y muchos empiezan a relajarse. No faltan quienes desean llevar una vida cristiana más fervorosa, menos metida en las preocupaciones del mundo. Y se van al desierto. Ese es el origen del monaquismo.” Comby, I, 88.
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La nueva situación política del imperio también incide en la vida de la Iglesia. Constantino traslada la capital a Oriente, Bizancio, que es renombrada Constantinopla, que de hecho se convierte en la nueva Roma, desplazando a la antigua capital del Imperio
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Paulatinamente Oriente adquiere mayor relevancia que Occidente, sumado a las invasiones bárbaras que debilitan la seguridad del Imperio en su unidad. Occidente acaba por sucumbir y la anarquía se apodera de la región. La Iglesia debe lidiar ante la nueva situación y forjar alianzas que le permitan su supervivencia.
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Oriente, tras un breve intento de retorno a las antiguas creencias con Juliano el apóstata, termina por hacer de la fe cristiana la fe oficial, con Teodosio I en el 380. En el 392 se prohíbe el culto pagano anulando el edicto de Milán y el cristianismo pasa formalmente a integrar la estructura del Imperio.
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Podría pensarse en lo positivo de esta transformación pero la realidad es que ante la nueva situación pocas cosas cambian: sigue habiendo perseguidos y perseguidores y los medios que se usan (el poder y la ley) siguen siendo iguales: ◦ “El poder estatal, antes al servicio del paganismo, está ahora al servicio del cristianismo. Pero siguen funcionando las mismas estructuras mentales. ¿Podía ser de otra manera? Era inconcebible la separación entre la religión y el estado. La religión seguía siendo el fundamento y el cimiento de la sociedad. Sólo la religión había cambiado.” Comby, I, 81.
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Oriente, tras un breve intento de retorno a las antiguas creencias con Juliano el apóstata, termina por hacer de la fe cristiana la fe oficial, con Teodosio I en el 380. En el 392 se prohíbe el culto pagano anulando el edicto de Milán y el cristianismo pasa formalmente a integrar la estructura del Imperio.
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La liturgia y los sacramentos se mantienen pero se ven modificados por la nueva situación de la Iglesia en el Imperio. La eucaristía va revistiendo cada vez más fastuosidad con la suntuosidad de los edificios, las basílicas, lo ornamentos y objetos litúrgicos. Se multiplican las lecturas, las procesiones y los sermones. En occidente se empieza a recibir por costumbre la eucaristía todos los días; en oriente los usos varían.
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Muchos son los que ahora quieren ser parte de la Iglesia pero las exigencias de la fe son vistas con dificultad por muchos. La preparación para el bautismo tiene variadas respuestas, solo unos pocos se bautizan prontamente y continúan su formación, el restante de candidatos lo postergan en vista que todos los pecados son perdonados y así estar preparados para el momento de la muerte.
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Tal es el caso de Constantino, bautizado en su lecho de muerte por Eusebio de Cesárea, después de haber gobernado con mano dura y haber, incluso, masacrando a parte de su familia. Esta actitud desvirtuaba el sentido del ser cristiano mostrando una falsa conversión en función solo de “asegurar” la vida eterna.
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En cuanto a la Penitencia, solo era posible acceder al sacramento una sola vez, por lo que esto también contribuía a no tomar en serio las exigencias de la fe.
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Las celebraciones litúrgicas se fueron amoldando al calendario romano, así pues, Oriente celebraba la Epifanía del Señor el 6 de enero, celebración solar en Egipto y Occidente celebraba Navidad el 25 de diciembre, día del sol invictus. Se acentuó el culto a los mártires, Pentecostés solo apareció hasta después del siglo IV y se fomentó el culto a las imágenes y las reliquias de los santos, dando pie a supuestos descubrimiento, que ciertamente pretendían aumentar la piedad cristiana.
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Pero no todo es negativo, el impulso misionero fomentó la evangelización dentro y fuera de las fronteras del Imperio, muchas veces con el apoyo de toda la estructura del estado. El monaquismo cristiano, masculino y femenino, se fue incrementando en todas las regiones del Imperio sembrando las bases del futuro cenobitismo en Occidente.
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La opción por la vida en solitario o en pequeñas comunidades no es exclusivo de Oriente. En Occidente, Jerónimo (347-419) pregona la virtud de la virginidad sobre el matrimonio y posteriormente funda en Jerusalén comunidades femeninas. También implementa el gusto por la cultura bíblica, siendo el estudio y la meditación de las SSEE pilares de su vida religiosa.
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Agustín, Juan Casiano y principalmente Benito con su regla, impulsan el monacato en Occidente. Con la regla benedictina los monasterios se organizan alejándose de algunas exageraciones propias del Oriente (convivencia y estilo). En el monasterio se promueve la vida comunitaria, el trabajo, el estudio y la meditación como fundamentos de la vida consagrada, sumado a la obediencia al abad y la permanencia en la abadía.
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Las abadías se convierten en semilleros de sacerdotes, hombres que han hecho una opción por el celibato, a diferencia de Oriente en donde se admitía sacerdotes casados.
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